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jueves, 28 marzo, 2024
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Un rockcito para todos los roles / Otro rock para la cultura

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Por: JAIME FLORES GUARDADO •

Definitivamente, el rock en su diversidad permite apreciar los buenos momentos de una gama de subgéneros que se esparcen por toda la ciudad, bandas nuevas y añejas que proponen su musicalidad con la finalidad de que la audiencia disfrute de sus preferencias sin menoscabo de  esfuerzo e intencionalidad.

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Para continuar en la brega, debes creer que lo que haces es lo correcto, de lo contrario, caerás en el eterno dilema de seguir o dejar que otros hagan lo que a ti te gusta hacer; motivos hay suficientes, sin embargo, si deseas ser diferente, afrontarás las consecuencias de tu arrojo y escucharás opiniones encontradas respecto a la labor que te echaste a cuestas y aceptarás que los detractores tienen razón, su realidad es muy diferente a la que tú vives, ellos no se desprenden de su tiempo para realizar un evento cultural, menos sacarán un billete para pagar sonido, backline y conseguir espacio, sólo se concretan a criticar y emitir juicios que corresponden a su gloriosa existencia, esperando que los demás lo hagan para verter su inconformidad.

Como haya sido, los rockeros zacatecanos fueron testigos de un acontecimiento poco común, del aniversario de una sección dedicada al rock de aquí, sin grandes escenarios, luces, pantallas gigantes o monstruos sagrados del rock; eso sí, las mejores bandas de Zacatecas en escena, refiriéndome a las mejores como aquellas que siempre han colaborado con la cultura, con toda la voluntad de hacerlo, sin restricciones, sin tapujos. Quizá haya mil con enormes capacidades técnicas e instrumentación; a lo mejor existen colosos que tocan varios instrumentos a la vez o tienen la simpatía de las chavas más hermosas del orbe o, en un descuido, poseen una vasta colección de guitarras y teclados que los hacen aparecer como superstars, pero ¿dónde están? Por estos lares no se han presentado; sólo acudieron al llamado aquellos verdaderos guerreros que aman al rock como a sí mismos.

Muchas respuestas postergadas, falsas promesas en la sala de espera y, al fin, llega el sonidero con su acostumbrada parsimonia, mientras Lorenzo, pasando las de Caín con un cigarrillo, otro, otro más, y casi al filo de la navaja, estaba listo el espacio que mostraba en la parte posterior a un gran músico zacatecano, Genaro Codina. Apenas arrancan las primeras notas a los instrumentos los paganos de Trollheim, cuando se botan las pastillas del centro de carga, como si una maldición persiguiera al Colectivo, porque apenas aislaron los cables que nunca trae cubiertos el señor del sonido, cuando ya tres payasos estaban reclamando la plaza para hacer su show; el ayuntamiento los reubicó apenas unos días antes a este local público y exigían a los rockeros que desalojaran el stage porque a ellos les correspondía para llevar el sustento a su familia. Hubo necesidad de que llamaran a los flamantes representantes del gobierno que, escudados en una charola, quisieron retirar a los rockeros como si fueran personas sin criterio, nunca imaginaron que los argumentos presentados los obligaron a poner pies en polvorosa para dar rienda suelta a la propuesta “viking” de los Trollheim, que es una banda de trascendencia, de aferre de sus dos integrantes iniciales, Víctor Rodarte, en la batería, y Chava, en el bajo, un nuevo guitarrista y un vocal que, en verdad, supera lo hecho con anterioridad. Cientos de agrupaciones se forman a diario, pero no todas conservan la esencia y la constancia que ésta posee. De inmediato, los chavos bandosos de Urbanicidio ya le estaban dando a sus guitarras con ese rhythm and blues que los caracteriza; poniendo en alto su origen, son el orgullo de la Lázaro Cárdenas, aquella franja situada en la montaña que evoca la esplendidez con que los comunistas setenteros defendieron a favor de la clase trabajadora; si vieran cómo anda el agua, a lo mejor Pérez Cuevas y compañía se irían de espaldas; ¿cuál izquierda?, ¿cuál lucha?, nada de eso existe, sólo vestigios de una época de ensueño, en fin, ya vendrán otros momentos históricos. Lo cierto es que Varela, el de la armonía y voz, denota su gusto por la denuncia y retrata perfectamente pasajes y personajes de un Zacatecas que no se deja vencer por la adversidad; el requinto de Piña no se aparta de la melodía, en dolorosos riffs que recuerdan la vieja escuela, mientras el chaparrito del bajo y Kike, el bataco, comulgan de la misma musicalidad para llevar un ritmo que da gusto.

‘Lalo’ Valtierra, bajista de Excalibur, en ZacatecasTres personajes que parece fueron arrancados de alguna página de revista rockera alusiva a la era del acuario aparecen displicentes ante una sorprendida audiencia que esperaba otra banda metalera: “Nosotros somos Excalibur, de Aguascalientes”. Sin decir agua va, abren el show con un blues de los grandes maestros, El blues del rompecabezas; la verdad, tocan con todo el corazón las piezas que integran el set, el cual se compone de tres covers; otras dos rolas de las que tocaban en la etapa de Toncho Pilatos Grupo, Dejaloa y Corriendo con ella; el resto son piezas que han compuesto desde sus inicios, en abril de 1980. Raúl Gómez es un baterista muy completo que ama la música de rock y lo externa a través de su instrumento; Lalo Valtierra, siempre en la búsqueda constante por mostrar a la audiencia sus avances en los arreglos que hace desde su instrumento de cuatro cuerdas y esa aguardentosa voz que plantea por un buen rock de carácter clásico, mientras la figura hippiosa de Gus sorprende con sus nostálgicos riffs de una antigua guitarra que ha sobresalido por su soltura y limpieza en la ejecución; podrán existir guitarristas más veloces, muy técnicos, pero alguien que tenga el feeling de un músico arraigado en la mejor época del rock, sólo Gustavo Rangel, con Excalibur.

Un guerrero incansable del rock zacatecano, Rubén O. Méndez, vocal de la banda death metal PacalLa sempiterna agrupación Pacal, una de las más longevas en el circuito estatal, hace acto de presencia para mostrar a la audiencia por qué es la banda que más toca para la gente; una gran aportación a la cultura del rock, sin aspavientos ni otro tipo de actitudes que no sean las de ofrecer un buen espectáculo. Como siempre, el Betillo, en los tambores, aporreando a diestra y siniestra, para dar el toque que el sonido Pacal ha estructurado en base a los sonoros e inconfundibles riffs del “Fitty”, uno de los mejores guitarros zacatecos que coloca en el ambiente las armonías para que Rubén se discuta con las tremendas vocalizaciones que, desde el inframundo, atrae para beneplácito de una ansiosa audiencia que, a la de ya, estaba desatada en ese emotivo slam que pocas bandas logran en sus actuaciones, así, espontáneo, sublime a momentos, agresivo en otros, pero siempre en el disfrute en el momento de dar, impresionante en su postura. El chaparrito Ene, poco a poco, incorporándose al sonido de la banda que Pablo imprime al ritmo de los sonidos graves, amenazando con ser uno de los más sólidos bajistas del circuito con su peculiar manera de abarrotar las piezas propuestas. Estos músicos son los que merecen estar en los mejores escenarios estatales, como una muestra de lo que están haciendo en materia de interpretar la música actual, amén de conjuntar a otras agrupaciones de excelente nivel como Postnecrum, Ansuz, Mil900, Aurea Hybride, Ángel Nocturno o Ixion y otras que se han ganado a pulso un lugar en la escena nacional.

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