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miércoles, 23 abril, 2025
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Joder a México; o fue sin querer queriendo

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL • admin-zenda • Admin •

Como quién se sabe blanco del odio nacional, y además asume a éste como justificado, Enrique Peña Nieto recientemente comentó de forma pública que no se levantaba todos los días buscando la manera de “joder a México”; y como un intento ahogado de salvar su nombre y el de sus amigos (como en las escondidillas) detalló que seguramente ninguno de los ex presidentes habían tenido ese propósito.

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El comentario, que sonó casi a un “fue sin querer queriendo” como decía el Chavo del ocho, provocó una serie de artículos periodísticos que tenían en común la firme convicción de que independientemente de su intenciones, el presidente había jodido a México.

Faltando más de un tercio para el fin de sexenio, parece que la disyuntiva no es si Enrique Peña Nieto jodió o no a México. Está claro que lo hizo, y sólo resta por decir que fue involuntariamente. Así sin querer (queriendo), sin planearlo, sin proponérselo.

Podrán llamarlo ingenuidad, pero hay que concedérselo. Es verosímil que Peña no se levanta buscando joder. Sí, es muy probable que no fuera su voluntad llevarnos al despeñadero, pero no podía haber sido de otra manera habiendo en su gobierno tanta incapacidad y tanta corrupción.

En el gobierno de Peña, como en los de muchos de sus antecesores, predomina la ignorancia y el desconocimiento de la realidad nacional. Piensan que 6 mil pesos bastan para bien vivir, y suponen que la falta de emprendedores se debe a las pocas ideas y no a las pocas condiciones sociales para establecer un negocio.

La soberbia les impide considerar el punto de vista de académicos y especialistas; el hambre de legitimidad los tiene a la defensiva frente a los señalamientos periodísticos y les falta estatura política para hacer propias las buenas ideas de la oposición.

Todo esto que permitiría evitar errores o cuando menos corregirlos, es peccata minuta comparada con el daño que genera la corrupción; ese mal que tanto “jode” a México.

Lo peor quizá de ese cáncer que tanto jode y que le cuesta al país el 9 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) es que es pan de cada día sin que mucha gente se sienta siquiera actuando mal por él. Por ejemplo, en reciente entrevista radiofónica un ex funcionario explicaba que había violado la ley al condonar la cuota para usar instalaciones deportivas a hijos de trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad, a cambio de que éstos resolvieran problemas de energía de las instalaciones de las mismas, más rápido que si se hubiera hecho el reporte de la falla, y se hubiera actuado conforme a la ley.

El ex servidor público también admitía que había concedido lo mismo a funcionarios de primer nivel para facilitar que éstos atendieran y dieran celeridad a los trámites o asuntos que se requirieran en un evidente tráfico de influencias.

Nada de malo veía el funcionario en torcer la ley, y tomar atajos en los procedimientos porque no buscaba enriquecerse, sino ser “más operativo” y eficiente, aunque ello llevara a la quiebra a la intuición de la que era responsable. No se había propuesto “joder”, sino remediar los males menores habituales.

Igual razonamiento tienen quienes usan su poder para el beneficio individual, familiar, de grupo o partidista. No se trata de “joder” a nadie, sino de usar una prerrogativa intrínseca del cargo que ocupan. A sus ojos, es sólo la justa recompensa por todas las horas y sacrificios que le dedican a la patria. Sobra decir que –desde su perspectiva- no “joden” a nadie, sólo reciben lo que merecen, y quien diga lo contrario actuará más por envidia que por sentido de justicia.

Como atenuante moral siempre sirve pensar que cualquiera en su lugar lo haría. Y lo triste es que quizá no les falta razón. Es común que en la misma conversación se cuelen mensajes de rechazo a la corrupción y al mismo tiempo frases como “el que no tranza no avanza”; “a mí que no me den, a mí pónganme donde hay”; o “todos roban pero algunos reparten”.

Otros “joden” porque ignoran, o mejor dicho, deciden pasar por alto que su actuar hoy destapa un hoyo que complicará las cosas posteriormente, y lo hacen, al fin que el problema será el del siguiente. Así hemos contraído una deuda pública que asfixia las finanzas gubernamentales, por ejemplo.

También hay otros que joden porque son incapaces de entender que cada peso desviado a sus bolsillos, a los de sus amigos, a la compra de Casas Blancas, significan un peso menos a educación, salud, seguridad, etcétera. Si ellos roban cien, alivianan su conciencia pensando que otro en su lugar robaría mil. Si roban mil, se consuelan diciendo que otro en su lugar robaría 10 mil.

En todo esto, no hay ciertamente la planeación expresa de “joder”; lo que sí hay es la priorización por satisfacer los intereses individuales sin importar a quien se está jodiendo. ¿Qué patético nivel hemos alcanzado para que la discusión sea si  se jode planeada o espontáneamente y no si se hace o no? ■

 

Villafranco, G. ( 2016, 2 de febrero) “Corrupción cuesta 9% del PIB a México” en Revista Forbes. Disponible en: http://www.forbes.com.mx/corrupcion-cuesta-9-del-pib-a-mexico/

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