El Ayuntamiento de Calera, a cargo de Miguel Murillo, llevó a cabo la entrega de reconocimientos a todas las personas cuyo apoyo, compromiso y dedicación hicieron posible la realización del programa de las fiestas patronales en honor a San Isidro. Además, el alcalde también recibió un reconocimiento por su aporte a estas tradiciones que mantienen viva la fe del municipio.
Entregan reconocimientos por las fiestas patronales en Calera
Realiza Joaquin Trujillo Art Walk para conmemorar Día de los Museos
Con motivo del Día Internacional de los Museos, en el recinto de Arte Abstracto “Manuel Felguérez” se llevó a cabo el Art Walk con Joaquin Trujillo, una experiencia única para recorrer la exposición temporal “Forma y figura hasta la sepultura”. En compañía del autor y otros colaboradores del montaje, los asistentes pudieron aprender más sobre el contenido de esta muestra que estará en exhibición hasta el próximo 15 de junio.
Imparte DIF de Zacatecas capacitación de alimentación para personas adultas mayores

El DIF capitalino, en coordinación con la Dirección de Cultura del Ayuntamiento, la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (BUAZ) y el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), llevó a cabo una jornada de capacitación enfocada en la nutrición para adultos mayores.
La ponencia estuvo a cargo de la doctora Paola López, especialista de la BUAZ, quien ofreció una charla dinámica y práctica sobre alimentación adecuada en esta etapa de la vida.
Alrededor de 60 asistentes participaron en este encuentro que buscó brindar herramientas para una mejor calidad de vida.
Durante el evento, la directora del DIF Municipal, Mitzia Peláez, subrayó la relevancia de impulsar actividades conjuntas que atiendan las necesidades de los sectores más vulnerables.
“Cuando se suman esfuerzos, se logran grandes resultados, sobre todo en beneficio de quienes más lo necesitan”, afirmó.
En ese mismo marco, la titular de Cultura, María del Mar de Ávila, anunció que próximamente se habilitará un espacio exclusivo para actividades recreativas dirigidas a personas adultas mayores dentro de la Casa Municipal de Cultura.
“Queremos que este espacio sea un punto de encuentro y aprendizaje, donde puedan desarrollar nuevas habilidades mediante talleres y capacitaciones especialmente diseñadas para ellos”, expresó.
Introyectos
La Gualdra 668 / Teatro
Por Vanessa Carlos
Hay obras que no sólo son presencia, sino que irrumpen. Introyectos (Dir. Mario Cristerna / Co-Dir. María Ovalle) basada en el cuento de Fernanda del Monte, es una de ellas. Con una potencia escénica cruda, simbólica y una desgarradora honestidad emocional, se despliega una visión profunda, perturbadora, y hermosa dentro de su abismo. El escenario minimalista (a cargo de Servando López) se extiende sobre una oscuridad oracular, donde descansa el mapa de una caracola y escasas piezas de madera: una silla, una cruz vertical, un pequeño banco. La obra desarrolla un universo íntimo que explora el drama de una figura fragmentada, con conflictos identitarios, especulares de una máscara semitransparente a través de la compleja visión de un hijo y sus tortuosos vínculos familiares.
Un hombre delgado, con la piel casi adherida al hueso, ataviado con un blanco absoluto, remite a una pureza cercana a la soledad, casi violenta, aparece en escena. Somatiza el lenguaje. Su voz, la materia que sostiene la experiencia.

El sonido (a cargo de Pais Villagrana), el ritmo, la resonancia son protagonistas centrales. No acompañan ni decoran, sumergen, construyen, recrean atmósferas casí oníricas propias de la introyección sensible. El silencio y la locura dialogan por la llaga de su alma, como quien atraviesa un desierto interminable.
El monólogo o mejor dicho, el diálogo fantasmal es una corriente de conciencia desgarrada, un flujo sin filtros ni consuelo, donde se funden frases en libertad, recuerdos, delirios, voces internas, símbolos. Un niño —o el eco de la infancia convertido en hombre— intenta liberarse de la figura materna, de la violencia visceral, de la sombra del padre ausente, del hermano incierto que puede o no existir. La infancia como tierra sagrada donde se libran las batallas más oscuras, recordando lo que recita T. S. Elliot en su tierra baldía, april is the cruelest month… un mes en que la lluvia no refresca, sólo hace germinar al miedo.

El personaje entra y sale de sí mismo. Se cubre con una bolsa negra; tiembla, juega, sufre. pide que lo saquen. Se introduce en un armario. No puede hablar. Cada acción está cargada de sentido simbólico, y sin embargo nunca pierde su autenticidad emotiva. El fuego se apaga lentamente. Nadie lo escucha. Nadie lo entiende. Pero como espectadores, resentimos la pregunta por lo real.

La puesta en escena es hipnótica. La dirección apuesta por una tonalidad que intensifica el contenido sensible. La actuación es magistral: el intérprete sostiene la tensión durante toda la obra desde la corporalidad extrema, una voz capaz de atravesar el rango del susurro al grito, y una presencia que encarna la fragilidad y la furia. Es un ente que se quiebra, una psique que se dispersa, una identidad que se vuelve espectro dentro de su crisis existencial.

Introyectos es, en esencia, una meditación sobre el dolor procesal, sobre las memorias que nos habitan sin aviso, sobre los fantasmas familiares que llevamos dentro y hablan desde la herida. Su estructura circular refuerza la sensación de encierro, de repetición, de destino atrapado. No hay redención fácil. Hay verdad. Y la verdad, en esta obra, es incómoda, bella, devastadora.
Esta propuesta no sólo destaca por su complejidad artística y emocional, sino por su capacidad de conectar con algo profundamente humano con el espectador: el deseo de liberarse de lo heredado, de lo impuesto, de lo que duele pero aún no tiene nombre. Introyectos se alza como una experiencia escénica radicalmente contemporánea, que desafía los límites de la lengua teatral y abre un espacio donde la locura, la infancia, la violencia y la sensibilidad comulgan sin concesiones.

Por todo ello, Introyectos no es simplemente una obra destacada: es una obra necesaria, por su valentía poética, su potencia simbólica y su excelencia interpretativa.
Filtrar el recuerdo
La Gualdra 668 / Libros / Poesía
El mar es nuestro bosque.
Reinaldo Arenas
“Paseo el corazón de humo que me quedó en el pecho”, escribe Odette Alonso (Santiago de Cuba, 1964) en Lo que transcurre, libro que vio la luz hace unos meses. Salió del horno luego de una cocción a fuego lento en donde hierven emociones vigorosas, las cuales son aprehendidas por la poeta para que no se disuelvan como el humo. Son versos-olas, van y vienen como un movimiento marino y se quedan en el recuerdo con todo y sus olores.
Ésta es una obra hecha con respiraciones agitadas y con ellas arma, en más de un sentido, un caldero de palabras salobres y humedades con sensaciones térmicas de no sé cuántos grados y con duelos que pesarán siempre. Para todas las personas que creen que la inspiración pasa cuando uno la invoca, debo decir que ésta sí llegó, pero -como decía Picasso- encontró a Odette en el escritorio, con el lápiz en la mano; es decir, estaba trabajando. Sólo así se escriben versos como: “Fui el aliento en tu espalda / la bruma en tu mirada / una fruta madura abriéndome en tus dedos”.
Lo que transcurre es un solo cuerpo, estructurado por “Ciudad de invierno”, “Interludio con lluvia”, “Lo que transcurre”, “Interludio de sol” y “Diario del verano”. Este cuerpo está sostenido por el oficio que Alonso ha ido solidificando y que ha generado una musculatura que abriga la médula del hueso poético. El corazón del poemario es para mí, justamente, “Lo que transcurre”. El orden en que lo presenta nos lleva de una sorpresa a otra.
Hay una sutileza en el estilo, una dulzura que golpea, una riqueza de lenguaje que lleva a la pared de salitre, a la mesa de madera o a la ropa de invierno como “una montaña de recuerdos”. Estos poemas que Odette ofrece son una vida filtrada en la memoria porque nadie se va, porque no hay olvido y si alguien se va, cuando menos se espera, aparece en los sueños.
Poemas hilvanados como un rosario de pasiones, palabra tras palabra, verso tras verso, imagen tras imagen. Va de la madrugada a la noche entre “mil esquirlas de luz”. Me gusta que haya retomado algunos poemas de Últimos días de un país porque redondean el rumbo de este libro. Así, lo que tenemos en las manos es una edición redonda, estructurada con versos que pueden acompañarnos siempre como, por ejemplo: “Es un duelo de pánicos la noche” o “No habrá otro rastro que la humedad del llanto”, o “…y el miedo / como hoguera / nos incendia”, o “Hundo el puñal en la estatua de hielo”. Sus palabras son una isla de sal y vapores y de deseos atrapados. El mar es el gran personaje, es una reminiscencia que late.
Mientras leía, pensé en la lucha de las palabras, en la seducción de LA palabra, el encuentro y el amor y la muerte, esta última en sus diversas formas: la ruptura, el adiós, la migración, el recuerdo, el abandono -a veces involuntario; pero aquí, la poeta sí sale victoriosa y, aunque marina, es terrenal.
El sentido del humor es una de las características de la autora y gracias a él sabe aligerar, con sabiduría y para bien, la densidad de ciertos obstáculos que la vida pone en todas las veredas. Justo esos momentos, ella los transforma en imágenes intensas, une un poema con otro, con versos propios como epígrafes y todo con un objetivo: la unidad poética.
La también narradora y promotora cultural, quien reside en México desde hace más de 30 años, tiene entre otras publicaciones el ya mencionado Últimos días de un país, con el que obtuvo el Premio Clemencia Isaura de Poesía, 2019, en Mazatlán; Old Music Island que ganó el Premio Nacional de Poesía LGBTTTI, Zacatecas 2017; Insomnios en la noche del espejo que fue merecedor del Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén; también ha publicado Con la boca abierta y otros cuentos, Las otras tempestades, Hotel pánico, y De humo y miel (antología 1989-2024), por mencionar algunos.
Gracias por este poemario tan luminoso, Odette, ya que al terminar la lectura y relectura sabemos que “No será el amor quien nos rescate / ni sueños de celuloide la historia de estos días”; además, tus versos nos recuerdan que, a pesar de todo, cualquiera que sienta el pulso de la vida, trae “un colibrí volándole en la espalda”, mientras adentro y allá a lo lejos está Lo que transcurre.
Alonso, Odette. Lo que transcurre. (2023). Ediciones Furtivas. Nueva York.
Dos veces fue otoño
La Gualdra 668 / Río de palabras
[Parte 1]
A las siete de la mañana emprenden una danza los primeros rayos del sol; es el ritual del amanecer. Ondas doradas y cálidas acarician las formas rígidas de los cristales, recorren algunos libros y objetos para bajar, tímidamente, a los primeros planos de la escalera. Allí se detienen como si observaran lo que hay debajo, como si desearan ir al jardín. Por los vanos de las ventanas ya abiertas, se cuelan sonidos matinales. Se escucha un murmullo como la corriente de un río que, al poner atención, se revela como la marcha de automóviles en la autopista cercana. Aves, de diversos colores, dialogan entre sí; hablan con el sol y con la hierba seca del otoño, anhelando la transformación del paraje. Perros lejanos encuentran eco en los que los vecinos tienen fuera del patio y discuten sobre las posibilidades del nuevo día. También al amanecer hay sones metálicos y de motores, propios de las melodías ejecutadas en una construcción; muy cerca de aquí pasará el tren al aeropuerto y ahora todo está cambiando de manera precipitada. Son las siete de la mañana y recuerdo que es la misma hora y el mismo ritual que aconteció el día en que murió mi madre.
Narcisa Graciela Solano Corona fue la segunda hija del matrimonio compuesto por Clara Corona Contreras y Fortino Solano Camacho; quienes habitaron por muchos años el llamado paraje Tlazintla* del conocido “Cerro del Tule”. Allí nací, el otoño de 1982, a dos predios de donde habitaban mis abuelos; en el Centro de Salud, mismo que continúa en funciones. Era el año en que se presentaba al mundo el Compact Disc, E.T. volaba por los aires en las pantallas cinematográficas y el maestro Gabriel García Márquez recibía el Nobel de Literatura por su obra Cien años de soledad.
Mi madre me contaba que ese día se registró un apagón por lo que, sin luz eléctrica, las enfermeras y médicos se alumbraban entre velas. Así llegué, justo cuando las campanas de la capilla, del Barrio de Guadalupe, llamaban a la doctrina. No sé si ese ritual inesperado, en mi nacimiento, me conectó con el entendimiento del mundo desde lo emotivo, desde lo sensible, pero sí sé que el contexto emocional y social en mi vida, marcaron el camino hacia el proceso creativo y el arte.
Frutas, verduras y colores
Cuando era pequeño, mi madre me llevaba en sus brazos al tianguis del centro del pueblo. Recuerdo que en los años ochenta se realizaba en las calles del primer cuadro los lunes, miércoles, viernes, sábado y domingo. Era un mar de gente que transitaba en diversas direcciones, allí se enmarcaban formas atractivas, olores deliciosos y colores impactantes; gamas que aprendí a reconocer gracias a Graciela. Lo primero que nombré de las formas, en aquellos puestos, fue su cromatismo; le decía blanco a una cebolla, rojo a una manzana y verde a un limón, evocación primigenia e inconsciente de mi futuro vínculo con el poeta francés Arthur Rimbaud: “A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales diré algún día vuestros nacimientos latentes” (1).
En ese momento mis abuelos maternos ya eran muy conocidos en el pueblo, por sus oficios y aportaciones a la comunidad, por lo que mi estancia al lado de los comerciantes se prolongaba varias horas. Fortino es recordado por la elaboración y venta de barbacoa, oficio que cultivó de su abuelo y que me enseñó a los 8 años. Acción que detonó estímulos impactantes en mí, tras ver el sacrificio de los animales y encontrarme envuelto en las vibraciones cromáticas, calor de los órganos internos o de la sangre de los borregos. Mi salida consciente, ante esta catástrofe, fue decir -cuando sea grande quiero ser médico-.
Mi abuelo también participó en la lucha campesina del municipio, gracias a ello se lograron pozos de agua para los habitantes, carreteras que ahora son vías principales y escuelas de gran importancia. Fue servidor público: director de agua potable, regidor, suplente de un presidente municipal, militante político y ejidatario.
Mi primer dibujo, del que tengo memoria, lo realicé a los 5 años en uno de sus terrenos ubicado en los llamados ejidos de Cajiga, hoy transformados en parte de la autopista que conecta al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). Un día, Fortino, me llevó a preparar el campo para la siembra; recuerdo que la máquina trituradora, parecida a un tractor, se movía por la planicie mientras el sol de la mañana subía en el horizonte. En un pedazo de cartón que encontré tirado, dibujé la escena que mis ojos infantiles observaban. Recuerdo elaborarlo con unos colores de madera que siempre acostumbraba a llevar. Se lo mostré a mi abuelo y él, orgulloso, lo presumió con los trabajadores. Yo me fui a explorar las nopaleras que se encontraban en la orilla de los terrenos, sin saber que el arte sería parte fundamental en mis días. Fue la primera y única vez que noté a Fortino orgulloso de mí.
[Continuará]
(1) Fragmento del poema “Vocales”. En el libro, Rimbaud. Poesía Completa, Ediciones 29, 2003.
* Palabra proveniente del náhuatl que significa “Lugar situado abajo”.
La pistola de Pancho Villa
La Gualdra 668 / Río de palabras
Por Francisco Reynoso
I
Eran apenas las seis de la tarde, pero ya había oscurecido. En las ventanas de los edificios del multifamiliar parpadeaban luces navideñas. Epicuro Garcilazo, maestro de historia universal, camina arrastrando los pies por uno de los andadores. Los zapatos que consiguió prestados le quedan chicos y después de 15 horas los dedos gordos, llenos de ampollas, están que revientan.
¡Sácanos de aquí, desgraciado!, oye Epicuro que gritan los dedos de sus pies; no les hace caso. ¡Friéguense como yo!, responde.
Epicuro regresa a casa sin empleo, sin dinero y humillado por los gringos que, maldice, siguen teniendo a los mexicanos con una pata en el pescuezo. Pinches güeros, ojalá les cayera una bomba atómica como la que ellos usaron para destruir Hiroshima. El maestro avienta a un bote de basura El Aviso Oportuno de El Universal; patea una lata de Coca Cola y reniega de su mediocridad que tiene a su familia muriéndose de hambre.

En el patio central de la unidad los vecinos cantan letanías pidiendo posada; una piñata de siete picos colgada de un mecate espera a que la agarren a palos. Epicuro pasa entre la gente sin saludar; levanta la vista hacia la ventana de su departamento en el tercer piso. Sabe que su esposa y sus hijos no han comido, en cuanto llegue le pedirán que los lleve a comer tacos, pero su capital no pasa de 45 pesos.
Epicuro recuerda que lleva fajada en la cintura la pistola de Pancho Villa. Mete su mano bajo el saco y acaricia la cacha. Recuerda la cantaleta de su tío Calixto cuando se la entregó: “Si tienes tus huevitos bien puestos, sobrino, este pistolón calibre 38, Remington, capaz de atravesar las portezuelas de un coche, te puede sacar de jodido…”.
Epicuro sonríe al escuchar en su memoria el cuento del tío: “Fue del mero jefe de la División del Norte, la tenía desde antes de entrar a la ‘bola’, cuando anduvo de bandolero… con ella mató a los cabrones que violaron a su hermana… con esta pistola Pancho Villa se hizo justicia a plomazos y chingadazos…”.
Decenas de veces Calixto le ha contado esa historia, pero a Epicuro le gusta escucharla. Nunca es igual. El tío siempre cambia nombres, lugares y fechas, pero le pone sabor e imaginación. Cuando Madero hizo general a Pancho y le regaló un revólver Irióndo y Guisasola, con incrustaciones de oro. Y Villa le regaló su pistola justiciera a mi apá. “Úsala con respeto, dispara con ella sólo para matar cabrones… o para matar el hambre…”, recomendó el Centauro.
II
Epicuro entra al edificio A del multifamiliar y empieza a subir la escalera. En el primer piso escucha voces en el departamento de Odilón, el prestanombres de políticos. Recuerda que en la mañana coincidieron al salir de la unidad. A Odilón, como todos los días, lo esperaba un vehículo lujoso con chofer. Antes de abordarlo sacó de una bolsa de tela un fajo de billetes y lo metió en su portafolios. Pudo ver que eran billetes de mil pesos. Calculó que serían 300 ó 400… ¡Una fortuna!, una fortuna que él no ganaría ni en un año dando clases 10 horas diarias.
Pinche mafioso. Este mundo no es para los que estudian, es para los políticos corruptos y ladrones, refunfuñó Epicuro frente a la puerta del departamento de Odilón. Pensó en su esposa y sus hijos que lo estaban esperando para comer tacos de tripa dorada o de cabeza. Visualizó el fajo de billetes de mil pesos. Y escuchó al tío Calixto: “Dispara con ella sólo para matar cabrones… o para matar el hambre”.
Odilón vivía solo. Frecuentemente metía mujeres a su casa, pero le duraban poco tiempo. Recientemente una de esas mesalinas provocó un escándalo en el edificio. Salió de madrugada del departamento con pantuflas de peluche, despeinada, el rímel de los ojos embadurnado en frente y mejillas y su vientre abultado, sin la prisión de la faja, amenazaba con reventar el fondo de nylon rojo que le daba forma de salchichón. La mujer gritó para que todo el vecindario escuchara: “Odilón, pinche mafioso, eres un cabrón, métete tu dinero por el culo…”.
Frente a la puerta de Odilón, Epicuro titubea. Mira hacia el piso de arriba donde lo espera su familia. Escucha que Pancho Villa le susurra al oído “sólo para matar cabrones”.
Epicuro acaricia la cacha de la pistola, coloca el dedo en el gatillo y cuando levanta el brazo para tocar lo increpa Confucio: “Compro arroz y flores… arroz para vivir, flores para tener por qué vivir”, dice el filósofo chino. Epicuro lo admira más que a nadie.
Será mejor olvidar todo lo sucedido, humillaciones, miseria, el hambre de sus hijos… Dios proveerá. Intenta alejarse de la puerta, pero Villa lo anima: “sólo para matar cabrones”. Epicuro acaricia la pistola y golpea con los nudillos la puerta.
Lo que se ha de pelar, que se vaya remojando.

III
Ese día de pesadilla inició en la madrugada para el maestro Epicuro. Salió del edificio seguro de que le cambiaría la suerte. En el camión encuentra lugar en la última fila y al sentarse piensa que fue mala idea pedirle prestados al zapatero los bostonianos que le dejaron para media suela. Son del 26 y él calza del 27, pero tenía que causar buena impresión en el Colegio Washington, donde se ofrece una vacante para maestro de historia.
Junto a una señora que casi le pone su canasta en las piernas, Epicuro recuerda a Odilón y sus fajos de billetes de mil pesos. En el barrio el prestanombres tiene fama de tracalero. La gente sabe que hace negocios chuecos para lavar dinero de políticos; vive en el multifamiliar para simular; su casa grande, porque tiene varias chicas, está en el Pedregal de San Ángel y tiene grandes jardines y alberca.
Epicuro siente un retortijón en el estómago, no sabe si es la repugnancia que siente por Odilón o sus tripas que quieren desayunar. Se levanta violentamente y grita ¡puerta! Por las ventanillas ve la puerta del Colegio Washington, abierta ya para los alumnos que tienen clase a las 7 de la mañana. Se baja de pedalazo sin que el camión se detenga…
Una hora después Epicuro sale de la dirección del Colegio Washington azotando la puerta. Su orgullo, ampollado como los dedos gordos de sus pies, supura rencor. Un pelagatos de la escuela le exigió hablar sólo en inglés.
“Si no puedes o no te gusta —lo tutea confianzudo— nada tienes que hacer aquí. En esta institución sólo tienen cabida personas educadas y cultas…”. Epicuro estalla ante la insolencia: “Chinga a tu madre americano de mierda”, y de un manotazo descabeza al presidente Lincoln que, con su sombrero de copa, los observa extrañado.
En la parada del pesero, Epicuro decide olvidar el trago amargo con los gringos. Cuánta razón tenía Porfirio Díaz: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, piensa Epicuro mientras camina en dirección a la casa del tío Calixto para saber qué mosca le picó.
“Sobrino —le dijo por teléfono días atrás— pásate por la casa, te tengo un regalazo, un tesoro de la Revolución que te puede sacar de prángana”. Epicuro lanza un escupitajo en la banqueta y apura el paso entre las protestas de los dedos gordos de sus pies. “Sácanos de aquí cabrón… o toma un taxi”, piensa el maestro que son los dedos atormentados por los bostonianos.
IV
La tienda con restaurante y juguetería está atascada de gente que compra de todo. “Esta noche es Noche Buena, noche de felicidad… Esta noche es Noche Buena y mañana Navidad…”, se escucha la voz de Lucho Gatica. Epicuro, su esposa y sus hijos salen cargando cajas de regalos. Con una mancha del mole de los romeritos en su camisa, el maestro de historia sonríe contento. Dijo que sí a cuanto le pidieron. No regateó precios y pagó en efectivo, con billetes de mil pesos.
En la entrada del multifamiliar, Epicuro y su familia encuentran una ambulancia forense y dos patrullas con las luces de sus torretas titilando. Dos camilleros salen cargando una camilla con un cadáver cubierto por una sábana. “Mataron a Odilón a balazos… le dispararon en la cara”, anuncia una vecina a la familia de Epicuro sin que nadie le preguntara nada. Un policía se acerca a Epicuro y le pregunta si es el profesor Garcilazo.
—Soy yo —responde.
—Súbase a la patrulla, vamos a la delegación —ordena el policía.
—¿Para qué asunto? —replica Epicuro.
—Usted súbase… allá le explicarán —arguye el uniformado y lo empuja hacia el interior del vehículo.
V
Por la ventanilla de la patrulla, Epicuro ve a un Santa Claus de plástico colgado de un poste con gesto burlón. Tiene varios agujeros, uno en la cara. Recuerda a Odilón la noche anterior en su departamento.
—¿Cuánto quieres por la pistola? —pregunta el prestanombres mientras examina el arma y apunta hacia la ventana, cerrando un ojo.
—Fue de Pancho Villa… 100 mil pesos —responde Epicuro.
—¿Puedes garantizarme que fue de Villa? —inquiere Odilón.
—No… sólo mi palabra de profesor de historia —confiesa Epicuro.
—Tu palabra es suficiente… te doy 80 mil —ofrece Odilón y pone sobre la mesa una caja de cartón llena con fajos de billetes de mil pesos.
Epicuro sale del departamento de Odilón, pero no alcanza a cerrar la puerta. La ventruda del escándalo del otro día se abre paso de un caderazo. La acompaña un enano cacarizo que lleva un cuchillo en la mano. Epicuro espera unos momentos y escucha alegatos e insultos en el interior del departamento.
—Chíngatelo… —ordena la ventruda al enano que tomó la pistola de Pancho Villa. El enano levanta el revólver con las dos manos y apunta a Odilón… una bala destroza la cara del enano que rueda por el piso soltando el revólver del centauro.
Odilón devuelve su pistola escuadra a la sobaquera, arrebata a la ventruda la caja de cartón con el dinero y recoge la pistola de Villa.
—Maldita tarántula, ya te llevó la chingada — sentencia Odilón.
VI
En la delegación de policía, el agente del Ministerio Público le habla a gritos a Epicuro.
—Míster Harrison, director del Colegio Washington, exige una disculpa diplomática y que pagues los daños al presidente Lincoln. Si te niegas o no tienes dinero, mi cuate, esta noche cenas pavo en el reclusorio. Y quién sabe cuándo te suelten.
Epicuro no escucha lo que le dice el agente porque mira atentamente a la mujer ventruda con su fondo de nylon rojo, custodiada por dos gendarmes en un rincón de la delegación.
—Serían 200 dólares de indemnización y 25 mil pesos de multa —resume el agente del Ministerio Público.
—¿Qué hizo aquella mujer? —pregunta Epicuro.
—¿La conoces? ¿Es tu amiguita cariñosa? —revira el funcionario.
—Le he visto en el multifamiliar donde vivo —explica Epicuro.
— Es una furcia… cae aquí con frecuencia… ahora está metida en un lío gordo… mató a su padrote, un enano que también era pájaro de cuenta… Se metieron a robar en la casa de un político muy importante y respetable; iban por dinero y una pistola de colección que perteneció a Pancho Villa valuada en por lo menos dos millones de pesos… esta gorda no se libra de 40 años de cárcel. Pero en qué quedamos mi cuate… ¿pagas o te mando al reclusorio?
Odilón entra en la agencia del Ministerio Público y el agente se olvida de Epicuro para recibirlo zalamero, con los brazos abiertos:
—Licenciado, cuánto honor tenerlo por aquí… no se me preocupe. El caso lo tenemos resuelto. La furcia ya confesó todo. La justicia en México, señor licenciado, es implacable y eficaz… de la justicia en México, mi señor, nadie se burla… faltaba más…
Imparten capacitación sobre alimentación para personas adultas mayores
El DIF Capitalino, en coordinación con la Dirección de Cultura del Ayuntamiento, la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (BUAZ) y el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM), llevó a cabo una jornada de capacitación enfocada en la nutrición para adultos mayores.
La ponencia estuvo a cargo de la doctora Paola López, especialista de la BUAZ, quien ofreció una charla dinámica y práctica sobre alimentación adecuada en esta etapa de la vida. Alrededor de 60 asistentes participaron en este encuentro que buscó brindar herramientas para una mejor calidad de vida.
Durante el evento, la directora del DIF Municipal, Mitzia Peláez, subrayó la relevancia de impulsar actividades conjuntas que atiendan las necesidades de los sectores más vulnerables. “Cuando se suman esfuerzos, se logran grandes resultados, sobre todo en beneficio de quienes más lo necesitan”, afirmó.
En ese mismo marco, la titular de Cultura, María del Mar de Ávila, anunció que próximamente se habilitará un espacio exclusivo para actividades recreativas dirigidas a personas adultas mayores dentro de la Casa Municipal de Cultura.
“Queremos que este espacio sea un punto de encuentro y aprendizaje, donde puedan desarrollar nuevas habilidades mediante talleres y capacitaciones especialmente diseñadas para ellos”, expresó.
Va Fuensanta Guerrero contra explotación animal en sector turístico

La diputada federal Fuensanta Guerrero solicitó en la Cámara de Diputados proteger a los animales de la crueldad y explotación en el sector turístico mexicano, para garantizar el bienestar de las especies y un turismo más ético y sostenible.
En su iniciativa pidió reformar las leyes generales del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, en sus artículos 79 y 86 Bis; y de Vida Silvestre, artículo 3º.
La priista propuso prohibir explícitamente la utilización de animales con fines de promoción y trabajos forzados en el sector turístico y sancionar esas acciones.
La acción sugerida por la priista busca asegurar que no haya crueldad ni uso o explotación de animales bajo ninguna circunstancia, giro o actividad, pues pese a los avances aún “persisten prácticas que involucran la explotación de animales”.
Develó la zacatecana que en el mundo hay unos 550 mil ejemplares salvajes en cautiverio sometidos a condiciones de crueldad para entretener turistas; incluido México.
El ejemplo nacional son los paseos en calandrias tiradas por caballos, espectáculos con delfines en cautiverio y uso de fauna silvestre para entretenimiento y fotografías.
«Son actividades turísticas populares, lamentablemente con frecuencia conllevan condiciones de vida y trato que comprometen el bienestar de los animales», concluyó.