En días pasados, tuve la oportunidad de asistir al evento de entrega de documentos en la que entre otros estudiantes, mi hija culminó sus estudios como Técnico Superior Universitario en la Universidad Tecnológica de Zacatecas.
Sin duda, para aquellos padres que hemos tenido la oportunidad de ser partícipes y testigos en la culminación de una etapa importante en la vida de aprendizaje de nuestros hijos y nuestras hijas, comprendemos el enorme esfuerzo y sacrificios que ellos y nosotros tuvimos que vivir durante el desarrollo de esta etapa.
Fuimos testigos de las noches de desvelo en la preparación de sus exámenes. Fuimos testigos de las horas de malpasadas y días estresantes en la elaboración de sus proyectos escolares.
Fuimos testigos y partícipes de los sacrificios familiares para sacar adelante el esfuerzo de nuestros hijos y que éste no se quedara trunco.
Fuimos testigos en fin de enojos, triunfos, pequeñas derrotas, sinsabores y alegrías en el largo camino de la vida escolar de nuestras hijas y nuestros hijos, para verlos coronados el día que reciben sus documentos que amparan toda esa dedicación y sacrificio.
Sin embargo, ese día ya no me quedo claro todo lo anterior.
Debo decir con toda sinceridad, que ese día ya no supe si estaba participando en un evento académico o si me encontraba en un evento político, o si se trataba de un culto de alabanza de tipo religioso.
Todos y cada uno de los discursos que emitieron los servidores públicos, ojo, servidores públicos que no se nos olvide, en mayor o menor medida, fueron alabanzas y agradecimientos al Presidente de la República y al gobernador del estado.
Si mal no recuerdo -claro puedo tener mala memoria-, las leyes correspondientes establecen las obligaciones que tienen y deben de cumplir las autoridades estatales y federales en cualquier materia, incluida la educativa.
Por supuesto que es digno de un ser humano, el reconocer en otro ser humano, el actuar apegado a sus convicciones personales y las normas jurídicas.
Pero a los servidores públicos presentes en el evento que estoy comentando, se les pasó literalmente el reconocimiento, y créanlo, no exagero si les digo que rayaron en el extremo, y más que reconocimiento se convirtieron prácticamente en adoradores del culto al ego político.
Se les olvida a los servidores públicos, que son precisamente eso, servidores públicos que reciben un sueldo pagado entre otros rubros, por los impuestos que pagamos todos y cada uno de los mexicanos.
Ahora resulta que es gracias al Presidente de la República y al gobernador del estado -omito sus nombres en virtud a que ese día los escuche fácil unas 20 veces cada uno-, por cierto, en contra de la ley que señala que ningún servidor ni partido político puede hacer uso de los recursos públicos para promocionarse.
Claro no dejaron de reconocer a los jóvenes egresados y a sus familias.
Señores servidores públicos, los mexicanos estamos cansados de que nos traten de engañar con sus discursos y falsas alabanzas.
No es gracias al presidente y al gobernador que los jóvenes cumplieron una de sus metas, no es por la voluntad de ellos que se destinen recursos públicos a la educación, es una obligación que por ley deben de cumplir.
Se les olvidó a los servidores públicos que tomaron la palabra ese día, que la ley en la materia les prohíbe la utilización de recursos públicos para promocionar las figuras de los gobernantes o de sus partidos políticos.
Se les olvidó a los servidores públicos que tomaron la palabra ese día, que se encontraban ante un público capaz de discernir la realidad de la fantasía.
Se les olvidó a los servidores públicos que ese día tomaron la palabra, que los jóvenes egresados vivieron en carne propia la problemática diaria de esforzarse en alcanzar su meta.
Para terminar, solo quiero reconocer en estas líneas, a todas y cada una de las familias de los jóvenes que el pasado 30 de septiembre cumplieron una de sus metas de vida. Por sus desvelos, por sus sacrificios y por su empeño en apoyar a sus hijos e hijas.
A esos jóvenes, y en especial a Luz Angélica, decirles que si bien alcanzaron una meta, el proceso de aprendizaje nunca termina. Decirles que no desperdicien la oportunidad que tienen de SERVIR a los demás con los conocimientos que han adquirido.
A final de cuentas, es ahí, en el servicio a los demás, que pueden dignificar el esfuerzo y los sacrificios que Ustedes y sus familias han realizado. En Ustedes está el que el día de mañana tengamos verdaderos servidores públicos, y no simples alabadores de sus jefes.
Por supuesto, ésa es mi opinión, al final Ustedes tendrán la última palabra. ■