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martes, 22 abril, 2025
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Del amor virtual: ‘Eat the night’, de Caroline Poggi y Jonathan Vinel

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Por: SERGI RAMOS •

La Gualdra 623 / Cine / Festival de Cannes 2024

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Una de las cuestiones que atraviesa varias películas presentadas en el festival este año, consiste en interrogar cómo lo virtual está transformando nuestra relación con el mundo. Para ser más precisos, se trata de ver cómo está cambiando nuestra relación con las imágenes.

 

De la imagen virtual

La imagen ha dejado de ser una representación exterior a nosotros, cuya función es reproducir una parte del mundo, para permitirnos reflexionar sobre él. En cambio, la imagen virtual no muestra el mundo, sino que pretende sustituirse a él, para que la habitemos, como un avatar se mueve en el metaverso.

David Cronenberg, en The shrouds, contaba cómo unas imágenes que nos permitieran observar la descomposición de los restos de nuestros difuntos nos privarían de la capacidad del duelo y nos aislarían de las emociones que, según él, sólo pueden pasar por el cuerpo.

Pocas horas después de la proyección de The shrouds, se presentaba en la Quincena de los Cineastas Eat the night, realizada por Caroline Poggi y Jonathan Vinel, dos jóvenes directores franceses. Una película cuya trama sucede parcialmente en un videojuego de dark fantasy, llamado Darknoon.

 

Una nueva juventud

La película pretende ser el retrato de una nueva generación de adolescentes, cuya vida discurre sin la presencia y autoridad de los adultos, y de las formas de cohabitar e intercambiar que establecen entre ellos. Ambientada en la ciudad portuaria de Le Havre, víctima de la crisis económica, se centra en los jóvenes de clase popular.

Apelando al thriller, cuenta la historia de Pablo, que se gana la vida fabricando y vendiendo drogas sintéticas, y de su hermana pequeña Apolline. Los dos pasan horas jugando a un juego en línea, Darknoon, hasta que Pablo conoce a Night, otro joven que tomará como socio y del que se acabará enamorando. Todo se complica cuando se cruzan con una pandilla de dealers.

Como contaron los realizadores después de la proyección, “la libertad cinematográfica la aplicamos al nivel de la forma, entre thriller y tragedia, una manera de crear puentes entre los géneros, para obtener un cine heterogéneo que sea el espejo del mundo, de esta nueva generación”. Diversidad de géneros para una juventud amorosa que no entiende de diferencias de raza o de género.

 

Espacio virtual

Más que una aproximación sociológica, a menudo presente en el cine de “banlieue” (los suburbios franceses), la película muestra cuáles son las nuevas formas de relacionarse de esta generación, y cómo el espacio virtual del videojuego se convierte también en un lugar en el que puede florecer la amistad y el amor: “La base del filme era contar las historias de amor cruzadas, que el amor estuviera por todas partes. Sabíamos que el videojuego era oscuro, pero queríamos que la interpretación de los actores estuviera llevada por los sentimientos para salir de esta oscuridad”.

Al contrario de lo que parece afirmar Cronenberg en The shrouds, la existencia virtual es reivindicada como un espacio alternativo a la realidad devastada que los adultos estamos legando a nuestros jóvenes, una vez hemos acabado con todas las utopías: “La gran idea es que se trata de una generación que lucha contra la herencia de sus padres. Cómo la ciudad de Le Havre está en ruinas y cómo ellos intentan huir de todo esto. Hay que deshacerse de la herencia”. O como Apolline le dice a su padre: “Eres deprimente. No sirves para nada”.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_623

 

 

 

 

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