El 4 de noviembre de 2016, mi amigo Jan Martínez Ahrens, de El País me acompañó al Palacio Negro de Lecumberri, hoy Archivo General de la Nación a que su directora, Mercedes de Vega, y María Fernanda Treviño, directora de publicaciones y difusión, me permitieran hojear un expediente que registra la vigilancia de la que fui objeto entre 1962 y 1985. Resulta increíble pensar en la energía, el tiempo y el dinero que invirtió la Secretaría de Gobernación para espiar a una periodista (de nacionalidad suiza y en ocasiones judío polaca).
Bajo la bóveda de lo que antes fue una crujía y todavía conserva puerta y barrotes, Mercedes y María Fernanda pusieron en una mesa un voluminoso expediente. Me dieron unos guantes blancos, de esos que usan los meseros o las afanadoras, y me preguntaron: ¿Quiere que la dejemos sola? Claro que no –me atemoricé.
En México el espionaje lleva años de persecución
