Vivimos tiempos extraños en nuestra sociedad, a punto de finalizar el sexenio del primer gobierno de izquierda de la democracia mexicana, los papeles están totalmente invertidos en cuanto al actuar de las corrientes ideológicas del panorama político de nuestro país.
Para nadie es desconocido que la izquierda por décadas encabezo luchas complicadas en el congreso de la unión, luchas contra reformas y leyes que a su entender iban en contra del interés general del pueblo. Pocas de esas luchas fueron fructíferas, siendo derrotados en la mayoría de votaciones en las cámaras.
Los medios en ese entonces, acusaban a la izquierda de ir en contra de la modernización del país, de ser una oposición que no aportaba y “una bola de revoltosos” que dañaba la imagen de la política mexicana hacia el exterior. Por su parte, la izquierda acusaba un cerco mediático, la compra de voluntades y las negociaciones en lo oscurito para lograr las reformas políticas.
Años después, los mismos medios y la derecha nacional ahora acusan a la izquierda en el poder de autoritaria, de querer imponer su aplastante mayoría sin dialogo y de querer violentar la constitución y los derechos de las minorías.
Sin tener el panorama completo y desconociendo la historia del como llegó la izquierda al poder, se pensaría que están cometiendo los mismos agravios de los que fueron víctimas, cayendo en los abusos del poder y silenciando a los que no comparten sus ideas, imponiendo su voluntad política y aprovechando la mayoría legislativa que poseen para realizar cambios constitucionales a espaldas de su electorado, subiendo impuestos, convirtiendo en deuda pública las deudas de los banqueros, eliminando las jubilaciones garantizadas, etc., pero nada más fuera de la realidad.
La gran diferencia entre la legislatura que acaba de iniciar su periodo y las anteriores, es que en esta ocasión el programa legislativo fue presentado mucho antes de si quiera iniciar el periodo electoral. En febrero de este año, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó un paquete de 20 reformas constitucionales señalando que para llevar a cabo dichas modificaciones, era necesario construir una mayoría legislativa suficiente que no pudiesen ser frenadas por la oposición y esa fue la bandera electoral durante la campaña meses más tarde.
La aplastante victoria de la izquierda, la mayor en nuestra incipiente democracia, hace entender que la ciudadanía avala la necesidad de reformar la constitución, pueden ser mejorables las iniciativas, pero es una señal inequívoca de que la sociedad quiere cambios, conservar el statu quo del sistema podría entenderse como una traición a la confianza de la ciudadanía.
Hay algunos personajes en la política que aún no entienden que la ciudadanía cada vez está más involucrada y quiere ser considerada al momento de la toma de decisiones, el acceso a la información es cada día mayor y el no escuchar a los ciudadanos puede costar mucho políticamente. El tiempo de las cúpulas políticas tiene fecha de caducidad y les llegará el turno de bajarse del segundo piso para entender que en una democracia al pueblo se le escucha.