La Gualdra 657 / Narrativa / Libros
Profundidad es una palabra que puede provocar incertidumbre, o fobias, o filias. En contraste con la altura, el concepto profundidad arraiga un sentido humano más bien poco deseable. Un ideal naturalizado en la bitácora del ser es llegar lo más alto posible como sinónimo de éxito, de triunfo; llegar a donde pocos llegan; al contrario de ello, la profundidad implica la caída, el entierro de los sueños, el fracaso tal vez. Cielo e infierno; paraíso y averno.
La profundidad no pasa desapercibida tampoco en otros contextos. Un texto literario hondo nos conmueve, nos desafía y nos transfigura. Nos obliga a enfrentarnos a nuestras propias sombras, a cuestionar nuestras creencias y a ampliar nuestros horizontes. Éste es el itinerario de La ilusión de la ligereza (Typotaller, 2025), de Sidharta Ochoa (Tecate, 1984), prolija observadora de los comportamientos escondidos.
En su libro, la autora nos muestra once historias que abonan a esta expedición íntima. Sus personajes abren sus cajones ante los ojos del lector; necesitan ser acompañados a sus respectivos pasados. Sus seres de ficción, habitantes de estas páginas, precisan de la lectura como un proceso de invasión premeditado. Ellos y ellas saben que alguien les sigue y dejan ver su intimidad ante los convidados.

De este lado, los cuentos de Sidharta despiertan la intriga y la curiosidad de los lectores. En esa cofradía, la autora hace el papel de una guía que da seguridad para avanzar, para seguir leyendo, aunque parezca que uno se adentra a zonas donde se dificulta la movilidad. Conseguir esta complicidad en el trabajo literario aparenta facilidad, pero es una frontera difícil de cruzar, una zona oscura, imponente, llena de un significado voluminoso, pesado. Es el terreno adonde nos lleva Sidharta con sus narraciones.
Desde el principio hasta el fin, La ilusión de la ligereza expone temas universales y que persisten en todas las sociedades, más allá del lenguaje y las fronteras políticas: muerte, culpa, pérdida, identidad, relaciones familiares, crisis ideológicas.
Los personajes femeninos son complejos y multifacéticos, enmarcados en desafíos y prejuicios actuales. La escritura de Sidharta es una herramienta de exploración de estas conductas y patrones sociales que marcan contextos de desigualdad.
La ilusión de la ligereza nos presenta y convence de la subjetividad de los contextos que llamamos “reales”, y nos revela que son susceptibles de la distorsión provocada por nuestros sentidos, miedos, deseos y experiencias pasadas.
Sidharta siembra símbolos (la mancha en la pared, el pez dorado, los huesos enterrados, etcétera) que acompañan morbosamente al lector durante toda la narrativa. El desdoble o la interpretación de estos símbolos son ecos que no dejan de sonar, incluso ya terminada la lectura (fantasmas o traumas narrativos, diría yo).
La obra de Sidharta Ochoa nos invita a reflexionar sobre la condición humana y los misterios de la existencia. A través de historias conmovedoras nos muestra la fragilidad de la vida, la importancia del pasado y la necesidad de confrontar nuestros contextos, nuestros miedos y nuestros demonios internos.
Un ejemplo de ello es la narración que nos da la bienvenida, “Jardín de arena”, donde la espiritualidad y charlatanería (cielo y averno) se conjuntan. Hay aquí, en sus personajes, una búsqueda de la expiación de culpas por medio de creer en que somos débiles ante algo superior que nos perdonará si vivimos bajo su protección, y no la cuestionamos. Pero somos humanos, ésa es la realidad. Y fallamos.
En “Sol de invierno”, el segundo cuento, tema complejo, pero zurcido con cuidado, Sidharta nos muestra las inercias de la muerte, de las ausencias a veces no asimiladas, que dirigen acciones familiares, pero no intervienen en la fuerza de las vidas particulares ni de los deseos escondidos. Es curioso como las costumbres toman mayor aprecio cuando quien participaba en ellas no está; o al menos eso se quiere, aunque a veces se creen exageraciones absurdas. Así es esta historia.

La tercera narración, “La presente ausente”, trata sobre la naturaleza de la realidad, la influencia de los medios y la fragilidad de la mente humana ante la incertidumbre. La protagonista se encuentra en un estado de aislamiento que la lleva a una profunda introspección. A través de la descripción detallada de su entorno y sus actividades, se revela su estado emocional y psicológico.
El libro es, en el fondo, un reflejo de la complejidad del ser humano. El acertijo vital que nos inspira es expuesto sin afán de darle solución. No. Me parece que el fin es exponerlo mediante una de las mejores herramientas que poseemos: la literatura y todas sus posibilidades. La profundidad literaria, entonces, no es sólo una cuestión de estilo o de complejidad temática, sino una invitación a la introspección, a la reflexión y a la conexión emocional con el texto.
Una vez abierta la caja de Pandora, los espectros podrían estar en nuestros bolsillos. No se puede salir sin alguna carga, sin algún peso, luego de haber visitado la ficción. Y es que un acto de lectura puede también ser una advocación de la profundidad, de donde podremos volver al terminar la lectura. Pero no importa el regreso a la superficie, siempre nos quedará algo de allá abajo en la mente, donde quiera que ésta se encuentre.
*Ernesto Castro es escritor y corrector de textos. Escribe para Cuarto de Guerra y ha colaborado con Partidero, en Guadalajara.