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jueves, 28 marzo, 2024
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Signos vitales

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Desde uno de los aspectos literarios más importantes a mi juicio en toda obra literaria: en “Signos vitales” (Programa Cultural Tierra Adentro Fondo Editorial 474- 2012) se van a encontrar con una propuesta narrativa. Esto es muy importante. Háganse la misma pregunta cada que terminen un libro. Si hay o no una propuesta y cuáles son los mecanismos de los que se vale el autor para configurarla. Por ejemplo, hay autores que no la tienen. No saben lo que es una propuesta. Alguien en algún taller literario les jugó una mala broma. Y sí, pueden publicar veinte, treinta libros; ganar diez, quince premios, becas, lo que quieran, y sin embargo su obra carece de una propuesta sólida. Es como la casa de los tres cochinitos: soplas y pum. Por eso no es que la literatura y sus medios sean tan injustos, como chillan muchos, solo que no sobreviven los mediocres, los que se reciclan, los que apenas ganan un premio y dudan de la inteligencia de sus lectores. “Signos vitales” es una hermosa excepción. Confirmo: “Signos vitales” es también una horrorosa excepción. Ya lo verán ustedes. De hecho el lobo aquí ni siquiera existe ya: está colgado en la rama de un árbol; los tres cochinitos encienden una fogata a sus pies.

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Si hablamos de que la autora de “Signos vitales”, Vanessa Téllez Hernández, es aún muy joven, digamos que menos de treinta años, lo es todavía más, lo de la propuesta narrativa. Dirijámonos a ella por un momento, que seguramente nos lee ahora: ¡venga, Vanessa, los pies en el suelo, que lo demás llega con trabajo, persistencia, más trabajo y, sobre todo, mucha paciencia!
Porque cuando ustedes lleguen a “Signos vitales” comprobarán que ahí está una autora que tiene las herramientas, la carne en la olla, las palabras, su medición, sabe emplearlas, sopesarlas, es decir, no se refieren a Vanessa como “ah, es alguien que está aprendiendo a escribir”, se van a referir a ella como una autora de la que van a querer más, le van a seguir la pista, dónde, cuándo, con quién…

Ahora mismo se los advierto porque lo pueden apostar: Vanessa Téllez Hernández es una autora a la que no hay que perder de vista. En un futuro no muy lejano dará de qué hablar. ¿Lo dudan? Se los voy a poner un poco más claro antes de entrar de lleno a “Signos vitales”: se los dice quien les advirtió que tanto Fernanda Melchor como Valeria Luiselli darían de qué hablar en la transición de la literatura mexicana del siglo XX al XXI. Así que si vienen con reclamos, pasen a la siguiente columna, por favor, y revisen por enésima ocasión las estadísticas del Coronavirus.

“Signos vitales”. Lo primero que me llamó la atención de esta propuesta es la fuerza demoledora de la voz narrativa que emplea Vanessa. Es un juego de espejos: te persiguen a la vez que persigues y todo parece ocurrir en un mismo espacio de dimensiones infinitas.

Esa misma voz narrativa no da tregua alguna al lector. Das un paso, lo da contigo, te mueves, se mueve, te asomas, se asoma. Quiero pensar que, aun sin conocer mucho de la obra de Vanessa, se trata de su propio sello estilístico, esa etiqueta que pones a las latas que salen de tu almacén antes de mandarlas a la tienda. Por eso no es coincidencia que Vanessa excluya de “Signos vitales” el punto y aparte. Se entiende. Todo, hasta los signos ortográficos, son parte de su propuesta.

No solo es la fuerza demoledora con que la voz narrativa da cuenta de los sucesos, todos ellos dispersos, recolectados, armados como un inmenso rompecabezas atemporal, sino el ritmo persecutorio que se mantiene desde el principio hasta el final de la novela: una narrativa vertiginosa que gira sobre su propio eje (y sobre el eje del lector) y que, a partir de estos giros, los cuales conformes avanzas son más frenéticos, construye su propio microcosmos narrativo con elementos poéticos (la metáfora, la anáfora, la comparación, etc.), de tal manera que Vanessa consigue en “Signos vitales” una prosa poética cuyo ensamblaje en ningún momento se derrumba, como sí ocurre con tantos jóvenes autores que se engolosinan en hacer de una mala poesía una peor prosa o viceversa.

No les quiero adelantar aquí la primera frase de la novela “Signos vitales”, esa con la que dicen se debe arrancar una buena novela. Me resisto. No obstante, cuando ustedes lleguen a “Signos vitales” y vean la primera frase con la que Vanessa inicia no me dejarán mentir que se trata de una frase que bien podríamos poner en boca de Pedro Páramo o de Macario, y sé que Rulfo habría estado de acuerdo. Un punto extra para “Signos vitales”.

Durante toda la novela hay una primera persona omnisciente que nos narra y que nos transporta, que nos engaña (mucho del género de la novela va de ello) y que nos transforma, que adquiere consciencia de los estados más humanos y que, sin embargo, también es capaz de vincularse con una voz narrativa que es ciudad, que es cuerpo, que es vida, que es muerte, recuerdos, olvidos:
“Te quedan los recuerdos, fotografías que ya nadie busca en la memoria, pero que a ti cada mañana te da por revivir.

Hurgas en los archivos de tu mente, eludes al pánico que te provoca envejecer y por eso, entre otras cosas, reniegas ser padre (pág. 15)”.

Hay una muy mala noticia respecto a “Signos vitales”. Solo se consigue en el Fondo Editorial Tierra Adentro, si es que aún hay ejemplares. Noticias así a mí sí que me ponen de malas, porque hoy por hoy el dichoso Fondo tiene en su catálogo auténticas bellezas literarias que valdría la pena volver a editar y a las que a todo mundo parece importarles un reverendo carajo. Lamentable. Ahora mismo se me vienen a la mente otros dos autores: Daniel Espartaco Sánchez y Ruy Febén.

Por eso es que la edición que llegó a mis manos es del 2012 y sí, ya sé que no es una novedad editorial, pero me ha gustado tanto que tenía que escribir acerca de ella. Ahora les tengo una noticia buena: Pueden buscar a Vanessa en Facebook, le da por leer cuentos en vivo, le pueden preguntar por la novela y decirles que yo se las recomendé; o bien adquirirla directamente con ella, llegar a un acuerdo, no sé, hagan hasta lo imposible, pero no se queden sin leer “Signos vitales”, por favor… lectura indispensable para el auto aislamiento. ■

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