Se ha dicho, que los programas sociales “son populistas, que es fomentar que a la gente no le cueste ganar el dinero”, que “es mejor enseñar a pescar que dar un pez”, que “eso es comunismo y una sangría para la economía” … Cambió el discurso durante las campañas, ya nadie se atreve a cuestionarlos públicamente. Se abrieron en subasta: se llegó a prometer incluir a adultos mayores “desde los 60’s”, “a todos los niños y niñas desde antes de nacer” … Prometer no empobrece. La demagogia es un plato fácil de servir.
El término asistencialismo es propiamente despectivo, pero no es otra cosa que una forma de redistribución de la riqueza, que de ninguna manera es exclusivo de México, ni de este gobierno, ni de los países socialistas ni mucho menos de los comunistas, que por cierto no existen ni han existido. Hay en el mismo primer mundo, bajo diferentes modalidades y con diferentes nombres, pero lo hay. En Estados Unidos hay el Welfare, en varios países de Europa y en la ciudad de México, hay el seguro al desempleo. En los países nórdicos, al no haber una diferenciación salarial entre trabajadores y profesionistas, la población puede acceder a viviendas y forma de vida similar, de tal forma que el nivel de vida es estándar, no hay barrios marginados y las ciudades se ven relucientes. En Alemania el seguro del desempleo equivale a 560 euros por mes (unos 10,000 pesos). En países petroleros monárquicos de Medio Oriente, los ciudadanos reciben miles de dólares mensuales como una redistribución de los ingresos petroleros, de tal manera que los ciudadanos se dan el lujo de no trabajar; aunque para eso se han llevado miles de trabajadores de otros países, prácticamente sometidos al esclavismo, para que sean ellos quienes trabajen y le den esplendor a las monarquías. En países partidarios de la privatización generalizada como Reino Unido, existen ayudas sociales reducidas, pero existen.
En México, la asistencia social no empezó con este gobierno. De hecho, hay muchas formas de ella, la educación pública ha sido la forma más generalizada. La propia seguridad social tiene una componente amplia de asistencia social, porque es obvio que no se podrían sostener el sistema de salud y las pensiones exclusivamente con de las cotizaciones. Y en este sexenio el programa nacional de vacunación contra el COVID, fue faraónico y tan o más oportuno que en infinidad de países de primer mundo. Y desde la fundación del CONACyT ha habido becas de estudios a través del CONACyT para maestrías y doctorados, que han elevado extraordinariamente el nivel académico y científico del país. Y también ha habido y hay ayudas para desastres por huracanes, y terremotos y siniestros.
Pero ¿a qué llamar entonces asistencialismo? ¿A todo tipo de programas de protección sostenido con el presupuesto del estado o con deuda pública? ¡Claro que sí! Y siendo así, la cara oculta del asistencialismo liberal ha sido, la predilección por la protección de las elites. Y ahí encontramos muchas formas: entre las más controversiales, el rescate bancario de 1998 mediante el FOBAPROA que en su origen ascendió a 552,000 millones de pesos, los cuales se convirtieron en deuda pública, y para abril del 2023 ascendía ya a 1,061,000 millones; los privilegios, con impuestos irrisorios y condonaciones fiscales al sector empresarial, además de dotarlos de servicios y energía a precios preferenciales; y la creación de fideicomisos y negocios, como las cárceles privadas y las guarderías infantiles, que convirtió en empresarios y nuevos ricos a un sinnúmero de políticos y de amigos en turno.
La mayor parte de esos privilegios siguen intocables, porque hacen falta modificar las leyes con las cuales fueron amarrados, y para ello hace falta una mayoría calificad en la Cámara de Diputados. Y para impedirlo, la oposición, utilizando los medios masivos de desinformación y bots, y se debaten para evitar que se pueda conformar una mayoría calificada que modifique el Status Quo de las elites. Y se han cuidado mucho de que se no les etiquete. Pero ¿acaso el proteccionismo del que se han beneficiado, no es exactamente un asistencialismo empresarial? Lo peor del caso es, que ha significado un gasto enorme y no una inversión; porque en realidad no ha generado los empleos que se esperaban, y mucho menos bien pagados. Ha dado lugar la super-concentración de riqueza, que es la causa principal de las desigualdades.
En cambio, los 16 programas para el de bienestar que se han implementado en este sexenio, que presupuestalmente implican muy poca cosa con relación al proteccionismo empresarial, han servido para oxigenar y dinamizar la economía; convirtiendo a mucha gente en agentes de consumo, propiciando mayor capacidad de compra y de circulación del dinero. Y eso lo reconoce el propio Banco Mundial. El décimo informe anual el BM, indica que, si se acaba la brecha de género, o sea, el que las mujeres tengan el mismo salario que los hombres, el PIB mundial crecería más del 20%. Eso da cuenta de la importancia de que la gente tenga dinero.
¿Más programas de asistencia social? ¡Con esos! Mejor más empleo y más salario.
El asistencialismo, trae consigo riesgos: no siempre se valora, no está exento de mal uso y de corrupción. En mismo Estados Unidos hay un sector de la población que vive exclusivamente de las ayudas que da el gobierno. Eso genera problemas sociales, porque esa gente, al no tener que ir al trabajo, tiene todo el día libre, y eso propicia fenómenos como: alcoholismo, pandillerismo y delincuencia. En tal caso, siempre debe haber normas y vigilancia. En Europa, los desempleados, tienen que estar en una lista de solicitantes de empleo, y tienen la obligación de acudir a entrevistas y mostrar interés por regresar a trabajar. Los estudiantes con beca tienen obligación de aprobar…
En México, no de ahora, sino desde siempre, los recursos públicos, suelen verse con desdén y/o menosprecio. Se pretexta que “al cabo es dinero del gobierno”. Los padres de familia están muy al pendiente del rendimiento de sus hijos si estudian en una universidad privada, porque si reprueban, los veranos o recusar materias, les cuestan una fortuna. En cambio, en las universidades públicas, los padres y los propios estudiantes e incluso un buen número de académicos no les importa mucho el aprovechamiento, ni el ausentismo, porque no les pasa por la cabeza que la educación le cuesta al país, y que el bajo rendimiento es un desperdicio de inteligencia, tiempo y recursos financieros. Algo semejante ocurre con los sistemas de salud, que heredan vicios, de menosprecio y donde se ha dado sin escrúpulo el mercado de medicamentos, llegando al extremo de haber escondido los medicamentos contra el cáncer, o dejarlos caducar para simular escases…
Los programas sociales, para quien los necesite, pero bajo normas estrictas.