Como recientemente lo comentamos en estas mismas páginas ha venido surgiendo en la academia un nuevo concepto de corrupción que supera los términos de lo estatal para considerarla como un abuso del poder, sea cuál sea el origen o donde éste resida, es decir, no solo el que proviene del Estado y sus instituciones, sino también el que nace del mercado. En tal concepción la reciente alianza entre el movimiento MAGA (Make America Great Again) y determinados agentes preponderantes del mercado de las tecnologías como lo son el propio Elon Musk y los dueños de empresas del tamaño de Meta. Además de los intentos que ya hemos venido comentando con respecto a su injerencia en la política europea.
Todo esto no tiene detrás de sí, sino una estrategia para debilitar las regulaciones, tanto a nivel doméstico (léase en Estados Unidos) como a nivel supranacional (léase Unión Europea). En el primero de los casos la desregulación de materias como inteligencia artificial, uso, administración, gestión y venta de datos e información, así como el control de dichas plataformas en su dimensión política y discursiva, tendrá sin duda una repercusión inmediata en México y países socios del vecino norte. En el segundo caso se trata de un mercado sin comparación, así como de las principales potencias occidentales, aglutinadas en una sola región.
Desde luego, podremos entender que todo esto influye de manera radical en el ya comentado concepto de corrupción estructural, particularmente en su doble faceta en relación con el Estado y el mercado, pero también en una amenaza ya presente y ahora evidente: la intervención, sin medidas de contención y sin control ni equilibrio posible de las grandes empresas de comunicación que son las redes sociales en procesos político-electorales en todo el orbe. El desafío que se vislumbró ya antes en procesos como el de Brexit y la propia primera elección en la que compitió Trump (descubierto por el caso de Cambridge Analytica), no solo se potenciará sino que se perfeccionará ante el retiro gradual del Estado regulador, cuando menos en los Estados Unidos y veremos si también en la Unión Europea, como ya hemos mencionado. La duda que surge es ¿es posible competir contra Facebook, X y el resto de instrumentos de comunicación social en manos de estos grupos de potentados de la tecnología? La democracia misma se encontrará en riesgo, y todo ello puede entenderse a falta, además, de regulaciones globales y de la comprensión de la corrupción desde diversos enfoques que superen la idea, ya hoy insuficiente, de que este pernicioso fenómeno solo puede darse en las instituciones públicas, que solo infecta y transgrede normas del Estado y no así, que es una sustancia que ha sido utilizada, cada vez de forma más recurrente, por el mercado en el modelo de economía que se impuso desde Reagan.
La corrupción estructural no es en sí un riesgo emergente, sin embargo, si lo es, la fuerza y potencia que habrá adquirido en las actuales circunstancias.
@CarlosETorres_