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lunes, 21 abril, 2025
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Mayo Zambada y un México neocolonizado por la economía criminal de EEUU

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

La captura de la figura más relevante del crimen organizado en México, como es el caso de Ismael Mario Zambada García (alias el Mayo Zambada), no resolverá de tajo la criminalidad en nuestro país. Casi todos los “analistas” y comentólogos de los monopolios de la comunicación nacional e internacional opinan lo contrario. No es casual. Esos monopolios, y con ello sus empleados, responden a los intereses que emergen de su gen capitalista, eslabonados con otros renglones económicos, y su vínculo ideológico y propagandístico que es propio a las esferas de la administración de gobierno y de la política.

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Los más de cien mil jóvenes que anualmente mueren, de manera silenciosa, por el consumo de Fentanilo en Estados Unidos; como los que en México mueren, de manera estruendosa en, y por, la criminalidad son consecuencias de esa parte de la economía imperialista que se concentra basada en actividades destructivas e ilícitas (narcotráfico, tráfico de órganos humanos, de armas, trata de blancas, huachicol, secuestro, tráfico de migrantes y otras). Todo eso es crimen organizado.

En cuanto engranaje complementario y necesario, funciona con la misma lógica económica, y son ilegales, la monopolización y la premedita escasez de medicamentos, el tráfico de influencias, la evasión fiscal de la gran empresa, el lavado de dinero, y otras actividades de menor escala como el llamado cártel inmobiliario y la corrupción en el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Todas esas prácticas están hermanadas por el máximo beneficio económico porque sostienen que “el fin justifica los medios”. 

Estos últimos actos criminales están en manos de capitalistas y hombres de gobierno, cuando se castiga lo denominan “crimen de cuello blanco”. Pero en la estructura criminal son prácticas necesarias para el cumplimiento del mismo propósito: apropiarse de la riqueza social por medios no exclusivamente propios del proceso de producción capitalista, pero subordinados al mismo. Por sus objetivos, crimen organizado y de cuello blanco son caras de un mismo proceso económico, su diferenciación legal no deja de ser una forma de clasismo. En nada cambian las cosas si las practica El Mayo Zambada, un secretario de seguridad pública federal como Genaro García Luna, un legislador como Ricardo Anaya o; un juez, magistrado o ministro que tuerce la ley para amparar y liberar a criminales.

Así expuesta nuestra reflexión, en las últimas 4 décadas, el crecimiento exponencial que ha tenido la criminalidad en México obedece, en parte, más que a la omisión y negligencia de muchos miembros del poder ejecutivo, legislativo y judicial a su coparticipación, a que han formado parte desde su función institucional. En apariencia, no se manchaban las manos de sangre. Pero son eslabones de la red criminal. Esa es la mitad de nuestra realidad.

La otra mitad es extraterritorial. La criminalidad es un fenómeno transnacional, y un elemento creciente en la economía mundial, principalmente en Estados Unidos, donde el mercado de consumo de drogas, trata de blancas, tráfico de órganos humanos y de migrantes, entre las prácticas ilícitas, no encuentra completa saciedad (en anteriores publicaciones he aportado datos). La necesidad de consumo es alentada por los grandes consorcios que pugnan por su constante expansión y concentración de capitales, sin importar su origen ni legalidad. Otro tanto se da invirtiendo “productivamente” en las actividades criminales, en tecnología de espionaje y comunicación, en dotación de armas y municiones o; en financiamiento a los procesos productivos ilícitos, actividades operativas y para el control de autoridades de las naciones “neocolonizadas” por la economía criminal. Este proceso se expandió más con el neoliberalismo.

Bajo esas premisas ya podemos vislumbrar que estamos ante una economía  criminal estructuralmente organizada desde las naciones imperiales, principalmente de Estados Unidos, donde los organismos de gobierno, como la CIA, el FBI, la DEA, el Departamento de Justicia y el Departamento de Estado en USA se encuentran bajo el control de los reales capos de la criminalidad transnacional, a quienes no se les conoce, no se les persigue y hasta planean el papel que, en esa economía, juegan naciones como México, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, etc.

También puede comprenderse, pronosticarse y comprobarse en la vida diaria, que la detención y/o asesinato en México de grandes capos de la talla del Chapo Guzmán, Caro Quintero, los hermanos Arellano Félix y ahora del Mayo Zambada, no repercutirá sustancialmente en el papel que México juega en la estructura en la economía de la criminalidad transnacional. Igual que poco se modifica con el despido de un gerente de una gran empresa de refresco de cola o de cerveza transnacional. Una organización económica transnacional, como lo es la criminalidad, puede darse el lujo de negociar y sacrificar estratégicamente a un gran líder nacional, porque así protege la estructura superior, sin que eso repercuta sustancialmente en la funcionalidad general. 

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