CUARTO LUGAR
Autora: Daniela Morales Pineda
Residencia: Ciudad de México, México
Sor Juana, con pluma en mano y luz de velas,
escribía glosas, liras y décimas,
cuando la Muerte, barroca y castiza,
entró a la celda de la monja jerónima:
“Vengo a llevaros, mi ilustre poetisa,
a mi oscuro reino en la lejanía.
Tomad mi mano, partiremos sin prisa.
Quiero poseer vuestra sabiduría.”
Y Sor Juana, en nada agrandándole
la propuesta del esqueleto elegante,
no sin ingenio, osó preguntarle:
“¿Por qué, señora, he de ser la elegida,
mas no el gallardo Carlos de Sigüenza?”
Y respondió la Muerte, sin mucho pensarlo:
“A vos yo confieso, sin menor vergüenza,
los versos de aquél no son de mi agrado”.
La monja, sin querer dejar su morada,
a la Muerte suplicó desesperada:
“No debéis llevarme, dama descarnada,
que inacabado está el Primero sueño”.
La Muerte a la poetisa replicó enojada:
“Juana, vano y necio es vuestro empeño
de querer alejaros de mi osamenta.”
Sor Juana esquivar a la Muerte quiso,
y por eso, no sin temblar, le dijo:
“He de retar vuestro talento, señora mía,
y vos habéis de retar el mío:
Aquella que escriba los mejores versos
quedará dispensada de la muerte,
y por juez, a Dios mismo pongamos.
Decidme, señora, ¿teméis perder acaso?”
Muerte le respondió, colérica y fiera:
“No soy ingenua, mujer lisonjera;
a vuestra poesía nunca podré ganarle.
Y por intento de burla y engaño,
contra vuestra voluntad iréis conmigo.”
Y la Décima Musa, a regañadientes,
terminó por seguir a su amiga la Muerte.