La Gualdra 369 / Libros
Discordantes, de Daniel Wence (Michoacán, 1983), se hizo acreedor a una mención honorífica en la primera emisión del Premio Nacional de Narrativa y Poesía LGBTTTI (2016), convocado por el Instituto Zacatecano de Cultura. El poemario está dividido en cuatro partes, a saber, “La crónica de los cuerpos”, “Culpa de Narcisas”, “Fernet Branca” y “Discordantes”. Todo el libro pertenece a la estirpe de la “poesía de pájaros” que ha sido escrita por autores como Salvador Novo, Abigael Bohórquez, Luis Armenta Malpica y más recientemente por poetas como César Cañedo, Sergio Pérez Torres, Ángel Vargas, entre muchos otros.
Si bien es difícil comprender la historia de la voz de los otros, sí es posible resonar con el dolor que provoca no cumplir con las expectativas asignadas a tu cuerpo y a tu género: a “ser calandria bajo tema de gorrión”. El amor entre hombres es cantado con rabiosa dulzura en estos poemas, aunque cada uno tenga un matiz distinto. En “La crónica de los cuerpos”, se nota un esfuerzo por volverse “objetivo” ante el despertar sexual insubordinado, por ejercer el amor desobediente en un ambiente hostil.
Escribir del erotismo homosexual, no es solo, aunque también, describir gozosamente el encuentro entre dos cuerpos. Todo significa. En Discordantes también nos encontramos con ciertas marcas en el lenguaje, pequeñas torceduras de las palabras que cristalizan lingüísticamente la discordancia y la desobediencia de los cuerpos. Ocupar las figuras míticas en favor de asuntos nuevos es también escribir del amor entre hombres. Por ello, me parece un acierto “Culpa de Narcisas”, basado en ese personaje clásico que muere por amor a su propia imagen.
La muerte también es social, sobre todo para cuerpos disidentes. En la segunda parte del libro aparece la “la ciudad que fuerza al escondite”. Pero la búsqueda de refugio no es sólo dentro de casas o cuartos, sino dentro del cuerpo mismo. Ésa es la dolorosa realidad que transmiten estos poemas: del cuerpo no se puede escapar:
Niñas fuimos
que se dibujaban el rostro al salir de casa
El último apartado del libro, “Discordantes”, hace honor a su título. No sólo porque retrata la relación entre la voz poética y un cuerpo enfermo —probablemente de SIDA—; sino porque muestra los efectos corporales de vivir en desacuerdo con las normas sociales y sexuales, que se presumen como naturales desde hace siglos. El adjetivo en plural engloba a los dos personajes del texto, pero no excluye a otros que pudieran sentirse identificados. Aunque no es el tema central, la nostalgia por la infancia se advierte en versos donde la voz lírica llora:
porque ya no soy un niño,
porque nunca fui una niña
En La invención de la heterosexualidad Jonathan Ned Katz observa cómo alrededor de la Edad Media comienza a establecerse la idea de que las relaciones hombre-mujer son naturales, normales. Buena parte de ese proceso quedó registrado, a decir del estudioso, por la poesía provenzal. Si pensamos esto a la inversa, la poesía de Daniel Wence, como la de muchos poetas contemporáneos, es una escritura que nos reinventa como lectores y escritores. Desde luego, la obra de Wence, así como la de otros autores que escriben sobre amores homosexuales y lésbicos, vale porque es poesía; sin embargo es imposible no referirme a su impacto social. ‘Discordantes’ también alude lo inarmónico en la música; así estos poemas pueden leerse como notas disonantes que poco a poco conforman un nuevo sujeto poético en la poesía mexicana contemporánea.
*Diana del Ángel ha publicado Vasija (ICM, 2013), Procesos de la noche (Almadía, 2017) y Barranca (FETA, 2018).