Hace poco más de dos siglos, el proyecto de establecer una escuela para “niños decentes” en la ciudad de Zacatecas quedó en una buena intención.
La hipotética escuela para niños decentes que debería establecerse según lo ordenaba la Comisión de escuelas creada por las Cortes de Cádiz en plena guerra de independencia, misma que señalaba el Plan respectivo para la ciudad de Zacatecas, tanto alumnos como maestros deberían cumplir con ciertos requisitos.
En cuanto a la estructura física de las escuelas del Real de Minas, a su vez capital de la Intendencia de Zacatecas, según nos hemos podido dar cuenta de la lectura de algunos documentos de archivo, eran simples casas que por lo general rentaba el Cabildo, de dos o tres habitaciones contiguas. Un cuarto servía como casa del o para el maestro y los otros dos cuartos comunicados, los que a su vez se dividían en dos secciones: la de lectores y escribientes, hacían las veces de salones de clases. Contaban además con un corral como anexo indispensable para el recreo y en donde se ubicaba el sanitario, o letrina.
Por disposición legal las escuelas públicas deberían ser gratuitas, pero no faltaban las de paga. ¿No era acaso esta una de las preocupaciones de los ricos de la ciudad, la de tener escuelas decentes?
El funcionamiento de los establecimientos y el trabajo de los maestros hasta la promulgación de la Constitución de Cádiz en el caso de las escuelas de la ciudad de México, era supervisado por un «Juez de informaciones de maestros», (Tanck Estrada, 1984, pp. 20-21. Tanck Estrada, 1984, pp. 20-21).
De tal forma que, dentro del plan aprobado por la Comisión de educación de las Cortes de Cádiz, sobre las escuelas de la ciudad de Zacatecas sobre las que no existe constancia de que se hayan establecido, aparece en primer término un apartado dedicado a la escuela de los «niños decentes», mismo que comprendía los siguientes aspectos:
1° Los niños decentes pagarían un peso a la semana para cubrir gastos propios de su instrucción.
2° El pago total (lo que hoy se llama colegiatura) se haría tres veces al año, cada cuatro meses, siendo el encargado de cobrarlo un procurador nombrado para ese fin por la autoridad del Ayuntamiento. Esta forma de pago se proponía siguiendo la tradición establecida entre los colegiales porcionistas del Colegio Seminario San Luis Gonzaga que abonaban su colegiatura anual en tercios (pagos cuatrimestrales).
3° Los padres sufragarían los gastos de libros, papel, tinta y por una sola vez cooperarán con lo necesario para habilitar y amueblar la sala o salas que servirían como escuela.
4° Se sugería que la susodicha escuela se estableciera en el Colegio de San Luis Gonzaga, y de no ser posible, en un lugar céntrico de la ciudad.157 5° Por medio de carteles se publicaría una convocatoria dirigida a clérigos seculares que deseasen trabajar como maestros de los hijos de los vecinos acomodados de la sociedad zacatecana. Los interesados deberían de reunir como requisitos indispensables saber «hablar, leer, escribir, contar, han de entender y explicar la letra del catecismo del Padre Ripalda a satisfacción del cura párroco o de dos eclesiásticos de la confianza de V.S.», (AHEZ., “Plan para el establecimiento de escuelas en la ciudad de Zacatecas”, sin fecha, fj. 2 v.) A sí mismo, los aspirantes deberían de poseer buenas costumbres y «unos más que medianos conocimientos de los hombres en sociedad». El perfil obligado, era pues, para curas decentes preparados y cultos. El hecho de convocar sólo al clero secular al concurso de oposición para obtener las plazas de preceptores, es un claro signo del proceso de secularización de la enseñanza que se había inaugurado con las reformas borbónicas desde el último tercio del siglo de las luces, seguía en marcha. 6° Estos maestros para la escuela primaria de la ciudad, devengarían como sueldo veinte pesos semanales, «libres de casa», habitación con la que se les debería además de apoyar. 7° El maestro habría de emplear siete horas diarias en la instrucción de los niños, entiéndase ricos. Cuatro por la mañana y el resto por la tarde. Y en cuanto a las materias de estudio se dará primordial importancia para que: “aprendan, entiendan y obren el catecismo de la religión católica; el que sepan y observen escrupulosamente las leyes de la decencia, de la urbanidad, y demás necesarias para tratar dignamente con sus semejantes y para [ser] buenos españoles…”, (Ibíd. fj. 3.v). Que se sepa, este escribidor no tiene constancia de que las ocho escuelas públicas para el común y la escuela para los “niños decentes” que debieron establecerse en la ciudad de Zacatecas a finales de la segunda década del siglo 19, no ocurrió, quedó en una bella utopía educativa.