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viernes, 26 abril, 2024
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Aspiraciones de la clase media y el realismo en la poesía de Brenda Ríos

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 420 / Entrevistas / Poesía

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Brenda Ríos (Acapulco, 1975). Escritora y tallerista. Vive actualmente en un sexto piso en la Ciudad de México. Es autora de una decena de libros, entre los más recientes destacan: Raras, ensayos sobre el amor, lo femenino, la voluntad creadora (Turner, México, 2019); La sexta casa (Instituto Sinaloense de Cultura, México, 2018); y Aspiraciones de la clase media (Ediciones Liliputienses, España, 2018). Algunos pueden ser descargados en la página cuadronegroediciones.org. Colabora en la revista Casa del Tiempo y en otros espacios literarios. Premio Estatal de Poesía María Luisa Ocampo 2018; Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2013. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2019. Su poética es concisa y clara, irónica por momentos, muy profunda cuando los contextos personales la alcanzan, y detonadora cuando el exterior se asoma por las persianas de su oficina temporal. Brenda Ríos se suma a las distintas generaciones de Guerrero que han presenciado los embates de una sociedad convulsa, y que a pesar de esos contextos, levantan la mano con firmeza en la literatura nacional.

 

Armando Salgado: En este inicio de década, ¿cuál consideras que es el estatus de la poesía mexicana?, ¿cómo ubicas tu poesía entre tanta diversidad de estéticas?, ¿qué sitio ocupan las tierras guerrerenses?

Brenda Ríos: Divido a la poesía mexicana en dos tipos: la que suele ser “visible” y “exitosa”, ganadora de premios, que circula en librerías, y la otra: la de bajo perfil, con pocas pretensiones, que transita en redes más que en libros impresos, que no se piensa hecha para meter a concursos y que tiene un propósito entre lo lúdico, lo estético y la confrontación. Una poesía consciente de que no está en “la vitrina”. Hay mucha tela de dónde cortar y (casi) auguro vendrán voces menos formales y sobrias a contar de este país siempre en el acantilado de lo peor.

Sobre mi lugar ahí no lo pienso mucho. Yo empecé a escribir poemas porque leía tantas cosas malas que pensé Yo también puedo hacer eso. Y así empecé. Cuando menos me di cuenta ya había hecho un libro. De la poesía de mi estado te puedo decir que apenas sale de un cascarón decimonónico y rimado y se incorpora como un auto lento a la pista general. Hay de todo, pero lo más importante es que ya existen dos o tres generaciones de poetas. Eso, en sí, es celebratorio.

 

AS: ¿Qué relación tienes con Acapulco?, ¿en este puerto tuviste tus primeros descubrimientos como lectora?, ¿consideras indispensable regresar a esos sitios guardados en la memoria para hacer literatura?

BR: Regreso a Acapulco porque ahí tengo a mi madre. Me gusta por momentos, pienso en irme a vivir ahí, pero luego ocurre que nomás no se me da hacerlo. No es fácil vivir en un sitio así: pobre, sucio, donde la calidad de vida está vetada para la mayoría de sus habitantes. No hay agua, es uno de los sitios más corruptos del planeta (la exagerada no vino) y es una especie de infierno salido de una mala película mexicana. No considero indispensable volver. Pero lo hago.

 

AS: Aspiraciones de la clase media (Ediciones Liliputenses; España, 2018), aborda los múltiples acontecimientos —internos y externos— que se repiten una y otra vez en las nuevas condiciones de la vida moderna; Escenas del jardín (Mantis Editores, 2015), duele: pulsa en un mismo latido el quebranto y la reconciliación. ¿Qué elementos estuvieron presentes en la escritura de ambos poemarios?, ¿tienen alguna relación con La sexta casa (Instituto Sinaloense de Cultura, 2018)?, ¿qué otros libros tuyos nos sugieres conocer y dónde se consiguen?

BR: Aspiraciones de la clase media lo hice poco después de haber trabajado en una oficina, donde hago un recuento crítico de toda esta cosa aspiracional del deseo de la vida cubierta, con prestaciones sociales, como fuimos educados a soñar, y esto ocurrió pocos años después de Escenas… son preocupaciones distintas. Son personas distintas quien ahí escribe. Uno es más irónico que el otro. Escenas… surge de golpe, es la muerte del padre y a la vez una parte más narrativa y simpática que es la historia de dos amantes.

La sexta casa es otra historia. Es un libro que fue armado/pensado por unos diez años. Lo dejaba dormir, volvía, y así. Incluso al final lo edité muchísimo porque había una voz antigua que no parecía la misma que tengo. Como ver una foto tuya de antes con kilos de más o menos y que te cuesta trabajo reconocerte. Ahí hablo de mis abuelos, de la casa de la abuela en la Costa Grande de Guerrero. De las casa donde viví entre Acapulco y la Ciudad de México (donde me mudé nueve veces).

Tengo tres libros de ensayo editados por espacios independientes que son difíciles de conseguir. Entonces los edité en versión digital y están en línea para distintas plataformas en cuadronegroediciones.com y recientemente salió una muestra de mi trabajo en poesiamexa.wordpress.com, mi libro se llama Proyectos Espirituales y ahí hay poemas de varios de mis libros publicados e inéditos.

 

AS: Respecto a las residencias y los viajes: ¿cómo te fue en Sacatar, Brasil, durante esa estancia?, ¿cuáles son tus impresiones sobre la cultura, el arte y la poesía brasileña?

BR: Fue un viaje extraño. Profundo, diría. Me sentí bien y mal. Escribí un libro y bueno, ya es algo. Brasil me gusta mucho, tengo gente amada ahí. Ahora atraviesa un fenómeno de retroceso en materia de derechos humanos; la ultraderecha ha socavado la vida cultural y ha minado al arte. Un país en censura tendrá que esperar un periodo de ajuste y de reestructuración pero mientras los artistas, las mujeres, los homosexuales, los negros, los profesores, los activistas, los indígenas, los defensores del amazonas y todos aquellos que hacían algo a favor de su comunidad la están pasando realmente mal.

 

AS: Frente a un país convulso, ¿cuáles son los retos que consideras fundamentales respecto a la violencia de género, la corrupción en las instituciones públicas y la gentrificación masiva de nuestra realidad?, ¿a qué otras alternativas podemos aspirar?

BR: No podemos vivir en un país que divide a hombres y mujeres desde las políticas públicas, estamos en una guerra de género como no se veía hace mucho. Eso, vinculado al profundo racismo y clasismo, la misoginia y el machismo tremendista, no está haciendo posible una reconciliación entre las partes. Hay que educar desde la primaria y la casa a que niños y niñas merecen el mismo trato, que somos ante todo personas. Si no se comienza ahí se corre el riesgo de normalizar la violencia desde siempre. Los feminicidios guardan una relación cercana con eso: saber que no habrá proceso penal, que saldrán impunes aun si hay pruebas. Sin apoyo de las instituciones encargadas de preservar las leyes y de prevenir la violencia las mujeres tienen poca posibilidad de sobrevivir. El país se compone del horror de lo que en verdad sucede y el horror de las personas bienpensantes que se asustan sin hacer nada. Y eso incluye a las autoridades mismas.

 

AS: ¿Qué suele hacer Brenda Ríos cuando visita el puerto?

BR: Me gustaría decir que tengo la vida de mirrey que todos imaginan. De jetset. Curioso, Acapulco es el segundo municipio más pobre del país, después de Ecatepec, y aún se tiene la idea de que los que vamos somos vecinos de Luismi. Y bueno, no. Es un lugar donde hace calor, hay moscos, hay demasiados turistas en fin de semana. Y cuando voy, suelo estar en casa con mi madre haciendo vida doméstica: hacer el súper, cocinar, ser ama de llaves un rato. Pocas veces voy a la playa. Si debo trabajar me encierro en mi cuarto con ventilador porque en los espacios abiertos es imposible estar (las terrazas son románticas cuando no hay moscos).

Desde que renuncié a la oficina prometí ir más seguido, incluso pasar un mes entero ahí. Por alguna razón he podido hacerlo en el verano. Es someter el amor familiar a una tortura: hay que bañarse tres veces al día y trabajar en pelotas en un cuarto cubierto con mosquiteros con un aparato que respira aire caliente. Como verás, hay que ser francocanadiense y soportar en el invierno temperaturas de -25° para creer que eso es el paraíso.

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RECUADRO

Monogamia
No conocí a las esposas de mis hombres
(todos ellos con un perfil particular
quijada pronunciada, altos, morenos, manos alargadas
temblaban al verme y, sospecho, al no verlas a ellas, las dueñas del tiempo)

Las imaginé redondas, endulzadas por una vida relativamente simple aunque a veces se estresaban un poco,
al retrasar la cena,
un niño que se niega a lavar los dientes, comer o dormir como hacen los niños normales del mundo
imaginé que todas ellas eran una sola mujer
ojos de vaca: llenos de amor
ganaron la batalla de un matrimonio dócil
sin haber sacado el cuchillo del cajón de la cocina

Yo los despedía aún febriles
ellas los recibían calmados y en paz
como si hubieran ido a misa:
con fe y con culpa como hacen los hombres normales del mundo

Me habría encantado hacer una fiesta sólo para ellas
yo usaría un vestido azul
y ellas sabrían quién era yo
y todas sabrían quiénes eran las demás

Se darían consejos del hogar y la crianza
de cómo lograr mantener atados a los maridos
con un hilo suave pero flexible de amor y chantajes finos que no se deben creer
cada una tendría un vaso de vino y en la otra mano el hilo amarrado, como debe ser

Yo no soy el centro de esta historia cruzada
a los veintisiete hombres que amé
los regresé a tiempo
nunca me excedí
no hay que dejar que el cuerpo tierno domine
para que haya amor debe haber contención y brindé
en la fiesta imaginaria con mis rivales
ellas sonreían llenas de agradecimiento
porque su plan no fue alterado
ellas eran las señoras
y yo la anfitriona
de un corazón tan grande
de un alma tan poderosa
que no tomé a ningún hombre para mí
los alimenté de mí
y los dejé libres
como a cualquier hombre normal de este mundo

Credo
creo en las ollas de nueva tecnología
mármol, aluminio, acero
creo en un solo dios
creador de todo
incluidas las ollas con garantía de por vida

creo en tus manos
en los dientes cariados
en la barba de tres días
creo en tu acento cuando pronuncias ciertas palabras
creo en tu pereza

creo que podríamos vivir cincuenta años juntos
pero no lo sabemos aún
y nos da miedo la idea

creo que una rosa abierta es el sexo de una mujer
y los ingleses aman las rosas
le ponen agua en la base de la maceta y alargan su vida
crecer en un país sin sol es ya un logro

creo en los estofados lentos con papas
tomates y romero
creo en la vida doméstica:
de ella sale el mundo verdadero
el que no es de las ideas.
Amo el mundo que no es de las ideas
ni viene de una cueva con sombras

creo en el sol de verano
calentando cabezas y hombros antes de calentar el resto de los cuerpos
creo en los cuerpos que se calientan con sol
y con su propia energía

creo en tener aspiraciones
suaves al inicio e intensas después o viceversa
creo en arrepentirse
en darnos cuenta a mitad de una fiesta donde todos ríen, bailan,
acercan su cuerpo a otros cuerpos,
de que estamos muy muy aburridos de todo
el aburrimiento es un cansancio especial

creo que no podemos esperar grandes cosas
de un país en cuyos lavabos públicos hay
instrucciones para lavarse las manos

creo que lo hemos dicho todo
y el silencio es alta tecnología: no se pega nada
los alimentos conservan su pureza
¿te imaginas?
el brócoli puro, verde intenso,
el ajo, los espárragos,
los trozos de carne
el silencio es algo a prueba de todo
y se puede meter a la máquina de lavar platos
qué belleza

 

 

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_420

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