El sexenio de López Obrador tendrá un crecimiento económico promedio anual (0.9%) menor al de las últimas 5 administraciones federales. Al principio de esta administración se encontraron ciertos obstáculos al crecimiento, tal como la ralentización del sector manufacturero estadunidense (la palanca del mercado mundial para México) en 2019 y la crisis económica derivada de la crisis pandémica del Sars Cov-2 en 2020. Lo cual significó que durante los dos primeros años, el crecimiento económico fuera negativo (-0.1% en 2019; -8% en 2020). A partir de 2021 comenzó la recuperación económica, siendo la tasa de crecimiento de ese año mayor al 6% dado el efecto rebote ante la caída en la actividad productiva del año anterior. En 2022 y 2023, las tasas de crecimiento fueron respectivamente 3.5% y 3%. Dentro de las perspectivas de crecimiento para el año 2024, las más positivas eran del 3% al inicio de este año. No obstante, estas perspectivas tenían como base que la desaceleración que se pronosticaba para este año comenzaría en el segundo semestre, por efecto de las elecciones presidenciales. No obstante, los datos para el primer trimestre del año muestran que la desaceleración ya comenzó de manera pronunciada. Por lo tanto, lo más probable es que el crecimiento económico de este año se posicione alrededor del 2%, o por debajo.
En cuanto al PIB per cápita, en 2018, último año de la administración de Peña Nieto, el PIB por persona fue de alrededor de 195,000 pesos (a precios de 2018). Para 2023, el PIB por persona fue de 193,000 pesos (a precios de 2018). El mismo nivel de 2016. Por lo tanto, el PIB per cápita concretó una regresión este sexenio, ya que terminará con un nivel menor a aquel con que comenzó.
Una condición para el desarrollo económico es el crecimiento. Un crecimiento que tenga una tasa de desenvolvimiento sostenida y significativa. La tasa histórica de crecimiento de la economía mexicana en los últimos 36 años fue de 2%. Lo cual es una tasa insuficiente de crecimiento y que es sólo una tercera parte de aquella del periodo posterior a la segunda guerra mundial (6%). Periodo durante el cual México creció por encima de EEUU, el promedio de países latinoamericanos y el promedio de los países de Europa occidental. Es decir, fue un periodo de industrialización y de cierto nivel de avance en el desarrollo económico del país. La tasa de crecimiento promedio anual del actual sexenio, circuida al 1%, es totalmente insuficiente para apuntalar un proceso de desarrollo económico. El crecimiento económico no es una garantía de desarrollo económico, puesto que el crecimiento económico por sí mismo no atiende los problemas de distribución funcional del ingreso y de dependencia externa; pero sin crecimiento económico no hay posibilidad de desarrollo económico.
Respecto al ritmo de crecimiento económico de este sexenio algunas plumas y voces han emitido comentarios respecto a que la actual administración tuvo que hacer frente a la crisis económica derivada de la pandemia del Sars Cov-2. No obstante, la administración de Ernesto Zedillo enfrentó la crisis de 1994-95 y terminó en un crecimiento promedio anual de 3.5%. Incluso la administración de Felipe Calderón, que enfrentó la crisis mundial de 2008, alcanzó el 1.5% como tasa de crecimiento promedio anual.
Además, las tasas de crecimiento económico de los últimos cinco años muestran que si bien, después de la caída de los primeros dos años, ha habido tasas de crecimiento positivas, éstas han sido progresivamente menores. Es decir, que la economía mexicana anunciaba ya desde 2022 un proceso de desaceleración. Además, el crecimiento económico de 2021 y 2022, solo sirvió para volver al nivel de producción anterior a la crisis de 2020. Por lo tanto, el único año con crecimiento económico superior al inicio de la administración anterior es 2023. El crecimiento del último año muestra diáfanamente algo: no fue la política pública de López Obrador lo que coadyuvó a impulsar el crecimiento económico del país, sino fundamentalmente el efecto del nearshoring.
El reto para la nueva administración es impulsar el crecimiento económico desde bases endógenas. Lo anterior tiene dos factores, impulsar la inversión pública y, para ello, realizar la postergada reforma fiscal.
