El pasado 21 de julio se dio a conocer la más reciente versión del informe conocido como Latinobarómetro, en su versión 2023, cuyo contenido nos permite confirmar que, en nuestra región continental, como en todo el mundo, la democracia liberal no atraviesa por el mejor momento, menos aún luego de la pandemia que golpeó al planeta entero y que produjo aún mayores expectativas y/o decepciones respecto al rol del Estado y, por ende, al de su esencia misma, la política. La presentación del estudio lo resume con precisión: Destacamos el colapso del desempeño de los gobiernos en la baja satisfacción con la democracia. En esta medida, la pandemia profundiza esta insatisfacción y por esa vía influye en la imagen de la democracia.
No sólo es la incapacidad del Estado, entendido como expresión formal del poder público, sino también la actitud y el comportamiento mismo de los actores políticos, en general, lo que hoy tiene a la democracia, en América Latina, en aprietos. Entre los factores que el estudio identifica como debilitantes o transgresores de la democracia están: los personalismos, la corrupción, las presidencias interrumpidas y los mandatorios interinos a los que el documento llama reemplazantes no elegidos. Además, está la debilidad de los partidos políticos como vías para el acceso al poder en su función de filtros de las personalidades y proyectos que se presentan a las elecciones. Filtros que se atrofiaron en una lucha desencarnada por el poder, mismo que se va diluyendo en el ejercicio de este sin compromisos de conducta. Otra vez: es la ética. De ello también da prueba el pernicioso fenómeno de la corrupción: en la región tenemos 21 presidentes condenados por corrupción, y el caso más emblemático de esto lo es Perú, en el que todos los expresidentes vivos se encuentran en prisión, de acuerdo con el estudio.
Esta fórmula, que se describe como personalismo, corrupción y partidos políticos débiles, han sido dinamita para las débiles raíces democráticas que existen en el subcontinente, en el que el patrimonialismo se ha instalado en el ADN, al grado que resulta casi característico de nuestra clase política, pero no excluyente.
Un fenómeno interesante para conocer es el papel de las redes sociales en el apoyo a la democracia, según el estudio: En general, es posible sostener que, quienes más apoyan la democracia, son aquellos que usan cualquier red social, con la excepción de TikTok. Es decir, el uso de redes sociales fortalece el apoyo a la democracia, al contrario de lo que habitualmente se cree, que esta práctica daña la democracia.
No terminemos aquí el análisis y demos la oportunidad al análisis de un documento que desde 1995 estudia y contribuye al debate con relación a la democracia en nuestra región.
@CarlosETorres_