Como bien todos sabemos, en el quehacer político existen algunas prácticas poco decorosas, de esas que dejan en tela de juicio la honestidad y la integridad de quien las practica. Una de las más deshonrosas y caciquiles de esas prácticas, es el turismo electoral; que consiste en cambiar de domicilio la credencial de elector para participar, votar y ser votado en procesos políticos electorales de distintos Estados. El vergonzoso turismo electoral y otros vicios de la política tradicional son realizados con el único objetivo de obtener y conservar el poder a como dé lugar, cueste lo que cueste, “haiga sido como haiga sido” (diría el comandante Borolas).
Los partidos políticos tradicionales se han valido del turismo electoral para mover a su voto duro a los distintos Estados donde necesitan obtener el triunfo mediante el voto popular. Saben que con los votos de los ciudadanos que en realidad viven en determinado territorio, no alcanzaran a obtener la victoria; por eso, engordan la lista nominal con relleno de otros estados. Pues bien, no solo los partidos políticos hacen turismo electoral con su voto duro; los caciques que andan en los partidos políticos, también hacen uso de esta práctica propia de un régimen corruptor. Cambian su credencial de elector de un lado a otro según sus intereses, según sus ambiciones; son candidatos en un Estado y al siguiente proceso electoral ya están buscando otro cargo de elección popular en otra demarcación. Lo mismo sucede con los procesos internos de los partidos políticos; hay quienes enfermos por el poder, o motivados por falsas percepciones, quieren tener el control o al menos tener injerencia en un partido político en distintos lugares; así que cínicamente participan aquí y allá, cambiando sus domicilios según cambien sus ambiciones.
Para llegar al poder, es decir, para ganar puestos de elección popular, llámense diputaciones, presidencias municipales, gubernaturas, senadurías, etc.; es necesario tener una vida política activa dentro de los partidos políticos, que, en sí, son éstos los medios más idóneos actualmente para conquistar el poder; es por ello, que para los que participan en política, los cargos (presidencias, secretarías, consejo, delegaciones…) dentro de los partidos políticos son clave para lograr la conquista del poder. Eso, por supuesto que no tiene nada de malo cuando se busca el poder, para ponerse en al servicio de la colectividad y cuando se tiene un proyecto que busque la participación de toda la militancia de los partidos y el progreso de todos los sectores. Lo malo está, cuando la lucha por la conquista de los cargos partidarios es alimentada y motivada por la ambición personal, de grupo o de familia.
Una obsesionada búsqueda del poder casi siempre está acompañada por el turismo electoral “intra-partidario”, ya que quienes lo practican, buscan colarse en los partidos políticos en posiciones clave, no importa dónde ni cuándo, simplemente buscarán donde tener cabida. No tienen un proyecto en realidad; van avanzando conforme hagan sus ambiciosos cálculos; avanzan como según se vaya dejando engañar la militancia del partido al que pertenecen. Pueden presumir tener un cargo partidario de algún Estado y al día siguiente aspirar por otro cargo partidario, pero en otro Estado; y aun así al mismo tiempo mover las “piezas” en otro lado, por si no les resultan sus principales planes; en fin el chiste es participar aquí y allá para ver que resulta y tener algo de poder.
Quienes van de un lado a otro cambiando de domicilio para participar en los procesos de los partidos políticos de distintos lugares, engañan a la población y se engañan a sí mismos. No terminan de conocer los territorios, las características ni las necesidades de un lugar ni de otro; por lo tanto, el proyecto de los turistas electorales, si es que lo tienen, está alejado de la realidad. De igual forma no conocen a la militancia de los distintos lugares donde van colándose en la política; utilizan el mismo discurso aquí y allá para ganar adeptos. En el lugar “X”, dicen que tienen trabajo y reconocimiento en el lugar “Y” y viceversa, cuando en realidad no tienen trabajo político ni “X” ni en “Y”. Los turistas electorales en los partidos políticos, crean percepciones, se valen de una historia real pero cargada de demasiada exageración, crean figuras políticas de peso y se inventan movimientos; pero insisto, solo son percepciones alrededor de las cuales construyen su discurso. Otra característica muy importante de quienes practican el turismo electoral dentro de los partidos políticos, es que no tienen absoluta lealtad partidaria; con la misma desvergüenza con la que cambian de domicilio para participar en los procesos de distintos lugares, pueden cambiar de partido y de movimiento, apoyan candidatos de otros partidos por cuestiones de amistad, familiares o compadrazgos; al fin de cuentas, para ellos, los partidos son solo medios para llegar al poder.
Ningún partido político ni su militancia pueden estar condenados a aceptar en sus filas a turistas electorales, de esos que ayer derrochaban ambiciones políticas en CDMX, hoy en Aguascalientes, mañana en Zacatecas, pasado en Chiapas o en cualquier lugar donde tengan compadrazgos; esto lo menciono solo por poner un ejemplo. Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.