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miércoles, 24 abril, 2024
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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

Juan Prawda, alguna vez Director de estudios y proyectos de la Dirección General de Planeación de la SEP, escribió, en el prólogo al primer tomo de su obra “Métodos y modelos de investigación de operaciones” (Limusa, 1976, México), que “…en la medida que formemos una buena infraestructura de tomadores de decisiones y asesores de los mismos, la cortina de “nopal”, en la cual nos encontramos, se esfumará para siempre”. Cuatro años después, en el prólogo al tomo dos, enfatizó “…somos un país “nopalero”, porque no hemos aprendido a relacionar eficientemente problemas con soluciones, aunque tengamos éstas frente a nuestros ojos”. La situación a fines de los 80 en México se volvería desesperada con la crisis del petróleo. Si alguna vez se necesitó de planeación fue a partir de entonces. Pero esta necesidad no alcanzó a muchas universidades públicas que desde entonces se refugiaron en la “cortina de nopal”. La desgracia les llegó cuando el estado dadivoso no financió sus “planes” de jubilación generándoles una crónica descapitalización. Pese a ello decidieron no aprender y mucho menos adaptarse, continuando con políticas inspiradas en el más crudo voluntarismo fundado en una vaga teoría socialista (o estatista) que pretendía obtener todo del estado. Hoy día, frente a la anunciada incapacidad financiera de la UAZ, las tesis siguen hilándose a lo largo de soluciones políticas. Vayan dos de ejemplo: 1.- si llega el candidato x a la presidencia cambiará el modelo económico, 2.- si nos organizamos y resistimos podremos soportar la “tormenta neoliberal”. El problema con estas soluciones es que están desfasadas porque tras ellas no late ya una “imaginación sociológica”  ya que, recordando a Mill (“La imaginación sociológica”, FCE (1997), México), no logran articular la relación entre el universitario común y la estructura de la sociedad en la que vive. La primera recurre a la fábula del “hombre providencial”, que feneció junto a López Portillo, la segunda se difumina en la inacción porque resistir no es transformarse, sino asumir que todo está bien y es un “afuera” (la tormenta) lo que está mal pero pasará. En la universidad la estructura de oportunidades de unos ingresos decorosos para los universitarios se vino abajo porque no se capitalizaron los fondos de pensiones ni se logró incrementar el subsidio ordinario, lo que se transformó en la utilización de los impuestos y fondos de seguridad social para pagar nómina. Generándose deuda, lo que limita la autonomía política y financiera. Por tanto todos los universitarios descubren que están en la zozobra cuando se deciden a pensar sobre el asunto porque el problema no admite una solución personal. Claro, mediante la corrupción algunos se han beneficiado agravando la situación. La perspectiva que nos gustaría ofrecer consiste en insistir que debemos darnos cuenta que los problemas de la institución no son triviales y no admiten una solución trivial. Teniendo eso en cuenta es que los planteamientos no pueden ser ingenuos. Así, como ilustración de una ingenuidad, tenemos la pretensión de “optimización del recurso financiero y humano” sin formularse como un modelo de investigación de operaciones sino como el resultado de una “lluvia de ideas”. Por eso la pretendida optimización nunca es científicamente demostrable; ni siquiera “retóricamente justificable”. Aparte de las ingenuidades están los “falsos problemas”, cuyo ejemplo es la distribución de cargas de trabajo. El procedimiento de asignación es algorítmico por lo que su solución mediante programas de computadora está a la mano. Sin embargo no se hace así porque se prefiere la distribución discrecional para mantener cierta estructura de clientelización. Si se pretende aminorar el impacto de las reducciones presupuestales mediante la optimización se debe ser capaz de generar un modelo complejo de solución, que tome en cuenta los aspectos laborales, políticos, jurídicos, sociales y demás que trae aparejada cualquier iniciativa de intervención sobre el funcionamiento en tiempo real de un sistema en crisis. Tales modelos se pueden elaborar en la misma universidad pero existe el delicado problema de que cualquier solución exitosa es vista como una oportunidad de acceder a los cargos, no como parte de una rutina en una institución que puede aprender de sus errores y autocorregirse. Nos gustaría que el problema de la universidad deje de ser considerado un problema de dinero, lo es, pero no cualquier solución es aceptable porque debe ponderarse contra el futuro que se estaría construyendo de ser adoptada. En este punto es donde entra la capacidad de los universitarios de poder imaginar la vida que quieren dentro de su estancia en la universidad, y es precisamente eso lo que dejan fuera los líderes universitarios que piensan en sus intereses particulares, que incluyen desde gozar de una jugosa jubilación hasta una diputación. Por tanto, a pesar de ser un problema de dinero, su origen se remonta a la falta de imaginación y a que cualquier avance sustancial en el manejo de las instituciones nunca encontró manera de abrirse paso en la universidad: la universidad se maneja con técnicas caducas, con sortilegios políticos hipnosis y brujería. No es extraño: un gobernador de izquierda contrató un chamán para que hiciera llover. Nuestra sugerencia es que consideremos de otra manera lo que insistentemente se quiere ver de
una sola.

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