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miércoles, 3 julio, 2024
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Y de las arruinas, ¿qué sigue?

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

De la poca simpatía que en México alguna vez tuvo Enrique Peña Nieto prácticamente nada queda.

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Ante la reforma fiscal, y la pésima situación de la economía, el empresariado da la espalda a Peña Nieto y ya incluso se atreve a marchar en su contra como lo hicieron recientemente.

La promesa de que la reforma energética haría que el precio de los combustibles bajaran quedó evidenciada como una vil mentira, pues no sólo la bajada fue mínima, sino que apenas pasada la elección, el precio aumentó de golpe 25 centavos.

Hasta ahora, el único efecto de la reforma a los ojos del usuario es la escasez de combustibles nunca antes vista. Hace unos años Zacatecas tuvo una crisis que llevó al desabasto en toda la entidad, y hoy se habla de una escasez que hace cerrar gasolineras temporalmente y que ha provocado que incluso autobuses de pasajeros queden varados en su paso por Zacatecas debido a la imposibilidad de cargar diesel.

A todo esto se suma el sacudimiento que significó la desaparición de 43 estudiantes normalistas de los que aún se desconoce destino, y recientemente la rebelión de médicos, enfermeros y trabajadores del sector salud que advierten de la posibilidad de una reforma al respecto que complicaría aún más su labor, y que significaría un paso más en la privatización de ese rubro.

En medio de todo ello, los maestros de todo el país se resisten a rendirse y a dar por inevitable la reforma educativa que prácticamente deja en manos de profesores y padres de familia la gestión de recursos de los planteles educativos, permitiendo al Estado lavarse de las manos de una de sus más básicas obligaciones.

En su lucha además, encuentran la simpatía de universitarios y de diversos sectores que pese a los esfuerzos propagandísticos gubernamentales aún no se convencen de las bondades de esa reforma.

Todas estas cosas que dieron al traste con la poca credibilidad de Enrique Peña Nieto al interior del país, terminaron por colarse al extranjero, y deshacer la imagen del “Saving México” de la que se vanagloriaba el priista y los suyos.

Ahora, de esos titulares elogiosos, la prensa internacional pasó a dar cuenta de la brutal represión que dejó al menos 9 muertos en Nochixtlán, Oaxaca, y a organizar debates sobre las iniciativas gubernamentales, como hizo recientemente Al jazeera.

Peña Nieto es recibido al grito de “asesino” lo mismo en España que en Canadá, y en Alemania sectores progresistas presionan a su gobierno a no venderle armas a las fuerzas policiacas y militares mexicanas, pues éstas podrían terminar siendo disparadas en contra de civiles como sucedió en Tlatlaya.

Las giras internacionales ya no son vacaciones para Peña, pues se encuentra con que sus pares se desmarcan de él, e incluso lo exhortan a mantener el diálogo con los grupos opositores, como hizo Justin Trudeau, ministro canadiense quien hace poco le espetó un “yo soy maestro” a quien se ha empeñado a desacreditar a tan noble profesión.

Por su parte Barak Obama, presidente de Estados Unidos desnudó la pobreza argumentativa de tachar de “populista” toda medida en pro de los sectores más desprotegidos y se autoproclamó uno de ellos.

“Si preocuparse por los pobres es ser populista, que me apunten en la lista”, dijo prácticamente Obama, y con ello desacreditó a quienes piensan que el “populismo” es el nuevo come-niños con el que nos presentan “el petate del muerto”.

Todo esto, aunado al desgaste interno, y la falta de candidatos con aceptación,  ha sido leído por analistas prestigiados como el tiro de gracia de la posibilidad de que el próximo sexenio continúe gobernándonos el priismo.

Al naufragio de la figura de Aurelio Nuño parece sumarse la de Osorio Chong, y la de toda un partido que no hace más que confirmar que tal como lo previó Paco Ignacio Taibo II, fueron como una jauría de leones, que con el hambre de no haberle hincado el diente a gusto por doce años llegaron con voracidad a terminar lo poco que habían dejado.

Para los grandes capitales, la apuesta es ahora encontrar la figura idónea que permita concentrar ese deseo de cambio en alguien que no signifique tal cosa, de tal suerte que se logre que todo cambie para no cambiar.

En esa tarea dos son las posibilidades: la primera, inflar una figura supuestamente independiente que bien puede ser Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, o, si se presta, Denisse Dresser o Jorge Castañeda; y la segunda, volver al discurso de la alternancia con una figura panista con mediana aceptación, como podría ser Margarita Zavala.

Una tercera posibilidad está siempre presente: seguir desacreditando la vía electoral, inducir al “todos son iguales”, y buscar la atomización del voto opositor para evitar que alguien pueda capitalizar la decepción de quienes ingenuamente pensaron que el priismo con copete podría ser diferente al priismo pelón. ■

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