En actualidad, la lucha contra la desigualdad y la opresión no es solo entre personas, también es entre naciones. Se trata de dos niveles interactuantes. Hay que interpretar, aunque no mecánica y dogmáticamente, que si en una nación “…la ideología dominante es la de la clase dominante”, también lo es respecto al dominio de una nación sobre otras. El despertar de las conciencias es condición necesaria para superar la adversidad.
En la colonia, la independencia y en nuestros días, hay sectores que asumen el papel de agentes ideológicos al encubrir y justificar relaciones de desigualdad y opresión nacionales. Y las que resultan frente a países económica, política y militarmente poderosos. Cierto, siempre hay gran resistencia a la subordinación que pugna por la autodeterminación, aunque esa entereza coloque al borde del exterminio.
Superar las relaciones sociales de desigualdad, opresión y dependencia pasa por trascender la ideología que le es afín. Esto es: adquirir la conciencia necesaria para operar la transformación, la liberación, la autodeterminación soberana.
Sobre el tema, hay dos hechos relevantes en México: por un lado, cimentar gran parte de la vida pública nacional en nuestras raíces más profundas, el de los pueblos originarios previos a la invasión española, objetivo subyacente en la reforma al Artículo 2 Constitucional; por otro lado, la invitación que hiciera el presidente Andrés Manuel López Obrador al rey de España para formar un equipo conjunto que, en el 2021, conmemoraría bilateralmente los 500 años de la caída de Tenochtitlán y los 200 años de la independencia de México en el que se pediría perdón a los pueblos originarios por los abusos cometidos durante la invasión europea. Tema que medieval y burdamente ahora retoma el presidente de España, Pedro Sánchez.
Ambos hechos evidencian que, tanto en AMLO como con Sheinbaum, hay sensibilidad por empoderar a los pueblos originarios como base y fundamento de la soberanía e independencia nacional. A la vez, hay un mensaje a España (nación que la ideología colonialista de derecha llama “madre patria” y que no casualmente alberga a 3 expresidentes mexicanos: Salinas, Calderón y Peña Nieto) y al mundo para el establecimiento de una nueva relación entre naciones basada en el respeto, soberanía, independencia, autodeterminación. Y, sobre esa base, compartir la cooperación con el mundo para el desarrollo y el bienestar social. Si el atraso del rey Felipe VI, y lo que él representa, no le permitió entender y aceptar la invitación mexicana, mucho ayuda a reactivar una visión más crítica de lo que es, y aún hoy, el colonialismo y su negativa a cerrar esa puerta imperial.
Obvio, la derecha corrupta y procolonialista de México votó la reforma, sobre los pueblos indígenas y afromexicanos, por la presión de no agrandar el repudio y alejamiento creciente de la ciudadanía nacional. La derecha tiene vocación “natural” por facilitar el saqueo económico, el intervencionismo político, militar y que el extranjero defina las políticas públicas. Éstas, por su origen, no favorecen el desarrollo equilibrado y soberano del país. La propuesta del panista Marko Cortés de legislar sobre narcoterrorismo, o la carta con la que pide perdón al rey de España, son vergonzosos ejemplos de sometimiento.
El mayor reconocimiento a los pueblos indígenas, en la reforma al artículo 2 constitucional, está en pasar de “sujetos de INTERÉS social” a “sujetos de DERECHO social”. En el primer caso se puede sintetizar como preservación, rescate, protección, etc. (casi como museo a contemplar); en el segundo, se trata de empoderamiento y adoptar como nuestras las raíces profundas de los pueblos originarios (cultura, medicina indígena, lenguas y todas las raíces profundas previas a la invasión europea). Eso significa desterrar de la intelectualidad y la ideología colonialista varios conceptos, como el de mestizaje con el que ni nos hacen europeos ni indígenas; en cambio, reconocer que México no es una nación homogénea, sino diversa y pluricultural.
Visto así, la 4T impulsa un cambio paradigmático que se descuadra de los gobiernos imperialistas (colonialistas) confundiendo a la burguesía internacional. Más a la derecha corrupta de México acostumbrada a que el extranjero le definan acciones operativas y el financiamiento para desplegarlas. Los intelectuales orgánicos, del modelo social que se ha ido de México, encuentran un nuevo escenario que no entienden y mal explican porque no se han sacudido el colonialismo intelectual. Nótese la indignación que dicen tener Krauze, Vargas Llosa y Aguilar Camín.
Embelesados por el significado medieval, obvio por la pleitesía y el servilismo al virreinato, añoran (simbólicamente con la presencia de un rey) las relaciones monárquicas que son, al fin de cuentas, relaciones de opresión, sometimiento y ausencia de independencia. Llevados a la era de nuestro tiempo significan neocolonialismo. El colonialismo está en parte de la intelectualidad y en nuestra derecha, pero no en los pueblos originarios de México.