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sábado, 20 abril, 2024
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Marcado con el número ocho

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Por: DAVID PÉREZ–BECERRA •

La Gualdra 387 / Aniversario 8 Gualdreño

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Marcado por el número ocho, él tenía la virtud de creer en lo oculto. Anotaba en su móvil cálculos inauditos; por ejemplo, descubrió que la sombra del edificio nouveau de la calle Molina, proyectada justo a las 4 de la tarde, durante los primeros ocho días del mes de agosto, era un octavo de la sombra de la torre de Iván el Grande, esbelto y elevado campanario octagonal que durante siglos había coronado el Kremlin moscovita.

El sexto término de la sucesión de Fibonacci le había fascinado desde la infancia hasta rayar en una manía que le llevó incluso hablar en un curioso ritmo octosilábico y a buscar incansablemente ese número en virtudes numínicas y matéricas: en el movimiento eterno de la eclíptica y en el analema solar, en el estampado de las alas de la Diaethria anna y en las puntas de la estrella tartésica, en los huesos del oído humano y en el arcano de la justicia, en los electrones de valencia y en los brazos de Vishnú.

Pero en sus oníricas visiones descubrió que era menester desatar aquel intrincado lazo unido por algún conjuro del Emperador Amarillo, pues estaba convencido que, tras esa relación de simetría, de aquella semejanza, se ocultaba un gran secreto. Una mañana despertó con la sensación del vacío, pues había alcanzado la solución a aquel problema: lo que parecían dos circunferencias unidas por un mágico aglutinante, era en realidad una sola confrontándose al espejo, a aquella ansiada redención que no hace más que aprisionarnos en el único lugar donde el poder se manifiesta en su desnudez: el diálogo.

Emocionado como quien descubre la noción más grande, salió de casa para encaminarse al único santuario que conocía: la Liga de la Corte Sagrada. Ante los ocho jueces él develó que aquello que siempre se había creído sólido, no era más que una frágil construcción que se sostenía por el finísimo hilo de la comunicación. Pero este desencantamiento del mundo no gustó a los Achten, quienes terminaron por condenarlo a ser marcado por el número ocho.

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