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jueves, 28 marzo, 2024
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4 medidas para el Plan de Rescate que SÍ necesitamos

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

Esta crisis no es catarrito, es una pandemia; y me refiero a la crisis económica en la que estamos por entrar. Y minimizarla, falsea el diagnóstico. México recauda el 16% respecto al PIB, cuando la OCDE lo hace con un 34% en promedio. Esto se mantenía medianamente funcional porque dependíamos de los productos petroleros. Pero ahora mismo no tenemos esos ingresos. Por el contrario, Pemex se lleva una parte importante de recursos en apoyo a su saneamiento. Por otro lado, todas las medidas sensatas para la salida de la crisis señalan la necesidad de apuntalar los cuatro aspectos de la demanda global, especialmente el consumo de las familias y la demanda de la inversión productiva. Pero eso implica que el Estado cuente con recursos suficientes para generar los apoyos a los deciles pobres, y apoyos fiscales, crediticios o fondos perdidos para rescatar a los pequeños y medianos empresarios que son quienes soportan el 80% del empleo en México. La pregunta es, si la recaudación ordinaria se verá seriamente afectada con el (de)crecimiento de menos 4% del PIB, y sería injusto plantear aumentar los impuestos a la renta (ISR) y al consumo (IVA), y además los recursos petroleros están hechos polvo, entonces ¿qué posibilidades tenemos de aumentar los ingresos hacendarios?

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Desde mi punto de vista hay cuatro acciones que se pueden emprender para ampliar la bolsa hacendaria y para la reactivación económica: (1) establecer el impuesto a las grandes fortunas junto al gravamen a las herencias, (2) incrementar el ingreso por productos mineros; (3) un programa especial para la productividad de las Pequeñas y medianas empresas, y (4) proyectos regionales de Economías de Resguardo.
Para pensar el ordenamiento de la economía no basta con el empleo y la inflación, hay que incluir la desigualdad: ahora mismo la desigualad es el obstáculo más importante al crecimiento y al bienestar en el mundo. Y para observar y reflexionar este aspecto de la economía es clave revisar la experiencia de las economías de la postguerra. Entre 1940 y 1980 Europa y Estados Unidos tuvieron sus mejores años de crecimiento y bienestar gracias a que disminuyeron sus niveles de desigualdad que les permitió hacer crecer sus economías. Veamos algunos datos esenciales: en 1900 el 50% de la renta europea era acaparada por el 10 porciento más rico, para 1950 ese decil poseía 32% de la renta y en 1980 poseía sólo 27%. A partir de 1980 entran las medidas de reajuste neoclásicas que regresan al continente a los pasados niveles de desigualdad. En cuanto a la desigualdad de riqueza (propiedad de tierras, inmobiliaria y activos financieros), los datos son los siguientes: en 1900 el decil superior tenía el 88% de la riqueza (Reino Unido llegó a 93%) y cayó progresivamente hasta el 50% en 1980. La caída de 90 a 50 en la concentración de la riqueza por el decil superior fue determinante en el crecimiento económico general de los países de Europa y Estados Unidos. En cuanto al percentil (el 1% más rico), tenemos lo siguiente: en 1900 el 1% más rico tenía el 60% de la riqueza, y en 1980 llegó a concentrar el 15% de la riqueza total. Tanto la redistribución de la propiedad y de la renta fueron los dos elementos que hicieron posible la ejecución de políticas estatales que activaron el ciclo ‘Demanda global- producto-renta’. Además, el Estado con recursos pudo mejorar los sistemas educativos y la infraestructura social que, a su vez, hicieron más productiva la economía. El ciclo virtuoso inició con el gravamen a la propiedad y a las herencias. También ocurrió algo muy importante: los países experimentaron formas flexibles de políticas monetarias una vez que fue enterrado el patrón oro.

Así como la nobleza y el clero tenían enormes privilegios fiscales que tuvieron que ser anulados en la crisis del viejo régimen, en la actualidad hay una nueva nobleza que tiene los mismos privilegios y que reciben de los Estados una especie de ‘populismo plutocrático’: ventajas fiscales y regímenes de excepción. Sus ideólogos mantienen un discurso contra ‘el populismo’ del Estado de Bienestar que apoya los deciles bajos, mientras recibe trato fiscal de excepción.

México debe pasar, por lo menos, a una captación fiscal del 22% respecto al PIB para hacer frente a la crisis. Y lo puede hacer, además de gravar las grandes fortunas y las herencias, incrementando los productos mineros y eliminando completamente el régimen de consolidación fiscal.

Ahora bien, el problema no sólo es con desempleo que habrá, sino con la precarización de los ingresos (bajísimos salarios reales). El 80% del empleo se localiza en las MiPyMEs, pero lo hacen con salarios bajos. Es esencial tener una estrategia para des-precarizarlos. Para esto, debemos pensar en un programa que impacte en la productividad de las MiPyMEs a partir de un esquema de Economía del Conocimiento. En este asunto, un actor clave son las universidades que deberán sincronizarse con la planeación económica para lograr mejores niveles de producción respecto a la inversión y respecto al tiempo.

Por último, los estados y regiones del país, debemos estructurar Economías de Resguardo que aseguren la producción y distribución de una canasta básica bajo esquemas de Desarrollo Económico Local y Economía Solidaria.

El anuncio del pasado domingo es muy conservador y limitado: nos mantiene en los márgenes de las recetas neoclásicas. Requerimos osadía y determinación para dar el salto al cambio de régimen hacendario y de planeación económica Tampoco sirven, ni la ciega adulación al presidente de su masa de feligreses, ni los insultos huecos de una oposición sin ideas. O pensamos y debatimos en serio, o nos lleva la trampa. ■

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