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viernes, 13 junio, 2025
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Las penurias de los vendedores

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Por: FERNANDO SANTACRUZ MORENO •

Día a día, la entidad zacatecana y sus habitantes viven nuevas experiencias, unas de un modo y otras de otro, decía mi tía el referirse a las personas que en tiempos como estos, pero hace ya muchos años, se acostaban sanas y amanecían enfermas, luego al poco rato se morían, que porque tenían una enfermedad desconocida. Hoy le llaman influenza, en Zacatecas, son ya varias personas que han fallecido a consecuencia de esta enfermedad y los esfuerzos del personal de los servicios de salud de Zacatecas, a cargo de don Raúl Estrada Day se incrementan también día con día, porque lo malo no debe dejarse crecer, hay que cortar cabezas, troncos o extremidades, pero no dejar avanzar los males, que en esta tierra lopezvelardeana no son pocos.

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Suceden cosas y se dan casos, en puntos distintos. Secuestran a personas en Morelos, o los encapuchados asaltan a zacatecanos que trabajan y bien desde que Dios amanece y hasta que anochece en carreteras federales, estatales o en los caminos rurales, una situación verdaderamente dificultosa para quienes tienen la responsabilidad de llevar a comunidades alejadas productos, bienes y servicios, porque además de arriesgar sus vidas, arriesgan también la mercancía y la unidad automotriz en que se transportan y consecuentemente su permanencia en el trabajo.

Casos los hay, uno de ellos lo escuché de viva voz; dos amigos que por razones de seguridad no los menciono por sus nombres, fueron víctimas de la delincuencia al inicio de semana cuando se dirigían a cumplir con sus sagradas actividades. Salieron de sus hogares a las seis de la mañana para “checar a tiempo” salida a la ruta de la empresa en que laboran, allá por los espaciosos espacios del parque industrial de Guadalupe, donde alguna vez pretendió instalarse la fábrica de tractores agrícolas, la que se fue por “equis causas” a sentar sus reales en Hermosillo, Sonora.

El recorrido se inició pues en Guadalupe y continuó hacia las fronteras de Zacatecas con Coahuila y eran, me dicen mis amigos, uno agente de ventas y el otro supervisor, que ya eran aproximadamente las doce de la fría mañana del lunes 27 de este mes que termina el día de mañana. En las primeras horas del lunes el clima era frio y el sol apenas empezaba a calentar. Para ellos el día parecía normal, no había variantes a la vista, no se imaginaron que ese 27 de enero sería diferente y de ello se percataron cuando ya transitaban sobre la carretera que conduce a la industriosa ciudad de Saltillo, donde gobierna el panista Isidro López y justamente a la altura de la comunidad de San José del Caliguey, comunidad del municipio de Villa de Cos, un par de hombres armados les salió al paso sobre la cinta asfáltica y aunque estaban aún lejos de los dos sujetos con el rostro cubierto, pudieron apreciar que los encapuchados portaban armas y les apuntaba directamente; no les quedó otro remedio que detener la unidad en la que se trasladaban.

Con algo de miedo, en la narración uno de mis amigos aclaró que los dos hombres traían vestimenta humilde y su acento no era de la región, lo notaron cuando les ordenaron salir de la cinta asfáltica y ya una vez inmovilizados, los dos abordaron el vehículo, sin dejar de amenazarlos y apuntarles con las armas. Luego los condujeron por una vereda, caminaron poco más de kilómetro y medio y en el trayecto, los tapados hablaban y decían que lo que hacían era porque tenían que llevarle algo al “señor” y aseguraban delinquir por órdenes de quien en todo momento llamaron El Señor.

¿Cómo eran las armas?, bueno, de acuerdo a los testimonios de los afectados, los dos ladronzuelos portaban armas cortas, al parecer uno traía un revolver y el otro portaba una pistola tipo escuadra.

Tuvieron tiempo de ver cómo vestían y qué tipo de calzado usaban. Uno de ellos (de mis amigos) me decía que traían tenis, llenos de tierra roja y lodo y la ropa era vieja, con olor a monte, a leña, a pobreza. Eran, al parecer, personas de la región, tal vez de mismo San José del Caliguey, jóvenes, hombres que quizás delinquen por que los obligan, pero también por necesidad. Fueron despojados de mercancía, pero también del dinero que a esa hora llevaban, unos 300 pesos aproximadamente, pero el momento más desconcertante, dicen los amigos, fue cuando después del robo y del secuestro exprés, los encapuchados tomaron una iPad, propiedad del supervisor, uno de ellos la tomó, la miró y dijo “ésta me la quedo yo”. En ese momento, el temor se apoderó del supervisor y sin medir las consecuencias suplicó al asaltante: “no seas gacho, déjame borrar las fotos de mi familia” y sin más, el encapuchado le miró fijamente y se la regresó, “ten toma, llévatela”, le dijo.

Hubo, dicen, instantes en que pensaron en enfrentar a los encapuchados. Una vez cometido el atraco, fueron dejados en libertad, se regresaron como pudieron a Villa de Cos, para reportarse con algunos de sus clientes y hacer una llamada a las oficinas de trabajo en Guadalupe, Zacatecas y reportar ante sus superiores lo que lamentablemente les pasó.

El martes 28 regresaron a trabajar, sus clientes los recibieron y les contaron lo sucedido porque había que justificar la falta, su sorpresa fue mayor porque se enteraron de que los atracos y secuestros realizados por hombres armados en la región son el pan nuestro de cada día, sin que ninguna autoridad haga algo por proteger a los habitantes de una región en la que la carretera es la única vía de comunicación, un carretera en la que las gasolineras son también puntos de inseguridad, de robo y en donde el abasto de combustibles se enrarece cada vez más. ■

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