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martes, 22 abril, 2025
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Conservación y protección del maíz libre de transgénicos

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Por: Ulises Mejía Haro •

Los organismos genéticamente modificados (OGMs), también conocidos como “transgénicos”, son seres vivos, plantas o animales que a través de la biotecnología moderna han sido manipulados genéticamente en su genoma, transfiriéndoles genes de otros seres vivos diferentes a su especie, incluso diferente a su reino por técnicas que superan las barreras naturales de la reproducción o recombinación para poseer características específicas determinadas. En el caso de la agricultura, y especialmente en el maíz se han creado maíces transgénicos con resistencia a plagas y al herbicida glifosato. Muy pocos cultivos transgénicos están orientados a la resistencia a las sequías, a la salinidad, acidez de los suelos y a la biorremediación de tierras, o a mejorar la calidad nutritiva de los granos y oleaginosas.

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Las grandes corporaciones multinacionales como Monsanto, Cargill, Dupont, Bunge y Bayer promueven los cultivos transgénicos de maíz, papa y soya como la solución a la seguridad alimentaria en el mundo, lo cual no es del todo cierto, ya que en la creación de semillas transgénicas se sirven de los avances en productividad obtenida por instituciones públicas de investigación mediante técnicas de selección, cruzamiento y mutaciones. Las trasnacionales solo manipulan a su conveniencia económica el genoma, en el caso del maíz, insertando restos de ADN con genes de otros organismos vivos diferentes a su especie, incluso de bacterias con caracteres específicos de resistencia a herbicidas como el glifosato “que combate las malezas sin dañar a la planta del maíz”, o en el maíz Bt, donde se insertan secuencias de ADN de la bacteria Bacillus thuringiensis que secreta una toxina llamada Bt que mata insectos y plagas del maíz, pero también mata otros microorganismos e insectos benéficos como los polinizadores, entre ellos las abejas, incluso con posibles daños a la salud humana. 

El crear un maíz transgénico resistente al herbicida glifosato, aparentemente es una ventaja para los agricultores ya que combate las malezas y con ello incrementa los rendimientos unitarios; sin embargo, se genera una alta dependencia tecnológica de las trasnacionales, ya que condicionan sus “buenos resultados” al acompañamiento de un paquete tecnológico, consistente en la aplicación del herbicida glifosato, adquisición de semillas transgénicas a precios altos, grandes dosis de fertilizantes químicos y abundante disponibilidad de agua. Hay que decir, que estos mismos resultados se pueden obtener de forma sustentable y sostenible con semillas mejoradas certificadas no transgénicas e híbridos de alto rendimiento, como lo han demostrado investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).   

El glifosato es el herbicida más usado en el mundo en los cultivos transgénicos, el cual en 2015 después de muchos estudios fue clasificado como “probablemente cancerígeno en humanos” por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 2019 el Departamento de Salud del gobierno de Estados Unidos publicó el perfil toxicológico del glifosato que coincide con el reporte de la OMS (Conahcyt, 2020). En 2020 se publicó la quinta edición de la antología toxicológica del glifosato, que integra unas mil 108 investigaciones científicas sobre los efectos del glifosato en la salud y el ambiente. El glifosato afecta la flora y su uso indiscriminado genera resistencia al herbicida, dando lugar a supermalezas difíciles de combatir. Asimismo, se han detectado contaminaciones de cuerpos de agua y suelo, que afectan la fauna, los ecosistemas acuáticos y la diversidad biológica. Por lo anterior, debe legislarse para la prohibición de su uso en la agricultura y sustituirse por otros herbicidas orgánico o químicos menos dañinos a la salud pública y a la diversidad biológica.  

México es un país megadiverso, es el centro de origen y de diversidad del maíz, sus ancestros como el teosinte y los maíces nativos son valiosos reservorios de germoplasma, garantes para la corrección de errores de la ciencia y para el avance de la misma, por lo que de ninguna manera sus semillas deben estar expuestas a la contaminación de maíces transgénicos creados con técnicas que superan las barreras naturales de la reproducción o la recombinación como las transgénicas. 

México es un país donde el maíz es su alimento fundamental “Sin Maíz, no hay País”. Somos autosuficientes en maíz blanco, destinado principalmente para la producción de la tortilla, la cual alimenta a la mayoría de las familias; pero somos deficitarios en maíz amarillo, Estados Unidos exporta a México el 40% de su maíz, por un valor de 4.8 mil millones de dólares, el cual se importa principalmente para la alimentación del ganado para la producción de carne de res, pollo, cerdo, leche y huevo. 

Bajo este contexto, nuestra presidenta Claudia Sheinbaum presentó en febrero próximo una reforma a la Constitución para prohibir la siembra de maíz transgénico en el país, la cual ya aprobamos en la Cámara de Diputados, como defensa para la conservación de la biodiversidad y la protección de nuestros maíces nativos y de sus ancestros, misma que no se antepone a lo dispuesto en el T-MEC. Ya que existe evidencia científica suficiente de que los maíces transgénicos contaminan a nuestros maíces nativos, a sus ancestros y a los maíces mejorados, al tener el maíz una polinización cruzada a través del aire e insectos polinizadores. También es claro que los maíces transgénicos Bt que combaten plagas y hongos, matan a su vez a insectos polinizadores como las abejas que son pieza clave para la productividad agrícola y producción de miel.

Adicionalmente a esta reforma, deberá de impulsarse en nuestro país la siembra de maíz de temporal y de riego con estímulos y subsidios a la producción (como se hace Estados Unidos con la Ley Agrícola Farm Bill), reforzando las acciones de tecnificación y reactivación del campo (investigación, innovación, nuevas tecnologías, asistencia técnica, capacitación, seguros, mecanización, sanidad, captación y uso eficiente del agua y de la energía eléctrica, mercados, financiamiento, precios de garantía, entre otros) para  disminuir la dependencia del maíz transgénico importado de Estados Unidos, que en 2024 fue de 23.6 millones de toneladas y contribuir con ello a la soberanía y seguridad alimentaria nacional.

  • Diputado Federal por Zacatecas 
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