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lunes, 21 abril, 2025
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Muerte e imagen: ‘The shrouds’, de David Cronenberg

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Por: SERGI RAMOS •

La Gualdra 623 / Cine / Festival de Cannes 2024

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El canadiense David Cronenberg marcó con su sello el cine fantástico de finales del siglo XX. Su obra se caracterizaba por una potente imaginería, que declinó bajo diversas formas la relación entre el cuerpo y la tecnología. Esta reflexión evolucionó a medida que la propia ciencia avanzaba, ofreciendo un espejo deforme a buena parte del progreso científico y tecnológico.

En su anterior y fallida película, Cronenberg recuperaba un guion escrito tiempo atrás, en el que intentaba volver conectar con su singular imaginería, sin demasiado éxito. The shrouds / Las mortajas, su nuevo filme presentado en la competición oficial del Festival de Cannes, parece conectar con la potencia de su trabajo anterior, antes de derrumbarse estrepitosamente a los pocos minutos.

 

Imágenes y duelo

Karsh, interpretado por Vincent Cassel, es un hombre de negocios inconsolable desde la muerte de su esposa. Para luchar contra su profunda melancolía, diseña una mortaja equipada con cámaras que permite seguir segundo a segundo la lenta descomposición del cadáver, hasta su desaparición. Este dispositivo aparece como el gran acierto de la película de Cronenberg, tanto en las impresionantes imágenes que lo muestran, como en las consecuencias que éstas tienen sobre los seres vivos.

Karsh ha conseguido seguir conectado con su difunta esposa a través de la imagen, pero este vínculo le impide hacer el duelo y superar el dolor y la melancolía de la pérdida. Este argumento conecta con la vida real del propio Cronenberg, quien perdió a su esposa hace unos pocos años.

The shrouds, de David Cronenberg

El fin de la imagen

Después de este prometedor inicio, la película se derrumba. Unos extraños depósitos aparecidos sobre los huesos y la profanación de las tumbas orientan el resto de la película hacia un sinfín de tergiversaciones entre los distintos personajes, sobre teorías de la conspiración inverosímiles, en la que los diálogos, filmados de manera completamente plana, se convierten en el motor de la película, en detrimento de cualquier invención visual o formal. La interpretación de los actores va a la par de la puesta en escena, la expresividad de Vincent Cassel estando tan momificada como los propios cadáveres.

A pesar de ello, Cronenberg retoma de vez en cuando su tema inicial, sugiriendo que sólo el contacto con la materialidad, y en particular con el cuerpo y las emociones, pueden sacar al hombre de la impotencia en la que lo sume la nueva virtualidad de las imágenes y del mundo.

Sólo queda entonces una pregunta en el aire: ¿habría perdido Cronenberg su propia fe en el cine como creador de imaginarios, y saboteado su propia película? ¿Sería The shrouds la confesión del fin de su creencia en la imagen cinematográfica? The shrouds podría entenderse entonces como una renuncia ascética, frente a la vacuidad de los filmes que, como el Megalópolis de Coppola, privilegian una espectacularidad ampulosa.

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_623

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