Autora: Lucina Calderón Rodríguez
Residencia: Guadalupe, Zacatecas, México
Mi querido Zacatecas,
ahora sí estás amolado;
como dijera tu corrido:
¡mira cómo te han dejado!
Este año dos mil veinte,
la Huesuda se ha empachado.
Desde el mes de marzo pasado,
la flaquita empezó a festejar,
primero por el maldito virus
y luego la delincuencia nos vino más a fregar.
La Catrina presurosa
buscaba que todos salieran.
¡Los agarraré desprevenidos!
sin que las manos se laven siquiera.
Nos encerraron a todos,
no pudimos trabajar.
Los niños, desde su casa,
a la escuela debían entrar.
¡Qué huevones los maestros!,
decían muchos papás,
que se los lleve la Pelona
y que los ponga a estudiar.
Los médicos y enfermeras
a la Calaca desafiaban.
¡A nuestros pacientes no te los llevas!,
y la sacaban a patadas.
La Muerte, muy contenta,
pasaba a revisar
que todos trajeran cubrebocas,
y al que no, se lo iba a despachar.
Altos, flacos, chaparritos,
con dinero o pobrecitos,
sanos o enfermitos,
la Huesuda se llevó a toditos.
Al panteón, muy contenta,
llegaba con montones.
– ¡A ver si estos aprenden!
o los agarro a coscorrones.
La Huesuda presumida
ahora sí nos enseñó
que, si la salud no cuidamos,
nuestra vida se arruinó.
Qué buena lección nos diste,
ahora sí fuiste maestra.
O aprendemos a cuidarnos
o andarás mucho de fiesta.
Gracias a ti, Flaquita,
pues este año nos enseñaste
que la familia y nuestra vida
serán siempre lo más importante.
Y ya vete al camposanto,
por favor, no nos visites.
Déjanos en paz un rato,
¡ya no nos agüites!