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martes, 19 marzo, 2024
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Utensilios, mobiliario y material didáctico en las escuelas de primeras letras

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

Junto con los obligados atriles y canapés (mesas y bancos), entre el material didáctico que con mayor frecuencia se utilizaba durante el horario de clases de las escuelas de primeras letras “arregladas” con el método lancasteriano en Zacatecas, estaban las cartillas, los catones y los imprescindibles catecismos (en especial el del padre Ripalda que era el más utilizado) que proporcionaban a los alumnos el “pasto espiritual”; además de papel, plumas y tinteros. Para la adquisición de dicho material había dos vías: en algunos casos los ayuntamientos por medio de las comisiones de escuelas aportaban una cantidad que se entregaba a los maestros de cada una de las escuelas, o bien, con el dinero que se reunía de las cuotas semanarias que se cobraba a los padres. En los establecimientos que enseñaban con el método antiguo, las cuotas variaban, pues su monto dependía del nivel o grado de aprovechamiento del niño, según fuese “lector” o “escribiente”. Las cuotas eran relativamente módicas, fluctuaban entre un peso semanario en el caso de los “lectores” y algunos reales para los “escribientes”, llegando de eximírseles a aquéllos que no tenían la posibilidad de pagar.
Después de que renunciaron al maestro Ribott de la Normal Lancasteriana, cuatro meses después del escándalo provocado por su carácter irritable que llevó a que tres de los preceptores del primer curso se quejaran ante la JDEP, y que dio lugar a que ésta ordenara una investigación para su esclarecimiento, lo encontramos como encargado de una de las escuelas públicas de la ciudad de Zacatecas. No había perdido la enjundia el habanero. El 13 de junio, uno de los días más significativos del santoral religioso, fecha en que se recuerda a San Antonio, redactó un escrito dividido en dos notas y dirigido a la Junta. La primera nota la titula: “Nulidades radicales que según el método lancasteriano se notan en la escuela pública gratuita de mi cargo”.1
Lo valioso de este documento radica en que nos da una idea aproximada del mobiliario existente en la escuela y el estado en que se encontraba, además del material didáctico, incluida la bibliografía que se utilizaba como parte del Método Lancasteriano. El primer inconveniente que encontró Ribott fue el que la escuela se hubiera puesto en una casa de vecindad, situación que propiciaba algunas incomodidades como el bullicio, y otras distracciones que allí se observaban. El inmueble carecía de un patio tan indispensable para el recreo y la realización de ejercicios físicos que, de acuerdo con el programa de estudios, deberían realizar los niños. Otro inconveniente era que se situaba en los altos de la casona de la Condesa, cuando lo correcto es que se hubiera colocado en el primer piso a ras de la calle y en terreno firme “para que los pies de las mesas y bancas hubiesen quedado clavados en el suelo a una “tercia” o más de profundidad”1.
El nivel de las ventanas no era el adecuado, su elevación que debería estar a siete pies sobre el piso se encontraba al nivel de éste, lo que ocasionaba que, ante la falta de muros para fijar carteles, se tenían problemas para conformar los “semicírculos”. La disposición de las ventanas tal y como estaban, incomodaba la vista de los escolares. A ello había que agregar que carecían de cristales. El salón o sala principal tenía unos boquetes en el costado izquierdo, situación que también obstruía a los semicírculos.
Las mesas eran demasiado angostas, sobre todo aquellas destinadas a escribir sobre papel porque las había aquellas en las que se practicaba laescritura sobre arena, utilizadas en las primeras clases. La angostura de las mismas hacía que se perdiera la jornada laboral y se desperdiciara el papel, “en perjuicio del mismo método”. Si a lo anterior sumamos que su declive presentaba un grado de inclinación poco propicio para apoyarse y escribir en ellas, y no estaban bien sujetas, las labores cotidianas se dificultaban aún más. El problema no terminaba ahí, en opinión de Ribott, la separación que tenían con respecto a los bancos impedía que los niños se sentaran con comodidad, lo que en sí representaba una incomodidad e impedimento para una buena escritura.
También faltaban los tinteros que se requerían y que debían estar “embutidos y clavados” sobre las mesas de las séptima y octava clase de escritura.
El tamaño de los palos conocidos como “telégrafos”, le parecían al maestro Ribott “nulos” por estar pintados de un color distinto al de las tablitas con las letras que sobre ellos se cuelgan. Ello hacía que resultaran imperceptibles los caracteres o números con los que se indicaban las clases que se anunciaban, “que son puntualmente el objeto principal de dichos telégrafos”.
A las anteriores “nulidades radicales” como las llamó el encargado de la escuela, correspondían las reparaciones correspondientes. Se hacía necesario la adquisición de los “útiles que inmediatamente necesita, sin los cuales no puede haber método, ni aún apenas enseñanza” 2.
Referencias de archivo.

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1 Archivo Histórico del Estado de Zacatecas (AHEZ), Fondo Jefatura Política, Serie Instrucción Pública, Subserie Generalidades. “Nulidades radicales que según el método lancasteriano se notan en la escuela pública gratuita de mi cargo”, 13 de junio de 1832.
2 Op.cit., fº 3.

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