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viernes, 29 marzo, 2024
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Cuatro rostros de la edición independiente en Argentina

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Por: MALIYEL BEVERIDO •

La Gualdra 306 / Editoriales independientes / Libros

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Una cosa que sigue llamando la atención en Buenos Aires es la cantidad de librerías. No sólo en la popular calle de Corrientes, sino prácticamente en cualquier barrio se encuentran locales de novedades, saldos y libros usados que pueden estar abiertos hasta la media noche. Es un indicativo de que los lectores son numerosos, y que la venta de libros es, si no próspera, al menos viable. La edición, por lo tanto, debe abastecer ese comercio.

A un lado de los grandes monopolios internacionales y los consorcios argentinos de la industria del libro, así como ante el pronóstico de la desaparición del libro impreso, han surgido una infinidad de pequeños proyectos editoriales autogestivos que apuestan por una publicación material. Es decir, hay también multitud de blogs y tribunas digitales muy activas en la difusión de la literatura, pero existe también un interés en conservar al libro como un todo; soporte y contenido.

La efervescencia es tal que la Feria de Editores Independientes de Buenos Aires (www.feriadeeditores.com.ar), que por cuarta vez se celebró en junio, duplicó en este 2017 la participación (casi 140 sellos frente a 80 el año pasado). También la librería La Coop (www.facebook.com/lacooplibreria), en la calle de Bulnes, que se especializa en reunir el trabajo de cooperativas y asociaciones autogestivas, alberga a 245, de las cuales el 90% son argentinas. Claro que lo que se reúne bajo el lema “editor independiente” es muy variado y tiene tantas semejanzas como diferencias en cuanto a visión, pretensiones, dificultades y aspiraciones. Aquí algunos ejemplos:

Alejandro Reynoso conduce el Taller Perronautas. Lo encontramos precisamente en La Coop una fresca tarde del invierno bonaerense. Alejandro está nervioso porque esa misma semana se muda a la ciudad Córdoba, y se lleva para allá su proyecto sin saber cuánto podrá sostenerlo. Estudiante de la carrera técnica de Edición que ofrece la Universidad de Buenos Aires, Alejandro diseña plaquettes para imprimirse en una hoja A4. El archivo pdf de cada plaquette está en acceso libre y gratuito en su página web, de manera que es imposible saber cuántos ejemplares hay de cada uno. “No me interesa contabilizar la producción, la idea es que circule, que se lea y que el material permanezca”. En la página web (tallerperronautas.wixsite.com) hay incluso un video que muestra cómo doblar la hoja para formar la plaquette. Cada hoja ostenta el símbolo de algún tipo de licencia creative communs que puede incluir el permiso de copiar y redistribuir el material en cualquier medio o formato.

Alejandro no es escritor, su interés nace como lector. Él define Perronautas, y así aparece en su página, como “un taller de edición y encuadernación que encara la construcción de artefactos de lectura, escritura y lectoescritura. El interés del taller es lograr producir gestos (de cualquier índole) en el lector como en el escribidor, para eso se sirve de la mezcla de sistemas de impresión, de formatos de impresión, de formatos de libros y cuadernos, el juego con la escritura”. En un año y medio de existencia ha producido once títulos de poesía y narrativa breve de autores emergentes. Perronautas no tiene registro alguno como empresa, y no aspira a ello. No tiene muy claro cómo va a evolucionar, pero está seguro de que quiere seguir en la promoción de la literatura, y desde Córdoba continuará con el diseño de plaquettes.

También surgida de la carrera de Edición, Janit Mindis, junto con la poeta Deborah Hadges, administra Objeto Editorial (www.facebook.com/ObjetoEditorial), una microempresa que, como anuncia en su página de Facebook, “es una editorial en formación que persigue una idea clara: destacar el soporte de las palabras de nuestros autores, volver el papel también un arte”. Janit se sienta y cruza las piernas sobre la silla del Starbucks (¿en serio? ¿Un Starbucks?, ¡habiendo tan lindos cafés en Buenos Aires!) y nos cuenta entusiasmada que “los libros son diseñados, trabajando estrechamente con el autor en función de su contenido, escogemos juntos desde el formato y dimensiones hasta el color de la tela de la encuadernación”. Fue precisamente a partir de un curso de encuadernación que comenzó a hacer libretas para vender, de ese modo conoció a Deborah Hadges y decidieron hacer el primer libro. Janit comparte sin alarde sus profusos conocimientos literarios y sus contactos con la ola más fresca de escritores argentinos. Desde marzo de 2016, Objeto Editorial ha publicado cuatro poemarios, pero no descarta que en un futuro publiquen relato breve. De cada título producen entre 50 y 200 ejemplares, “lo hacemos todo a mano, desde la impresión del título letra por letra con sellos de goma, hasta el corte de la cartulina de las guardas”. Cada libro cuenta con número ISBN, aunque la editorial como tal no se haya registrado, debido a los complicados trámites para ello, y exhibe la clásica leyenda “prohibida su reproducción”.

Alejandro y Janit coinciden en que el lanzamiento del libro es un momento clave, puesto que es cuando los amigos se reúnen alrededor del autor y comparten el gusto por las letras, quizá alrededor de un trago. Para ello es importante el apoyo de lugares como La Coop, en donde no sólo se ponen a la venta los libros, sino que se llevan a cabo presentaciones, lecturas y todo tipo de encuentros.

Un ejemplo más es el de Dédalus Editores (dedaluseditores.com.ar). Fundada en 2006, se puede decir que se ha mantenido a pesar de los altibajos del mercado publicando sólo traducciones. Cuentan con cinco colecciones y han publicado poco más de treinta títulos. Este proyecto representa un modelo más enfocado a la producción industrial del libro, con impresión digital para los bajos tirajes u offset para tirajes arriba de 500 ejemplares, aunque muy lejos de las grandes empresas editoriales. Ariel Shalom, uno de los tres socios de Dédalus, prefiere recibirnos en la sobriedad del café-librería Clásica y Moderna, en Callao. Ariel trabaja con Eugenio López Arriazu e Ignacio Rodríguez. Los tres, egresados de Letras, estudiaron francés y se formaron en la traducción con la práctica apasionada y constante. Nos cuenta que su catálogo está constituido esencialmente por traducciones porque buscan las subvenciones de instituciones públicas o privadas para la difusión de literatura extranjera en Argentina, por lo que la casi totalidad de los textos vienen del francés y el inglés (principalmente de autores clásicos) y recientemente, gracias al mecenazgo de un empresario ruso, han traducido a dos poetas nunca antes publicados en Argentina: Svarovsky y Aiguí. Aunque sus colofones (y sus contratos) indican tirajes de 1000 ejemplares, últimamente imprimen 200 y esperan a que éstos sean distribuidos para imprimir otro tanto. En este 2017 por primera vez publicarán un libro de ensayos de un autor argentino. La diversificación podría llegar.

Todos ellos tienen otros trabajos, ya que los ingresos de la edición son insuficientes para que sea única forma de sustento. Se puede decir, incluso, que trabajan en otras labores para poder sostener sus proyectos.

El caso de Eloísa Cartonera (www.eloisacartonera.com.ar) es muy distinto. Desde su fundación en 2003, como respuesta a una enésima crisis económica, esta original propuesta, cuyo modelo ha sido emulado a través de toda América Latina y ha llegado incluso países europeos, ha ido adecuando su concepto al contexto y a las necesidades de sus miembros. No obstante sus orígenes en la marginalidad, la editorial cartonera cuenta con un stand fijo en la Feria del Libro de Buenos Aires, la más importante del cono sur, y con un estanquillo de venta en la concurrida Corrientes. En los talleres de Eloísa, situados ahora en el barrio de Almagro, nos recibe Alejandro, que no dice su apellido porque explica que entre los miembros de la cooperativa (Celeste, Miriam, María, Santiago, Alejandro) así es como se usa. En febrero 2016 dejaron el emblemático local de Boca, y Alejandro reitera que la única razón para ello fue la posibilidad tener sitio propio y no alquilado. Sin embargo, haber dejado la República de la Boca significa un gran cambio en el proyecto inicial de Washington Cucurto, que contemplaba la participación de los marginados en la elaboración artesanal de ejemplares, transformando basura en arte, ya que ahora la manufactura queda en manos únicamente de los cinco miembros de la cooperativa legalmente constituida. Mientras corta el cartón que acaba de recoger en el supermercado, pues ya poco se compra a los cartoneros, Alejandro hace más preguntas de las que contesta, quiere saber cómo es de donde venimos, desde el clima hasta la política. Yo quiero saber cuántos títulos publican al año, cuántos libros fabrica al día, cuál es el más solicitado, etc., y él a todo responde “quién sabe, qué importa”, pero después de darle vueltas al asunto indica que la contabilidad se limita a gastos e ingresos (compra de resmas de papel / venta de ejemplares), es decir que no posee un registro de la producción. Hay seguramente unos 200 títulos, pero no tiene a mano la lista, ignora si la hay. Como bien se sabe, autores de la talla de Piglia, Aira o Bellatin han cedido textos exprofeso para los cartoneros, pero no hay nada parecido a un comité editorial o una línea que defina el catálogo. Eloísa Cartonera permanece como un símbolo de la resistencia cultural que “estetiza la miseria” en tiempos de crisis.

En lo que todos estos editores coinciden es en que el lector promedio es clasemediero y con estudios superiores -la batalla por llegar a otros estratos está aún muy lejos de ganarse- y en particular el consumidor de libros artesanales es un compacto grupo; entre ellos se compran los ejemplares. Hay muchos más editores; unos aspiran a consolidar una empresa, otros anhelan continuar el rescate de técnicas tradicionales, unos se dedican más a la narrativa, otros al teatro; unos van de la mano de talleres literarios, otros se enfocan en lo colectivo; unos se fusionarán, otros desaparecerán.

No deja de ser un síntoma de salud cultural que esto exista, y que soñadores industriosos pongan en práctica sus conocimientos y busquen nuevos caminos para esparcir formas de pensamiento cristalizado.

 

* Maliyel Beverido nació y creció en las brumas de Xalapa, Veracruz. Es traductora, poeta y promotora cultural. Cursó estudios de lengua y literatura francesa en la Universidad Paris VII Denis Diderot y la Licenciatura en Educación Artística en la Universidad Veracruzana. En el ámbito de la creación literaria fue becaria del FONCA así como del Instituto Veracruzano de la Cultura. Ha publicado cinco libros de poesía, entre ellos Cientos de veces, el cual figura en la colección Ficción de la UV y Decir, libro objeto que reúne 40 poemas en 6 carteles. Ha traducido autores como Guillevic, Xavier de Maistre y Jules Renard. Coordinó los Espacios de Exposición Temporal en el Museo de Antropología de Xalapa de 2005 a 2013. Actualmente está encargada de la Casa del Lago UV, foro de las artes.

 

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