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viernes, 26 abril, 2024
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Subjetivaciones rockeras / El lenguaje y su diversidad

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Mencioné en mi participación anterior cómo fue que, a través de la historia de la humanidad, el lenguaje ha sido un factor esencial para el desarrollo, y aunque habrá quienes puedan decir que muchos de los seres vivos poseen una especie de lenguaje, nadie puede negar que por medio de él, nos definimos y definimos nuestro entorno; Georges Bataille lo dijo de mejor manera: “El lenguaje define de un plano al otro la categoría del sujeto-objeto, del sujeto objetivamente considerado, conocido desde fuera tan clara y distintamente como sea posible”[1].

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En realidad, el punto al que pretendo llegar es realmente simple y podría ir más al grano, pero no pretendo perder la oportunidad de deleitarme en mis subjetivaciones, así que espero se me disculpe la honestidad. Decía, pues, que los seres humanos hemos utilizado el lenguaje como un medio efectivo para sortear una infinidad de obstáculos; del mismo modo, cuando es creación humana, también está sujeto a los procesos evolutivos propios de nuestra especie, en ese sentido, no sólo se ha diversificado, sino que también se ha sofisticado. Vale tener en cuenta que, al ser el lenguaje un conjunto de signos o señales que nos comunican o nos dan a entender algo, éste no necesariamente es verbal, aunque la oralidad y la escritura tal vez representen su cúspide.

El lenguaje, que como mencioné anteriormente, parece vivir un constante proceso de sofisticación y diversificación, no deja de ser, como nos lo ha dicho el historiador Miguel León Portilla, “… el índice, el inventario de la propia cultura”[2]; en ese sentido, gracias al lenguaje, nos hacemos conscientes de nuestro contexto y pretendemos compartir con otros nuestra interpretación del mismo. Es decir, el lenguaje nos permite manifestar nuestros afectos, aversiones, filias, fobias, tendencias, necesidades, etcétera, y al ser tan diverso, nos deja hacerlo a través de múltiples medios, y como ya lo mencioné con anterioridad, el hablado o el escrito son los más utilizados.

Pero así como de pronto nos encontramos a dos sordomudos platicando en la calle (si es que se me permite la expresión) mediante un lenguaje de señas, la mayoría de quienes proferimos palabras y las escuchamos, cuántas veces no nos hemos guiado por una serie de dibujos que, a lo largo de la carretera, nos permiten llegar a nuestro destino. Y así como el lenguaje puede ser sígnico, como esos anuncios que vemos en las calles o en las carreteras, la manera de comunicarse por medio de señas y gestos o del uso cotidiano del habla y de la escritura, también lo es simbólico, como algunas religiones, templos u otro tipo de recintos y, desde luego, el arte.

No obstante, las personas, en nuestro afán de darnos a conocer, de hacernos presentes y de ser tomados en cuenta en este mundo, recurrimos a múltiples formas de lenguajes. Me viene a la mente, de pronto, el hecho de que quienes tienen la posibilidad recurren a vestirse o ataviarse con prendas o accesorios que indiquen que se pertenece a un determinado estatus social, o que tienen ciertos gustos o preferencias. La vestimenta se ha convertido en un medio para identificar un modo de pensar y de ver la realidad o de afrontarla, en pocas palabras, en un lenguaje, mismo que es más manifiesto en las denominadas tribus urbanas; así, por la vestimenta, en buena medida, podemos decir de alguien que es fresa, vaquero, cholo o rocker, por poner algunos ejemplos.

No cabe duda de que lo anteriormente dicho entraña una serie de prejuicios que nos pueden mover, tal como a morenazis, a la intolerancia, sin embargo, nadie puede negar que en nuestra realidad cotidiana no deja de existir cierta proclividad a conducirnos así. En pocas palabras, la vestimenta, en la mayoría de los casos, se ha convertido en una especie de lenguaje. Podría decirse que la diversidad de lenguajes, en la medida en que cada uno de ellos define una postura en el mundo, es benéfica, aunque no podemos negar tampoco que entraña aquel problema que nos fue representado, simbólicamente, con la alegoría de la Torre de Babel. Pienso que entre más nos distingamos del resto, que entre más nos diferenciemos de los demás, más distantes nos resultarán los otros y estaremos encaminados al solipsismo; creo que si bien es importante darnos a conocer ante el mundo como una peculiaridad, también lo es buscar en los otros aquellos elementos comunes que nos permitan convivir con más armonía.

Otra forma que a mí me parece una especie de lenguaje, pero más sutil, es la actitud; por medio de ella, podemos transmitir también formas de pensar y de ver la vida, lo que nos gusta o nos disgusta. La actitud, entendida en este sentido, puede prescindir incluso de otras formas accesorias de lenguaje; a fin de cuentas, vale más el ejemplo que el consejo, decían los abuelos. Veo yo que, principalmente entre los jóvenes, hay una intención más marcada por manifestar, mediante el vestuario, las convicciones; yo mismo me lo propuse por varios años.

El rock, en ese sentido, nos ofrece un amplio abanico de manifestaciones; llámense metaleros, punks, darks, grunges, etcétera, tienen un distintivo particular que los diferencia del resto de los demás; insisto, yo mismo me lo propuse en mis años mozos. No obstante, con el pasar del tiempo, cae uno en cuenta de varias situaciones, y nos percatamos, por ejemplo, de que ciertas prendas, peinados o accesorios que teníamos por muy preciados, a cierta edad, ya no nos permiten sentirnos cómodos o de plano ya no se nos ven bien, no obstante, uno sigue manteniendo vigentes muchos de los gustos de nuestra juventud, algunos incluso con más intensidad; entonces, ¿cómo podríamos expresar nuestros gustos? Pienso que, en algunos casos, habrá quien tenga la fortuna de contar con un espacio como éste, en el que se pueden manifestar puntos de vista muy personales; también está la tecnología, por medio de las redes sociales; empero, para quienes no encuentran otra forma de hacerlo, queda una muy efectiva: la actitud. Las modas y las vestimentas se irán, pero la actitud permanecerá.

[1] Bataille, Georges, Teoría de la Religión, Taurus Humanidades, España, segunda edición 1999, v. p. 35.

[2] La Jornada, La Jornada de enmedio, p. 5, del sábado 23 de febrero de 2013.

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