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domingo, 20 abril, 2025
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Y al final ¿ganarán los buenos?

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

A estas alturas, todo lo que se tenía que decir, advertir y contribuir respecto a la reforma judicial que se aprobó en septiembre del 2024 ha quedado escrito. Finalmente, ya ha venido implementándose rumbo a la elección extraordinaria próxima, con tropiezos, sorpresas, denuncias y renuncias, sin obviar el optimismo de sus promotores. Sin embargo, comenzará una nueva etapa de la vida pública en nuestro país en la que historias como las que John Grishman imagina y relata en La apelación, pueden darse. Si bien, hay que aceptarlo y decirlo sin ambages, el modelo de designación no fue impoluta y menos aún exenta de vicios e influencia de las élites del poder económico y político, ahora nos encontramos ante el reto de que dichos inconvenientes no se potencialicen hasta anular toda posibilidad de justicia imparcial, objetiva y equitativa. 

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Llegó el momento de dar vuelta a la página y concentrar nuestra atención en el proceso electoral, indagar en perfiles, cuestionar trayectorias, conocimientos, formación, potenciales conflictos de interés, posibles fuentes de financiamiento detrás de unas y otras candidaturas, así como exigir un trabajo, más pulcro, sofisticado, técnicamente impecable e implacable de la unidad técnica de fiscalización del Instituto Nacional Electoral. Por lo pronto, permítame una recomendación.

El ya citado John Grishman es un exitoso escritor estadounidense que antes fue abogado litigante y también incursionó en la política desde las filas demócratas. Sus textos son, en su mayoría, ficciones legales. En 2008 publicó “La apelación”, cuya lectura es idónea en el contexto del que he dado cuenta antes.

Toda la historia, como todas las que yo he leído de Grishman, se desarrolla en el sur profundo de los Estados Unidos. Ésta en particular en un condado rural del estado de Misisipi, en el que, durante décadas, una empresa de químicos, que a su vez empleaba a un numeroso grupo de loa habitantes de la zona, derramó desechos que terminaron contaminando el agua, produciendo en su población una tasa de cáncer tan agresiva como terrorífica. En ese contexto, una pareja de abogados medianamente exitosos decidió tomar los casos, más por solidaridad con la población afectada, que por negocio. Los Payton conocen la quiebra antes que un veredicto exitoso, que dará la razón a su causa, sancionando a la empresa con una histórica indemnización en el primer caso resuelto, de cientos en fila, cuya única diferencia es el nombre del actor y los daños específicos en su salud y la de sus seres queridos ya fallecidos para entonces. Desde luego la empresa, que forma parte de un conglomerado mucho mayor, cuyo principal accionista es un ambicioso hombre de negocios avecindado en Manhattan, Nueva York, no permitirá tal precedente. Sin embargo, las pruebas, suficientes e innegables, no parecen prometer mucho en la siguiente etapa, de apelación, frente al Tribunal Supremo del Estado. Es entonces, cuando, un tanto desesperado y frustrado, el millonario neoyorkino, recibe el llamado de oscuros personajes que, dada las leyes de la mayoría de los estados en la Unión Angloamericana, han hecho de las elecciones judiciales, un negocio redondo: seleccionan candidatos, promueven su financiamiento por grupos de interés promercado, conservadores y religiosos, dirigen campañas, cobran en el proceso y continúan gestionando el cabildeo en tribunales, una vez logrados los objetivos electorales ¿y sí en lugar de pagar cientos, quizá miles de millones de dólares en las sanciones por el daño provocado a pobladores de aquel lugar, invirtiera un par de esos millones en evitar que una Jueza, tildada de liberal, y además, futura emisora del voto decisivo en el Tribunal Supremo de Misisipi, pueda reelegirse? Toda la ficción es en sí una intrigante lista de estrategias, artimañas, destellos de astucia y canalladas, utilizadas para, a través de una agenda que pareciera ser benéfica para los que menos tienen, está diseñada y funcionará, de ser efectiva, para instalar sin contrapesos, la agenda de los poderosos. 

Durante todo el libro, que he tardado meses en consumir, según el ánimo que dejan a uno a veces las noticias del mundo real que superan a toda ficción, me pregunté una y otra vez: al final ¿ganarán los buenos?

@CarlosETorres_

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