Casado de un viaje prolongado de Sur a Norte, al llegar a la casa de mi hermana Dolores, me senté a descansar mientras leía mi periódico La Jornada Zacatecas…apenas distinguía la mano morena en primer plazo y un hombre con cachucha sentado en una silla de ruedas al fondo fuera de foco en imagen del reportero gráfico Andrés Sánchez.

De repente que comienzo a ver que ya estabamos, me incluyo aunque sea manifestación, presentes muy curros todos ante la inauguración del Museo Manuel M. Ponce que harían en unos minutos el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, el gobernador Miguel Alonso en sus últimos meses de gestión y ya con candidato al Gobierno estatal. En fin todos los colados y demás invitados deambulábamos dentro del gran salón del expalacio de gobierno.
Azorados muchos se perdían admirando los cuadros y las fotografías del fresnillense en su estudio componiendo sus obras señeras. Otros nos quedamos meditando en la inmortalidad del cangrejo…je je je je ¡no es cierto!

Ver estas obras del Instituto Zacatecano de Cultura y las otras que faltan por terminar vaya que sí se la jugaron por las bellas artes en la tierra. Recordaba a Genaro Borrego Estrada –con esa visión nacional desde acá- la gran batalla que dio por reubicar a este suelo, aunque árido por la falta de lluvias- rico en creación literaria, musical, pictórica, escultórica más lo que se acumule en la etapa de formación de miles de jóvenes.
También veía como en un debate por televisión abierta, los candidatos a presidente municipal de la capital se trataban muy bien; no se ofendían ni se atacaban como establece la Constitución y el COFIPE. Si, que todo transcurría como si estuviéramos en un país de esos dizque civilizados.
Soñé que las ofensas y diatribas que uno de ellos lanzó en días recientes fueron negadas al aire y que el agredido en un lance democrático le tendió la mano y perdonó el chismorreo que no era más que una vacilada y ya.
Pude ver con claridad que la deuda de los estados y municipios que agobia a los 58 de Zacatecas era pagada por el señor Slim de golpe y porrazo. Bueno, la deuda global de todos los estados del país, debo precisar.

La única condición que puso para hacer esa noble acción fue, que por esos más de 367 mil millones de pesos, lo dejarán participar en la convocatoria que habrá de expedirse en los meses por venir y que consiste en la licitación de dos cadenas de televisión. Sí señor, don Carlos sólo quiere participar y no agandallarse con la compra por adelantado de una de las competencia de Televisa y Televisión Azteca.
Sin que nadie me perturbara mi placido sueño, me fue posible ver como los braceros o mojados o indocumentados regresaban con un friego de dinero e inundaban todos los ranchos con camionetas, carros americanos y toda la cosa. Que esos mismos paisanos venidos de los Estados Unidos se asociaban para planear y ejecutar obras que les hacían falta a sus comunidades y rancherías.
Que como todo el viernes y parte de la madrugada del sábado llovió, los campesinos levantaban muchas cosechas y tenían para gastar ahora en la feria de Septiembre.

Que Don Juan -joven por cierto- en el Día del Padre montado en un caballo cuatrialbo se iba a las coliaderas en Abrego. Se llevaba a Doña Socorro -igual, joven- en una yegua briosa. Muy arreglados estuvieron participando en esa charreada. Los tanatazos se escuchaban hasta El Tejuján de tan fuertes.
Muchos listones le pusieron al charro de San Luis. Si se supo que fue su tío Isidoro Ortiz quien le enseñó a montar con prestancia y gallardía.
Vi claramente como la selección nacional de México le ganaba a Italia por marcador abultado de 3 a 0. El chícharo Hernández metía uno y Aldo de Nigris otro y un autogol.
Llegó mi hermana del mandado y me despertó por el ruido del portazo que dio al ingresar al domicilio.
¡Vaya sueño! La realidad igual. ■

• Comunicador. [email protected]

La situación mundial contemporánea ha vuelto más visible un aspecto de la democracia que vale la pena situar como locus de nuestra reflexión: el de la democracia entendida como un régimen trágico. Es decir, de una forma de organizarnos -políticamente- para vivir juntos, atendiendo a los asuntos de interés común, que puede llegar a su fin, en el momento en que sea decidido por un sector amplio de la población, y/o “consensado” –así sea pasivamente, o por omisión-. Con lo cual, ese tipo de régimen puede llegar ser eliminado. Convertido, de tal modo, en un simple tema de interés, únicamente para los que se dedican a estudiar las cosas pasadas, o cómo asunto digno de ser “museificado” es decir, convertido en una “ruina” que podemos visitar, pero que, no sería parte de esta nueva época que -supuestamente- habitamos, denominada por algunos analistas como “postpolítica”.

¿Podemos mantener por más tiempo una calculada “indiferencia” frente a la gravedad de los acontecimientos, qué, de modo tan evidente convulsionan al mundo, sumergido en una crisis, que visualizamos, sin demasiada ciencia, en escenarios distópicos, para no usar palabras más comprensibles, como por ejemplo…“escenarios terroríficos”?

La pregunta es de nuevo entonces la misma: ¿Qué podemos hacer? Así, y desde un “conocimiento situado”, podemos ensayar una respuesta: Luchar por la paz, desde lo cotidiano, asumiendo medidas de “cuidado de sí”, o, de un… “hacerse cargo”, que nos permita mitigar, disminuir, reencauzar, las energías -y la potencia de nuestros imaginarios sociales- capturadas por una violencia cuya escalada –interminable, si seguimos sin despertar de nuestro letargo-, estaría ligada, esa es al menos nuestra interpretación, entre otros vectores, a la gestión (justamente) de una crisis producida –y también, padecida-,
utilizada, gestionada, por quienes tienen el poder para imponer su proyecto -su diseño, o su hoja de ruta-, definiendo de ese modo, los perfiles globales de la sociedad que somos, aún y cuando, ellos estén dominados por –también, finalmente- por el poder de Outis (de nadie) y por ello, mismo, corramos todos por una especie de “transición al colapso”.
Se trata, sin ninguna duda, de una ruta demencial, qué, en el mediano plazo, continuará –de seguir a piñón fijo- por éste rumbo que nos hunde, progresivamente, en un “estado”, más allá de cuyos umbrales, hace tiempo traspasados, podríamos empezar a olvidarnos -en definitiva- de tener esperanzas razonables de recomponer la “catástrofe”. Es simplemente realista, asumir que podemos fehacientemente extraviarnos en una situación en donde…. “nadie podría salvar a la humanidad- . Precipitándonos en una sucesión de “guerras” y de “estados de excepción permanentes”.

Para decirlo, con Carl Amery, escritor alemán, autor del bellísimo libro: Auschwitz, ¿Comienza El Siglo XXI? Hitler Como Precursor. Donde traza la genealogía de la barbarie nazi, para terminar señalando que en este nuevo siglo… “sólo los más perspicaces podrán advertir el ensayo de “soluciones finales” en vías de realización, a lo que agregamos, por nuestra parte, programadas –ya- como parte de las transiciones hacia regímenes heterototalitarios, (de hetero: otro, diferente, desigual, dado que no se trata del mismo tipo, ni de una sola “forma”). En cuanto a… “totalitario”, lo utilizamos aquí, para hacer referencia a la creciente y progresiva eliminación de la política, entendida como acción colectiva -reflexionada y lúcida-, propia de una democracia viva. Al mismo tiempo que, asistimos a la entronización -o al triunfo- de la privatización de lo público. Se trata, como es obvio, de “tiempos de obscuridad”, provocados por el eclipsamiento, o por la pérdida del enraizamiento -social histórico- de realizaciones democráticas, tales como las de la felicidad pública y las libertades cívicas-, propias de esa tradición denominada.. “democracia contestada”
(Contested Democracy).

Para resumir brevemente, la forma en que podemos declinar, ese más que probable -y ominoso- “futuro anterior”, que subtiende la historia en curso, en nuestra propia realidad; para visualizar el peligro de que, esa deriva, sea finalmente la que se imponga, incluso contra los deseos y aspiraciones democráticas de los diversos sectores mayoritarios de la sociedad. Podemos sintetizarlo con dos puntos, para ejemplificar: el primero, ligado al control de la información, donde puede generarse una “confluencia perversa” entre un tipo de censura o autocensura impuesta desde parámetros paralegales, y aquella otra gestionada desde “la razón de estado”. Junto a ello, habría que analizar en el “complejo político propio del “totalitarismo al revés”, al conjunto de actores que se benefician por ese modo de organización social que emerge del uso “sistemático” –y, calibrado- de la violencia.
También, y sobre todo, habría que situar, en un polo antinómico, al tóxico esquema amigo/enemigo, aquellas experiencias propias de un nuevo imaginario político democrático, capaz de tejer un nuevo orden de sentido, más potente que el de las pasiones activadas por guerras sin fin.
Entender, entonces, la democracia como régimen trágico, supone posicionarse ante una encrucijada histórica sin precedentes. ■