El mundo vive una emergencia general. El resquebrajamiento del neoliberalismo gringo, a la par que muere, va engendrado a un gobierno imperial y fascista que rompe toda norma dentro y fuera de Estados Unidos. Con el argumento de la seguridad nacional se aplican medidas autoritarias y unilaterales. La Constitución y los poderes Judicial y Legislativo de EEUU quedan reducidos a simples floreros. Sucede lo mismo con los organismos y tratados internacionales. Según esa postura fascista, todas las naciones deben alinearse a los decretos del imperio o atenerse a las consecuencias económicas, políticas o militares.
Es importante señalar que el fascismo del vecino del norte es una expresión multifacética, principalmente ideológica, política y militar, que tiene origen en las necesidades de la oligarquía económica imperial de Estados Unidos. Estas necesidades impulsan a recobrar la supremacía económica perdida frente al desarrollo de otras naciones, principalmente las asiáticas encabezadas por Rusia y China.
Durante la celebración de la toma de protesta de Donald Trump, el migrante sudafricano Elon Musk, considerado uno de los hombres más rico del mundo y quien forma parte de su gabinete, hizo el saludo de Hitler de manera repetida. Algunos lo justifican. Es la celebración de una corriente económica, ideológica y política que pretende apropiarse de toda forma de riqueza, sin importar el lugar geográfico.
Más que el saludo nazi, los hechos hablan cuando el presidente del vecino país ha manifestado su interés de anexar a su territorio a Canadá y Groenlandia; apropiarse del Canal de Panamá y del Golfo de México. Por decreto le cambió el nombre. Rapidito y cooperando Google acató el decreto. Luego, el presidente imperialista amenaza con aranceles al mundo entero. Sin duda, se trata de evitar la competencia en el mercado internacional.
El gobierno de Estados Unidos muestra un alto grado de stress y desesperación por el agotamiento del Patrón de Crecimiento Neoliberal. Las medidas de Donald Trump son atropelladas, exigidas por los más ricos del mundo que operan desde esa nación. Su calvario es porque pierden competitividad en los mercados, fracasan en muchos Golpes de Estado e imponer gobiernos sumisos y obedientes. Los que han concretado rápidamente desgastan su credibilidad y consenso social. Por otra parte, fracasan en los objetivos geopolíticos en Ucrania e Israel (Medio Oriente).
Datos diversos, revelan la caída del ritmo de crecimiento económico de, cuando menos, los últimos 30 años. A eso, se suma el aumento del desempleo, la oscilante inflación, el crecimiento de la deuda externa e interna, la desfavorable balanza comercial con países como China, México y países europeos. Incluso lo ha señalado el propio mandatario estadounidense.
Hay que agregar que pierde terreno en la carrera por el desarrollo tecnológico. Con ello, pierde competitividad en los mercados y en su arsenal armamentista, como así lo demuestra su desgaste en las guerras de Israel y Ucrania, en las que siempre estuvo presente. Ese stress y desesperación se refleja en el rostro de un Donald Trump que pretende imponerse con acciones de terror y prepotencia con el argumento de que salva a su nación.
La amenaza de romper intempestiva y unilateralmente con los tratados comerciales para forzar a que el mercado funcione a su contentillo, es señal de pretender una reorientación económica mundial donde la pérdida de la competitividad sea sustituida por los decretos imperiales, las amenazas, el chantaje, la presión política, el intervencionismo económico, político, mediático y, de ser necesario, el militar. Todo por la fuerza, sin razón y sin el derecho.
Desde la toma de protesta, el presidente de USA, dejó en claro su preocupación por la oligarquía económica. Para que no dejar duda de esa preocupación, designó como parte de su gabinete a emblemáticos oligarcas. No habló de la burguesía de menor jerarquía, mucho menos de los trabajadores del campo y la ciudad. Tampoco los tuvo presentes. En cambio, escupió su odio contra la parte más noble y trabajadora en Estados Unidos: nuestros migrantes, creadores de toda forma de riqueza, a quienes usa, maltrata y atenta contra su dignidad, sus derechos humanos y trata como esclavos, al capturarlos en redadas, dejarlos sin derecho a la defensa jurídica, encadenarlos y expulsarlos en aviones militares. Trato muy parecido a los campos de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Independientemente de su alineación ideológica y política, todo ciudadano consciente y comprometido con nuestros compatriotas debiera repudiar estos hechos infrahumanos. Muchos no han comprendido que: “más si osare un extraño enemigo”, todos los mexicanos debiéramos cerrar filas contra una bestial embestida del imperialismo fascista.
Nuestros paisanos viven el infierno de un gobierno que responde a los intereses de los grandes magnates, violenta todo tipo de norma internacional y pretende tener sometidas a todas las naciones para quedarse con nuestras riquezas. Es hora de la unidad.