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viernes, 29 marzo, 2024
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“Quédate en casa”, como un mantra

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 426

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Una sensación de desfasamiento en el tiempo me ha invadido. Aquí, en este espacio del que no he salido más que para lo mínimo indispensable, sigo laborando como lo hago cotidianamente, pero sin salir. Desde el sitio en que trabajo en esta computadora, tengo frente a mí una ventana que da a la calle y me conecta con el mundo -que ha bajado su ritmo-, muy poca gente pasa durante el día, no ha habido problemas de estacionamiento frente a mi casa y eso ya es mucho decir. El Domingo de Ramos ocurrió algo sorprendente por la mañana: no había carros en la calle, ni circulando, ni estacionados. Solo casas con puertas cerradas. La calle vacía me dio tranquilidad y después un poco de miedo; el silencio en estas calles suele ser inusual, no recuerdo haber vivido un momento así. Abrí la puerta y me quedé contemplando por un momento este episodio de soledad urbana, de belleza y cielo claro. Un perro blanco, desde la azotea de la esquina, me miró y emitió un breve ladrido, como compartiendo mi sorpresa. Supe que era Domingo de Ramos porque mi vecina encendió su televisor para escuchar misa y aunque el volumen era bajito rompió un poco con la quietud de la mañana. Mi amiga Lucía preguntó en FB hace unos días, sorprendida, si era verdad que ya era jueves y yo sonreí en ese momento porque me pasaba lo mismo, el tiempo no parece trascurrir igual.

He recordado también un ejercicio que solía hacer en clase con mis alumnos. Yo lo escuché de alguien y luego lo repliqué con frecuencia como preámbulo para definir cuál es la diferencia entre “misión” y “visión”. Les pedía que se concentraran y que imaginaran por un momento qué sucedería si Dios se apareciera en esos momentos y nos anunciara que teníamos solo 5 minutos de vida… luego les pedía que pensaran muy bien lo que harían en esos últimos 300 segundos antes de morir y formularan bien su respuesta. Recuerdo que la mayoría empezaba a reír nerviosamente, pero el éxito del ejercicio era no caer en el chiste y mantenernos firmes en la reflexión. Casi todos decían que llamarían por teléfono con un ser querido, porque cinco minutos no eran suficientes para trasladarse de un lugar a otro. Muchos eran los que decían que hablarían con sus padres, con su pareja o con algún otro integrante de su familia para pedirles perdón, o para decirles que estuvieran tranquilos, que se iban en calma, que los estarían esperando, que esperaban volverlos a ver… muchos también -y aquí solían aparecer algunas lágrimas- decían que hablarían para decir “te quiero”, o “gracias” porque no lo decían con la frecuencia necesaria. Después de ese “lloradero” en el que participábamos todos, seguía la otra pregunta: ¿Para qué te quieres quedar aquí más tiempo? Para ser feliz, era la respuesta más frecuente. Para ser feliz.

Ese ejercicio en clase cobra nuevamente sentido ahora, cuando ante la inminencia de aumento en el número de afectados por el coronavirus, nos hemos vuelto más sensibles -aunque todavía existen excepciones que insisten en minimizar el problema-; el sabernos vulnerables nos hace poner más atención a ciertas cosas que no considerábamos importantes: hablamos más, escribimos y mensajeamos más, mientras en silencio repetimos el terrible “por si no te vuelvo a ver”.

Quédate en casa. Esa es la frase que hemos visto y escuchado a lo largo de los últimos días y a la que recordaremos durante mucho, mucho tiempo. Como una especie de mantra, lo hemos repetido en voz alta, lo hemos escrito y hasta cantado: quédate en casa, quédate en casa…  Dicen quienes practican yoga, que “mediante la repetición constante y de forma rítmica, en voz alta o de forma interna, se consigue que la persona se relaje y se concentre eliminando todos los pensamientos que le puedan distraer, permitiéndole enfocar su mente en la respiración”. Hay quienes dicen “Om”, otros dicen “Om śāntiḥ śāntiḥ śāntiḥ” para relajarse; usted, durante la contingencia que vivimos, escoja su mantra, su propio sonido, su ritmo, pero quédese en casa.

A propósito de quienes se niegan a seguir las recomendaciones, comparto con ustedes antes de terminar por hoy lo que escribió Constantino Cavafis, en 1911, en “La Ciudad”:

 

Dijiste:

“Iré a otro país, veré otras playas;

buscaré una ciudad mejor que esta.

Todos mis esfuerzos son fracasos

y mi corazón como muerto, está enterrado.

¿Por cuánto tiempo más estaré contemplando estos despojos?

A donde vuelvo la mirada,

veo solo las negras ruinas de mi vida,

aquí donde tantos años pasé, destruí y perdí”.

No encontrarás otro país ni otras playas,

llevarás por doquier y a cuestas tu ciudad;

caminarás las mismas calles,

envejecerás en los mismos suburbios,

encanecerás en las mismas casas.

Siempre llegarás a esta ciudad;

no esperes otra,

no hay barco ni camino para ti.

Al arruinar tu vida en esta parte de la tierra,

la has destrozado en todo el universo.

 

#QuédateEnCasa

 

Jánea Estrada Lazarín

[email protected]

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_426

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