En la tesis Bienestar y política social en México presentada este viernes en la Unidad Académica de Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAED-UAZ), Carlos Alberto Arellano-Esparza encuentra que, a pesar de déficits marcados en salud, alimentación y educación, los mexicanos reportan niveles relativamente altos de bienestar subjetivo.
Vinculando esta paradoja con el fenómeno de adaptación a la pobreza, el tesista señaló el papel cada vez más residual que el Estado y su descarga de responsabilidad en las familias y en el mercado, lo que entiende como un proceso de remercantilización del bienestar.
Señaló que existen más de 9 mil programas sociales entre los tres niveles de gobierno, sin que exista una articulación efectiva ni claridad de competencias, lo que redunda en una política social de bajo impacto, corporativista y clientelar.
“Los derechos —prominentes como recurso retórico— pierden potencia normativa una vez que llegan a la política social en campo”, enfatizó el investigador.
Arellano-Esparza reveló que, mientras la vivienda aparece como el derecho con mayor grado de cumplimiento, en salud y alimentación se perciben los déficits más severos.
El índice de bienestar subjetivo se mantuvo elevado entre 2014 y 2023, con caídas marcadas durante la pandemia. Fue construido a partir de 64 mil 994 registros, mediante análisis factorial y multivariado, e integra tres dimensiones: la eudaimónica (propósito vital, autonomía, autoaceptación), la afectiva (emociones positivas y negativas) y la valorativa (satisfacción con logros y dominios de vida).
Sobre lo que denominó “distintos niveles de ciudadanía”, el investigador encontró mayores niveles de bienestar en los estados del norte del país, llamando la atención también el estado de Guerrero por sus altos niveles de bienestar subjetivo.
El estudio identifica que no existe una relación causal fija en cómo se construye el bienestar subjetivo: su estructura varía según el momento vital de las personas. Mientras en algunas etapas predomina el ánimo o balance afectivo, en otras pesan más los logros o el crecimiento personal.
Además, el entorno social inmediato parecería tener poca influencia en la autovaloración del bienestar, lo cual contradice la noción común de que el mexicano basa su satisfacción en su núcleo familiar.
En realidad, afirma el autor, las personas se enfocan en su experiencia inmediata, individual y emocional, y pueden reportar satisfacción incluso en condiciones materiales precarias.
A nivel de política pública, Arellano-Esparza plantea que el Ingreso Ciudadano Universal podría funcionar como medida desmercantilizadora, no para trascender el capitalismo, pero sí para contener algunos de sus efectos más destructivos.
Sin embargo, advierte que la actual prominencia de las transferencias monetarias, al no acompañarse de servicios públicos robustos, profundiza la mercantilización del bienestar.
El tesista también detectó que las mujeres reportan niveles menores de bienestar que los hombres, salvo cuando tienen escolaridad de posgrado.
Además, encontró que el bienestar subjetivo disminuye conforme las personas envejecen, lo que contradice la curva en forma de ‘U’ descrita en la literatura, que identifica niveles más altos de bienestar al inicio y al final de la vida, y una caída durante la etapa productiva.