El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) luchó desde la izquierda por más de dos décadas para llegar a ser el presidente de México; su objetivo no era acceder al poder por el poder, en sí mismo, sino acceder al poder para poder transformar la vida pública del país.
Hoy podemos decir, que, a casi cinco años de su mandato, el presidente ha puesto las bases de la cuarta transformación (4T); comenzó con separar los intereses económicos del poder político y combatir con ello el tráfico de influencias, los conflictos de interés y la corrupción de la oligarquía y de una clase política acostumbrada a los grandes privilegios bajo la protección de gobiernos sumisos, complacientes y corruptos de los últimos seis sexenios.
Se puso alto a las privatizaciones de los bienes públicos del país en Pemex, CFE y minerales estratégicos como el litio; se terminaron las condonaciones de impuestos a grandes empresarios y monopolios nacionales y extranjeros, que en los sexenios de Calderón y Peña Nieto dejaron de pagar más de 300 mil millones de pesos; se renegociaron los contratos abusivos de Calderón con empresas privadas de ocho reclusorios “cárceles de lujo”; se terminó con el acaparamiento en la compra de medicamentos a solo diez empresas ligadas a funcionarios de gobierno que vendían con sobreprecios; se renegoció la contratación fraudulenta de siete gasoductos para el transporte de gas natural con tarifas altas; se abatió el robo de gasolinas “huachicol”.
Se combate la corrupción, la impunidad y la defraudación fiscal; se puso fin a convenios millonarios de publicidad con televisoras, radio y medios escritos; se cancelaron las altas pensiones a expresidentes de México; se extinguieron los fideicomisos y fondos carentes de transparencia y de honestidad; se terminó con las grandes bolsas de dinero que hacían los diputados a la hora de aprobar del presupuesto, las cuales se repartían y ejercían de manera discrecional y con opacidad.
El combate a la corrupción y la política de austeridad está rindiendo frutos, se han generado ahorros por un billón 400 mil millones de pesos, lo que ha permitido dirigirlos a obra pública y a los programas para el Bienestar.
No obstante, tras la crisis económica mundial derivada de la pandemia Covid-19, México está de pie, la economía y el empleo se recuperan de manera vertiginosa, la inflación está a la baja, el precio de las gasolinas y diésel no se han incrementado; se recupera el crecimiento económico, 2.5% en 2022, y se estima un 3% en 2023; las remesas de nuestros migrantes en 2022 ascendieron a 60,300 millones de dólares, 11% más que en 2021; nuestro país goza de estabilidad económica, lo que da certidumbre a los inversores, la inversión extranjera directa en 2022 alcanzó los 35 mil 292 millones de dólares, la más alta desde el año 2015.
El peso mexicano es de las monedas más fuertes del mundo, se ha apreciado frente al dólar; no se ha contratado deuda pública adicional y se construyen obras estratégicas para el desarrollo del país como el tren Maya, el desarrollo del Istmo de Tehuantepec, puertos, aeropuertos, refinerías como la Olmeca y se adquirieron la refinería Deer Park, en Texas, y 12 plantas generadoras de electricidad de Iberdrola, con lo cual se logrará la soberanía y autosuficiencia de gasolinas, diésel y electricidad antes que termine el sexenio.
Se avanza en la distribución de la riqueza y la justicia social: hoy en día, los programas para el Bienestar (pensión de adultos mayores y discapacidad, jóvenes construyendo el futuro, sembrando vida y becas en todos los niveles de la educación, entre otros) benefician al 25% de los hogares del país, equivalente al 70% de la población.
El presidente López Obrador ha cimentado las bases de la cuarta transformación, pero su mandato termina el 1 de octubre de 2024, el proyecto de Nación debe continuar, no puede haber un paso atrás ni a la derecha; quien lo suceda debe continuar y profundizar la transformación; por lo que, el perfil del sucesor o sucesora es de suma importancia, debe ser alguien que defienda la soberanía nacional, las no privatizaciones, que combata la corrupción, que profundice en la separación del poder económico de monopolios y trasnacionales del poder político, sin titubeos ni medias tintas; que impulse la austeridad republicana y el fortalecimiento de la inversión pública en obras estratégicas para el desarrollo del país; que luche contra las grandes desigualdades y continúe con los apoyos a grupos vulnerables; que fortalezca la democracia y el cumplimiento de los derechos humanos.
Claudia Sheinbaum, fundadora de Morena, cumple con ese perfil, es una luchadora social con firmes convicciones de izquierda progresista, con preparación académica y científica, con experiencia y honestidad, y con buenos resultados en sus gobiernos; es la aspirante presidencial “corcholata” más cercana a López Obrador, goza de toda su confianza, formó parte de su gobierno en el Distrito Federal y de su equipo en las tres campañas rumbo la Presidencia de México; en 2006 fue la vocera de AMLO en la campaña presidencial e integrante del Gobierno Legítimo; coordinó el tema de gobierno y política en el proyecto de Nación 2018-2024; se ha distinguido por la defensa de la educación pública, la salud, la seguridad, la movilidad y conectividad, el cuidado del medio ambiente, los derechos sociales, la defensa del petróleo y de la soberanía nacional.
Gobierna la Ciudad de México con los principios de la 4T, bajo un modelo de gobierno con la filosofía del “Humanismo Mexicano”, con honestidad que da resultados, con fraternidad y solidaridad; contra la desigualdad social y el cumplimiento de todos los derechos, el respeto a los derechos humanos y el bienestar del pueblo.
Es la aspirante “corcholata” presidencial de Morena con mayor aceptación ciudadana, ganadora de todas las encuestas; supera con más de 10 puntos al aspirante más cercano; es quien más garantiza la continuación y profundización de la cuarta transformación.
