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jueves, 18 abril, 2024
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La aberración: una historia inimaginable

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

No logro suponer que, aún en la imaginación del más creativo narrador de historias de terror, tuviera lugar un cuento como el que nuestra aberrante realidad permitió. El caso, ya conocido como “del niño Tadeo”, la historia inimaginable de un inocente cuya corta vida estuvo marcada por la enfermedad y la angustia de sus progenitores y que no acabó con su lamentable fallecimiento. No, en este país la muerte dejó de ser una oportunidad para la paz. El recuento necesario es el de una familia, que luego de ver nacer a su hijo, tuvo que dejar la alegría y la esperanza de este acontecimiento por el peregrinar de hospitales e intervenciones por una serie de males, que en pocos meses no tuvieron remedio y terminaron convirtiendo la ilusión en tragedia. Una tragedia más allá aún de su existencia, pues, una vez sepultado ese pequeño ser, suponemos que aún con el pesar y el dolor encima, sus padres se percataron por las noticias que, en el estado de Puebla, en una cárcel, el cuerpo inerte de un niño de apenas meses, con cicatrices similares a las de su pobre hijo, fue descubierto en la basura. Al acudir y constatar tal hecho, es impensable el dolor, la rabia, el cúmulo de emociones de impotencia, que el país entero debiera compartir con ellos, no solo con solidaridad, sino con vergüenza ¿cómo es posible que hayamos llegado a tal nivel de miseria, de barbarie, de conducta innombrable?, ¿cómo la indiferencia nos ha llevado a dejar pasar el hecho de que el cuerpo de un pequeño ser que solo conoció la enfermedad, haya sido sustraído del que debiera ser su lecho de descanso perpetuo, para iniciar un andar de podredumbre, en el que nuestro inexistente Estado de Derecho, le jugó todavía después de su vida, una vulneración de tal grado? El caso del niño Tadeo, a quien le hemos fallado como sociedad no debiera ser uno más. No debiéramos dejar pasar una historia como la suya, en medio de la vorágine del terror que nos rodea, para continuar con otras. A ciencia cierta, tampoco puedo proponer una política o estrategia concreta. No soy especialista en el tema, sin embargo, lo que considero debe ser un dolor extremo, no me ha permitido dejar el tema en para mi conciencia. Aquí está cuando menos este texto. En lo poco que puede hacerse, que es nombrar el caso, llamar a un acto de solidaridad, pero también el de llamar la atención sobre una caída hacia lo que está más allá de la carencia de civilización (pues no me imagino aún en la barbarie a ningún animal, sea humano o no, realizar tal acto por el simple hecho de carecer de normas y valores). Estamos más allá del punto extremo de lo imaginable en cualquier pacto social: hemos roto toda barrera. Cierro, haciendo eco de Emiliano Monge, quien, publicó en El País, el artículo Los padres del niño Tadeo, concluye: Pongámonos, un instante, en el lugar de ese padre y de esa madre: preguntémonos cómo es posible, ante la noticia más espantosa, pensar: es el cadáver de mi hijo. (…) Pensémoslo, sintámoslo un instante y preguntémonos cómo es que hemos llegado aquí.

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@CarlosETorres_

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