La Gualdra 661 / Libros
Por Iliana Olmedo
Si atendemos a los cruces entre la investigación y los textos literarios y partimos de textos que empiezan como tesis y se transforman en libros que van más allá de los límites impuestos por la naturaleza académica que les dio origen hasta convertirse en obras a las que cualquiera puede acceder, descubrimos que el libro Eduardo Galeano. Las orillas del silencio, ha llevado a cabo con éxito esa compleja peripecia de transfigurar una investigación en un delicioso ensayo, cuya sencillez se acerca a cualquier lector. Ya sea un lector especializado, que conoce y ha leído los trabajos de Eduardo Galeano, o uno novel, que se acerca por primera vez a la obra del escritor uruguayo.
Esta soltura y calidez constituye el principal y mayor valor de este libro. Su condición pulcra, basada en la transparencia, contribuye a comprender con mayor cabalidad el perfil de Eduardo Germán María Hughes Galeano (1940-2015) como intelectual y escritor. Acaso de forma inconsciente —o muy consciente—, el poeta y ensayista Román Cortázar (Mérida, 1980) repite y emplea las herramientas de Galeano para hablar del mismo Galeano. Es este aspecto la primera huella que detectamos del intelectual uruguayo en el libro de Cortázar. Una calidez basada en una claridad muy profunda. Todos los libros de Galeano comparten esta característica: la naturalidad y soltura de la exposición de temas que carecen de simplicidad. Para muestra, su texto más replicado y conocido: Las venas abiertas de América Latina (1971). Cortázar desglosa la génesis de este libro clave en la historia cultural y política de América Latina en el capítulo “Máscaras”, donde también refiere su vigencia y la necesidad de los poderosos de invalidarlo.
Si bien Las orillas del silencio es una investigación rigurosa y extensa, en la que su autor se sumergió durante varios años, también es un texto accesible, que se apoya en notas al pie, pero cuyas anotaciones no van en detrimento del texto. Al contrario, contribuyen, como deben ser todas las buenas notas al pie, a enriquecer su lectura. De esta manera, Las orillas del silencio es en primer lugar un acercamiento fresco y muy intuitivo a la definición de un maestro, a través del recuento de su vida y su obra. El alumno lleva a la práctica la propuesta de Galeano acerca de los géneros literarios, puesto que no los considera fines sino medios y, por tanto, resulta obligatorio transgredirlos. Así, Román Cortázar se apropia de esta flexibilidad para hablarnos de su maestro y crea un entramado narrativo de difícil clasificación. No estamos ante una biografía estricta, sino ante un texto —en su sentido primigenio de tejido— en el que dialogan dos voces muy poderosas. Es más, Román Cortázar afirma que la crítica literaria es un tejido, donde tanto el creador como el crítico participan y confluyen en el contexto. Sobre todo porque para Galeano la literatura abarca “al conjunto de los mensajes escritos que integran una determinada cultura al margen del juicio de valor que por su calidad merezcan” (147). De este modo, la literatura se convierte en la representación simbólica del espíritu de su tiempo.
Cortázar traza la trayectoria de Galeano y al mismo tiempo nos muestra la suya. El libro comienza con el “Encuentro”, que refiere la ruta que siguió Román desde Monterrey, cuando la poeta y dramaturga Coral Aguirre le regaló Memoria del fuego, hasta que encuentra la llave que abrirá la puerta para acceder a Galeano: su esposa Helena Villagra en Montevideo. Se trata también de un viaje en el tiempo que va de la juventud a la madurez y que nos conduce por momentos señeros de la vida y de la obra de Eduardo Galeano. Cortázar realiza una suerte de perfil muy fértil donde caben por igual la Historia con mayúsculas y el análisis de textos, ya que nos muestra los sucesos alrededor de la figura de Galeano y cómo se fue abriendo camino en el medio cultural. Y, de forma simultánea, Cortázar analiza y comenta los textos que Galeano iba publicando. Se trata de una biografía creativa que no es cronológica, sino que avanza al ritmo desigual de la memoria.
Cortázar realizó un importante trabajo de búsqueda en hemerotecas y rastreó las primeras publicaciones de Galeano, desde las que firmaba con seudónimo. Y sus primeros años de reportero y periodista todo terreno en Marcha, con apenas 19 años. Así, Cortázar nos va mostrando la educación miscelánea de Galeano, muy de la mano de las imprentas y de las prensas periódicas, y cómo en su adolescencia quiso ser pintor. Pero la pintura, nos revela también Cortázar, no era una afición de juventud, sino una pasión complementaria a la escritura, ya que su misma ansia creativa lo lleva a eliminar el Hughes de su nombre y a dejar de lado la pintura.
En primer lugar, este recuento revela una característica muy particular de Galeano: el peso que su formación como periodista tuvo en la escritura de sus textos. El mismo Galeano escribió que, al igual que Rodolfo Walsh, él nunca había distinguido el periodismo del libro y luchó por que se considerara un género literario (193). Y si alguna diferencia tenía se encontraba en la urgencia del texto. De ahí su naturaleza fluida, diáfana, lejana a cualquier oscuridad, porque “leer es saber escuchar” (189). De este modo, Cortázar nos revela la poética de Galeano y presenta a sus maestros, ya que, parafrasea a Borges, “cada escritor crea a su precursores”, quienes, en el caso de Galeano, se llaman: Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo y Rodolfo Walsh. Un caldo de cultivo ideal, que dio forma al muy particular estilo de Galeano, fundamentado en la sencillez en la forma, y en “hacer visibles a los invisibles” en el fondo.
Cortázar también revela la influencia que la temprana formación ideológica de izquierdas de Galeano tuvo en su escritura y la razón por la que siempre puso en la mira el latinoamericanismo. Las orillas del silencio refiere los detalles de la educación autodidacta y no-formal de Galeano sobre el socialismo, de la mano de figuras tutelares como Vivian Trías. Este intelectual, político e historiador, fue fundamental en la formación de Galeano, ya que le reveló que la historia no era un museo y le dio las herramientas para reconstruirla y evaluarla desde una perspectiva crítica, transgresora, siempre latinoamericana. De esta intención ha derivado el descrédito que algunos medios han querido ejercer sobre la obra de Galeano. Estas iniciativas de supresión, demuestra Cortázar, pretenden desautorizar el pensamiento crítico originado en América Latina.
La crítica y, en cierta forma el ámbito académico, informa Cortázar, han sido desdeñosos con la obra de Galeano. Sin embargo, Galeano encontró la verdadera crítica, “la crítica que vale” (185), en sus muchos lectores. En ese sujeto que, nos cuenta Cortázar, le regaló flores al escritor uruguayo apenas aterrizó en Montevideo. Este hombre se acercó a Galeano con un ramo en las manos y el escritor pensó que se lo vendía, tanto que incluso le dijo, “no, no quiero” (185), y el hombre le respondió, “no, que yo no le quiero vender flores, se las quiero dar por todo lo que usted ha hecho por nosotros” (185), puesto que, gracias a los libros de Galeano, aseguró aquel hombre, había cambiado su visión del mundo.
Cortázar afirma que la obra de Galeano no puede entenderse como espejo de la realidad, puesto que la realidad “encarna en sistemas simbólicos y todos ellos la configuran“ (183). De la misma manera, en esta obra de Cortázar confluyen diversas miradas y recursos, ya que se construye mediante cartas, mensajes, recuerdos, fragmentos de archivo, que elaboran en su conjunto un perfil cierto y a la vez difuso del enorme autor que fue Eduardo Galeano.
Román Cortázar. Eduardo Galeano. Las orillas del silencio. Siglo XXI. 2024.