■ Inercia
Que a partir de que Albert Einstein explicó la teoría de la relatividad que el tiempo en este planeta ha cobrado un nuevo significado. Aunque de carácter más o menos lineal, el tiempo ya no sólo se explica como una unidad invariable sino que puede experimentarse en diversas formas o dimensiones.
El cine ha explorado estas ideas; Stanley Kubrik en su 2001: Odisea en el espacio y recientemente Cristopher Nolan con Interstellar exponen a un ser humano a expensas del tiempo, la gravedad y fuerzas aún inexplicables que conllevan a eternas paradojas.
Si bien el cine expresa un sentir más o menos general, en lo particular, la relatividad nos afecta a veces de formas muy contundentes. Sin poder escapar de las leyes que rigen nuestro universo, parecemos una pluma en el viento sin oponer resistencia.
El tiempo en nuestros tiempos
Dicen los extranjeros que visitan nuestro país que algo extraño aquí sucede, pues por inexplicables razones la gente que vive en este lugar parece no percibir su presente. Cosas terribles ocurren cada día y sin embargo, en algún lugar del tiempo y el espacio quedan enterradas sin que nada cambie.
Se dice que en otros países, como España o Argentina, la población se escandaliza ante la inminencia de algún incremento en el costo de la gasolina o se organizan para reclamar mejoras laborales, educativas y económicas. Pero en México hay un enorme hoyo negro que se traga todo. El tiempo en esta nación parece ni siquiera existir. Porque es a partir de que acontece algo que se puede contar cierta temporalidad para que haya una reacción… Y sin embargo, aquí, nada.
Si en la ficción de una película podemos ver cómo transcurre el tiempo entre un planeta y otro de forma drástica, arrebatando años en lo que deberían ser horas, en México existe esa misma paradoja entre el centro y las periferias.
Mientras en D.F hay una constante agitación y preocupación por los constantes problemas sociales del país, en otros estados aparece un aletargamiento milenario. Pero también suceden casos inversos en los que, lo que ocurre fuera de la capital nunca llega a la capital. Hay una lejanía no sólo espacial entre unos y otros; hay barreras de todo tipo entre personas que viven bajo este mismo país.
El ejemplo más representativo tal vez sea la huella de aquel proceso social denominado “La Revolución Mexicana”, que aparece en los libros de historia como el hecho que marcó la pauta para el progreso de nuestro pueblo… Prueba de que el tiempo se detuvo en esa época es que padecemos los mismos problemas desde entonces: Corrupción e injusticia.
En busca del tiempo perdido
¿Cómo recuperamos ese tiempo que nunca llegó? Seguramente es imposible, porque como versan los dichos populares si hay algo que no perdona es el tiempo. Sería mejor entenderlo como una pérdida ejemplar.
Todo aquello que se ha ido rezagando en los años, en los siglos podríamos recuperarlo con ejercicios de conciencia, es decir, aceptando que ese tiempo ha sido desperdiciado y que no hay una disposición a permanecer en esa situación.
Por supuesto que suena como una propuesta muy sencilla y a la vez un tanto demagógica, pero no lo es en el sentido de que en el pueblo mexicano no existe ni siquiera la idea de la “conciencia”. Nuestro imaginario colectivo nos ha permitido sobrevivir sin necesidad de confrontarnos. Me parece que si tenemos un verdadero reto es el de ejercitar la conciencia no sólo en lo personal sino en lo social sin que haya un acontecimiento violento que lo reclame.
Por infortunio, es cuando ocurre un evento de terribles magnitudes que el tiempo parece marchar un poco; pero luego se detiene otra vez. ¿Cuántos siguen en pie luchando por los desaparecidos en Ayotzinapa? ¿Cuántos por las muertas de Juárez? ¿Cuántos por los estudiantes del 68? En algún punto, el tiempo se ha ido tragando todos esos hechos de los cuales sólo quedan huellas monumentales…
Es curioso que, encontremos estatuas y placas conmemorativas en todos los rincones del país, que no son más que rocas inmutables y la sinécdoque de nuestra propia historia, es decir, piedras que no cambian de postura y que están ahí como un lejano recuerdo mientras el presente sigue siendo lo mismo.
Si bien es cierto que los medios masivos de comunicación han fomentado el acabose de nuestra información, también es cierto que como pueblo tenemos una enorme necesidad de evadir. La época en que vivimos tiene gran influencia en esto, pues es la época del entretenimiento; todos los días se vende un mejor teléfono celular, en el que es posible distraerse cada vez más y mejor del mundo. Ya no son sólo aparatos para hablar con gente a la distancia, sino que son ventanas a otra dimensión en la que el tiempo es un enemigo.
Todos quieren fugarse, todos quieren no estar aquí. Por eso es que, en realidad el tiempo perdido está en nuestra mente, en las horas que tratamos de no vivirlo, en la energía que gastamos en no recuperar el presente, en no hacer nada por nadie. ■