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viernes, 19 abril, 2024
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Guía mínima para el crítico electoral

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Por: ANTONIO MARTÍNEZ VELÁZQUEZ •

Hasta el próximo primero de julio todo se trata de las elecciones. No está mal, en un país cuya conversación pública es bastante pobre y la democracia electoral tiene insatisfecha a más de tres cuartas partes de la población, los procesos electorales sirven para ventilar las tensiones sociales, avanzar narrativas de los distintos grupos de interés, reorganizar el espectro político y posicionarse frente a la idea que tenemos (o queremos) del país.
Incluso en la sociedad civil todo se trata del periodo electoral. La juntas con donantes y entre pares se tratan de lo mismo: cómo hacer para incidir en la agenda electoral, cuáles temas son más atractivos para medios y más sensibles para los políticos, etc.
Hasta los que reniegan de que solo se hable de las elecciones participan en el proceso de una u otra forma. Este proceso electoral trae consigo el hartazgo de los últimos años, y la urgente necesidad de cambio. De alguna forma la efervescencia se debe a que existe la oportunidad de poner en vigencia el proceso de transición a la democracia suspendido desde el 2006 por la guerra y la violencia. Las elecciones nos permiten no solo elegir a quienes ocupan el poder sino también a la oposición. Una elección es también un referendum del statu quo.
En los medios de comunicación la cosa es más complicada. La pretendida objetividad y la “crítica para todos” son dos fenómenos instalados en la televisión, algunos periódicos y las ondas de radio; sin embargo, no siempre se puede lograr: los intereses empresariales, las convicciones personales y el contexto en el que operan ponen al comunicador en una posición en donde sostener estos principios es misión imposible. Fuera de ese mundo está la Tuitósfera con sus influencers y demás fauna que, conscientemente o no, pueden ser cómplices de un esquema de arquitectura de la desinformación en red al engancharse en eternas conversaciones con bots y trolls a sueldo.
¿Cómo participar en una conversación (o sea ser un opinólogo decoroso) tan crispada y con tanto ruido?
Ser transparente. Si usted ya sabe por quién va a votar, dígalo. Si es columnista, lejos de traerle descrédito, lo alejará de la suspicacia del lector, que diga sus razones y argumentos de su voto no lo invalida para criticar a su candidato y al resto. En las redes sociales suele especularse sobre las intenciones de cada palabra, si no somos transparentes, es probable que perdamos horas y horas discutiendo sobre esas intenciones. Si no sabe por quién votar, no nos martirice con la angustia que eso le genera (ni trate de que esa angustia se convierta en chantaje político), mejor escriba sobre los hallazgos de la búsqueda y los argumentos en el camino. Es verdad que los medios y lectores en México están poco acostumbrados a esto, pero intentémoslo. Mi apuesta es que se elevaría la calidad del debate.
Sea consciente del contexto político. No, no todos son iguales ni todos gobiernan igual. No “todo es racismo” unas cosas lo son y otras no. No todo es un ataque a la libertad de expresión (muy pocas cosas lo son en la realidad jurídica mexicana). Ejercite el contexto, admita los grados, pondere los discursos (quién los emite, cómo los emite, desde qué lugar lo hace), entienda al adversario, entienda al adversario de su adversario, aléjese y vea el panorámico, acérquese y vea la amplificación.
No trate de quedar bien con todos. No hay nada más irritante que quien con el ánimo de ser crítico, en realidad lo que quiere es granjearse amigos. Si uno es crítico es porque tiene o quiere adversarios (ideas o personas) con las cuales argumentar y deliberar. El crítico no es, bajo ningún esquema, alguien que calcula cada crítica para agradar a cada público. En el mundo de internet (que no olvida) se nos puede revirar cada palabra.
Si se va a poner a teorizar, hágalo con fuerza. Uno de los signos más claros de nuestros tiempos es la falta de postura política. El llamado “fin de la historia” trajo a “los hacedores”, desintelectualizó lo público y despolitizó la lucha social. Si su arma secreta para esta elección es traer la teoría de vuelta, no dude en lanzar bibliografía, buscar marcos interpretativos, adaptar modelos y explicaciones, encontrar ángulos interseccionales para la crítica política. Por favor: hágalo sin pudor, es mejor engancharse en esas conversaciones que en la justificación de cómo nuestras intenciones no son nuestras intenciones.
Si tiene varias “cachuchas” escoja una. La ciudadanía del siglo XXI no es monolítica, una persona participa de la vida pública en distintos papeles: la periodista, la escritora, la empresaria, la militante de un partido, la simpatizante de un grupo político, la que asuste a una marcha, la que firma una petición en línea. A veces esas identidades engendran contradicciones y en otras se amalgaman. Quizá para entender mejor el propio papel en la elección deberíamos hacer un ejercicio de introspección y autocrítica sobre nuestros “yo” públicos y cómo queremos representarlos para que sean útiles a nuestro lector.
No use “frases hechas”. No lo haga, no. Por favor, no. Si decidimos que sí, el mejor ejercicio para armar un buen argumento es investigar el término, la persona, el contexto político, los adversarios y las consecuencias. Si usted va a usar “el mesías tropical” como sinónimo de Andrés Manuel López Obrador, primero entérese por qué surgió el término, cómo surgió, quién está detrás, cuál era el contexto político, cuáles fueron las críticas a esa crítica, cuáles fueron las consecuencias, etc. Si después de esto decide usarlo de todas formas, felicidades, nos arruinará nuestras pupilas con estos atajos mentales de la peor prosa.
Sea consciente de en dónde publica. Nuestros medios, dominados por la publicidad oficial y los acuerdos cupulares entre dueños y políticos, están en el sótano de la credibilidad institucional…junto con los partidos. Si por una buena paga usted decide seguir publicando en Excélsior (por decir un gran beneficiario del dinero gubernamental), no se queje si la conversación deriva en la credibilidad misma de su medio en lugar de las importantes netas que se aventó. Si tiene la libertad, busque un lugar más cómodo (aunque quizá con menos dinero) para publicar.
No se obsesione. A menos que su obsesión le vaya a dar un Pulitzer, no queremos a otro Belaunzarán (o Noroña, para el caso) en redes, con lo que hay, hasta sobra. Está bien que argumente sus posturas, se aviente un round, trollee a alguien, pero en cuanto se haya agotado, pase a lo que sigue.
Hay más vida afuera.
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