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lunes, 18 marzo, 2024
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Representar a Cristo en el viacrucis, un reto físico y mental: Marco González

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO •

“Son tradiciones que no se deben de perder; a mí me curó y estoy agradecido con dios”

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Este año se prepara para elevar sobre sus hombros el peso de una cruz de más de 50 kilos

 

Marco Antonio González Ibarra, originario de Zacatecas, ha representado el papel de Jesucristo en uno de los viacrucis vivientes más antiguos del estado, que en años anteriores transitaba por el barrio tradicional del Rebote de Barbosa, Tanquecito y Segunda de Guerreros, lo que ha cambiado su vida positivamente, pues señala que es un compromiso para el cual se debe estar preparado física y mentalmente.

“Así se interprete cualquier papel en un viacrucis se siente esa adrenalina, y se transmiten esas emociones. Son tradiciones que no se deben de perder. A mí me curó y estoy agradecido con dios; mientras me preste vida y salud seguiré participando. Mi niño tiene 8 años y ya participa”, dice el actor.

Este año se prepara para elevar sobre sus hombros el peso de una cruz de más de 50 kilos, ante la mirada de miles de fieles creyentes, que acuden al viacrucis que se realiza en el templo de Santo Domingo.

Sabe que aunque es un personaje, representar a Jesús de Nazaret significa más que una actuación, pues es adentrarse en el papel para que la gente pueda percibir al personaje cultural y religioso que representa Cristo.

Cuenta que siendo joven, atraído por la música rock, le gustaba usar el cabello largo, y era competidor de bicicrós, incluso llegó a ganar campeonatos nacionales, pero nunca imaginó que este factor, aunado a su complexión delgada, iba a ser lo que provocara que lo invitaran a representar a Jesús.

Cuenta que desde el mes de enero comienzan los preparativos del viacrucis. Los ensayos se realizan tres veces por semana

La invitación surgió por parte de la familia Ortiz, del Rebote de Barbosa, quienes impulsaron el viacrucis en el barrio. Menciona que constantemente le pedían participar, pero él se negaba a hacerlo.

Una de sus razones era que siendo adolescente sentía pena de actuar y otro factor era que no se sentía digno de representar tal papel. Aunque ya observaba los ensayos que hacían los actores en su barrio.

Marco les recomendaba que mejor buscaran a jóvenes que participaban en Jornadas o en grupos católicos de adolescentes, pues ellos tendrían tal vez las condiciones y la preparación para desempeñar dicho papel.

Finalmente, y después de un mes y medio de haberlo pensado, además de tomar en cuenta que en su hogar se le inculcó la religión católica, se decidió a participar justo a unas semanas de que se realizará el viacrucis.

“Decidí meterme de lleno y pensé en solo hacerlo durante tres años y ya. Pero hacerlo cambió mi vida y mi mentalidad, pues es un gran compromiso, te observan niños, y son momentos de reflexión”, expone Marcos.

No pudo hacerlo solamente tres años, sino que participó nueve años de forma consecutiva. Sin embargo, tuvo un año malo en el que fallece su madre y le diagnostican cáncer, por lo que un tiempo no participó.

Él pensaba dejar el viacrucis en buenas manos, pues sentía que ya no acudía el mismo número de participantes, por lo que acudió a grupos juveniles católicos a invitar a los integrantes, a participar en este evento.

Cuenta que desde el mes de enero comienzan los preparativos del viacrucis. Los ensayos se realizan tres veces por semana y se hace en los lugares donde se personifican las escenas de la última cena y el huerto.

También, en años anteriores y cuando Marco no participaba, su hermana Patricia hacía el papel de María. Al igual que con Marco, toda su familia acudía a verla en su actuación. Posteriormente se unieron sobrinos y más familiares a representar distintos papeles.

Algunos de los momentos que para Marco son más significativos son las escenas en la última cena, en el huerto y sobre todo, las tres caídas en viernes santo, la reunión con Poncio Pilatos y la crucifixión.

En esta última escena, y en cada año que ha participado, le ha pasado algo curioso, pues en la hora de la crucifixión, que es entre 12 y una de la tarde, se suelta con mucha fuerza el viento, justo estando sobre la cruz.

Entre sus anécdotas, recuerda que cuando tuvo que titularse de su carrera de ingeniero, se cortó el cabello y algunas señoras y vecinas de su barrio lamentaban que lo hubiera hecho, pues con ello lo identificaban en su papel.

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