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jueves, 28 marzo, 2024
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Corregir la reforma energética para explotar racionalmente los recursos naturales

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

En su libro DEMOCRACIA REPUBLICANA, publicado en 2010, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari (CSG) se refiere a un documento del Departamento de Defensa de Estados Unidos (EU) publicado en 2010 que, entre otras cosas, señala: “La energía y el cambio climático, dos asuntos fundamentales, jugarán un papel significativo a la hora de definir el tema de la seguridad en el futuro.” Ahora, en 2017, los expertos y gobernantes de los países más poderosos saben que el cambio climático está propiciando cambios geopolíticos significativos, dado su impacto en la pobreza, la degradación ambiental, la escasez de alimentos y agua, la difusión de enfermedades, la elevación del nivel de los mares, la migración masiva y el debilitamiento de los gobiernos. No obstante ello, el mismo documento del Departamento de defensa afirma: “Seguridad energética, para nosotros, representa tener asegurado un abasto confiable, pero también tener la posibilidad de proteger ese abasto y proporcionar la energía suficiente para cubrir nuestras necesidades operativas.” En el capítulo 11 del mismo libro, CSG afirma que el Departamento de Energía de nuestro vecino del norte estima que “a pesar de la caída previsibles del yacimiento Cantarell la producción petrolera de México podría llegar hasta los 5 millones de barriles diarios para el 2030”, para lo cual planteaba que México debería permitir a Pemex utilizar la mayor parte de sus utilidades en operaciones de exploración y producción, y hacer alianzas estratégicas con empresas norteamericanas para incrementar las reservas y la producción de crudo para incrementar la seguridad energética de EU.

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En el mismo capítulo, CSG informa que “Durante la negociación del TLCAN, el gobierno de EU presionó de manera insistente para obtener garantía de abasto del petróleo mexicano y participar en su propiedad y explotación.” Ante esa presión, dice Salinas que él planteó un capítulo sobre el libre tránsito de personas, ante lo cual el presidente Bush señaló que su Congreso jamás ratificaría un acuerdo que incluyera esa propuesta, lo que le permitió contra argumentar que su Congreso tampoco admitiría ningún menoscabo a su soberanía sobre la industria petrolera. De manera que el TLCAN no incluyó ninguno de los dos temas. La información de CSG permite dimensionar el significado de la reforma energética de Enrique Peña Nieto, pues es evidente que accedió a las exigencias de EU a cambio de nada, pues las alianzas con empresas extranjeras, anunciadas por su gobierno para extraer petróleo de las aguas someras y profundas mexicanas solo son compatibles con la seguridad energética de los EU, y deja de lado los compromisos de México en el combate al calentamiento global. De lo anterior también se puede concluir que habiendo conseguido lo que querían en materia energética, los EU han decidido utilizar la mano dura contra los emigrantes mexicanos para obtener nuevas concesiones, veremos pronto de qué se trata.

De todo lo anterior es fácil concluir que el pueblo mexicano debe sustituir al equipo que ha venido gobernando en los últimos 35 años, por otro que ponga en el centro de sus preocupaciones el bienestar general y la sustentabilidad ambiental. Es fundamental tener en cuenta que el incremento de Carbono en la atmósfera, producido por los combustibles fósiles como el petróleo, provocará cambios ecológicos profundos en los bosques, extinción de plantas y animales, desaparición de glaciares, disminución de fuentes de agua dulce, cambios en los cultivos, inundaciones, pérdida de arrecifes de coral, hambrunas, deslaves, tormentas, enfermedades, y muerte.

Existe un vínculo entre el cambio climático y los hidrocarburos, ya que la quema de combustibles fósiles es la principal fuente de emisiones de CO2. A pesar del estado de alerta climática – debido al creciente número de desastres, cada vez más intensos y frecuentes, al descongelamiento de los polos, etc. – el centro de la discusión de los diferentes gobiernos, no está en cómo bajar la cantidad de crudo en el mercado, tal como se acordó en el Protocolo de Kyoto, sino en cómo abaratar su costo y por lo tanto cómo continuar con un modelo de desarrollo basado en la utilización de combustibles fósiles como principal fuente de energía. Aunque bajar el consumo de petróleo es una meta de este Protocolo, cada vez aumenta la oferta petrolera en el mercado, a partir de crudo proveniente de nuevas reservas, o de alianzas como las acordadas por el gobierno de EPN.

Muchas de estas nuevas reservas petroleras se localizan en países con grandes extensiones de bosques naturales y en mares profundos, por lo que la extracción de petróleo, en estos casos, tiene  un doble impacto en el cambio climático: la destrucción de organismos fotosintéticos que absorben CO2 atmosférico, procesos de deforestación, que implican la liberación de CO2 a la atmósfera;  y, por otro lado, incrementa el uso de los combustibles fósiles almacenados en el subsuelo y la emisión de gases que aumentan el efecto invernadero.

Los países industrializados, que han rebasado la capacidad de absorción de todo el planeta con sus emisiones de CO2, ahora quieren ocupar, por las buenas o por las malas, el territorio de los países subordinados y el mar internacional, para incrementar la oferta de petróleo para bajar los precios e incrementar la competitividad de sus empresas y sus ganancias. A menos que lo impidan pueblos cómo el mexicano.

 

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