Este 27 de enero se cumplen 50 años de los bombazos en San Luis Potosí que estremecieron a toda la población y que fue motivo de una auténtica cacería de brujas en pos de amedrentar y desarticular los movimientos sociales y que, ante la guerra sucia del Gobierno Federal de Luis Echeverría Álvarez, impuso la detención de líderes estudiantiles como Julio Hernández López, Jesús Mejía Lira, Ricardo Moreno Barajas y del líder comunista profesor Carlos López Torres.
En la mañana de ese 27 de enero de 1975, tres aparatosas bombas estallaron en pleno centro de la ciudad potosina y ocasionando muertos y heridos y mucha gente creía que era actos de Sabotaje de la liga comunista 23 de septiembre o del partido de los pobres de Lucio Cabañas Barrientos y su guerrilla popular campesina, pero al paso del tiempo y de los acontecimientos nunca se supo a bien si fue una argucia del gobierno Estatal encabezados por Guillermo Fonseca Álvarez y quien apunta de pistolas, una y otra vez atosigaba a los movimientos sociales y atendiendo una clara represión contra movimientos campesinos y estudiantiles, de dónde surgiría el potosino Gabino palomares con sus canciones y el mismo Julio Hernández López, como un aguerrido periodista, además de ser activo militante del Partido Revolucionario Institucional y funcionario en varias ocasiones de los posteriores gobiernos priistas de la época.
La frecuencia era dura para todo un país que recién venía de represiones a los movimientos sindicalistas de los ferrocarrileros y de los doctores de la Ciudad de México y de los Mineros de varias seccionales del país, así como las matanzas estudiantiles que ensombrecieron el panorama Político Nacional y la posterior guerra sucia en contra de muchos líderes, tanto los copreros en Guerrero, como los henequeneros de Yucatán o las cooperativas azucareras en Nayarit, o la represión directa y descarada contra pescadores y madereros de Michoacán, a los que resistían una embestida realmente injusta y criminal del estado mexicano en contra de sus pobladores que tan solo ansiaban un poco de orden y crecer y vivir en libertad y decoro.
Yo tenía escasos 14 o 15 años y me tocó ver uno de los bombazos en un banco y pude percibir cómo corría gente ensangrentada y que aún en medio del alboroto y el espanto y la corredera, muchos aprovechaban para robar en los negocios establecidos o el atraco directo a los pobladores y horas más tarde fue acordonado todo el centro de la ciudad y una especie de toque de queda y lo que derivó en la inmediata detención de los líderes antes mencionados, siendo torturado el profesor Carlos López Torres en los separos de la policía judicial y posteriormente en las instalaciones de la doceava zona militar y que estaba a escasa una cuadra de la entonces penitenciaría del estado y cuya duración de más de un siglo, fue testigo de asesinatos y masacres y fugas y de innumerables atropellos a la dignidad colectiva.
Los demás líderes estudiantiles sólo recibieron cachetadones y tortura psicológica y obviamente, su detención muy mediática.
Jamás imaginé que meses más adelante me tocaría como gran maestro al propio Carlos López Torres y que nos enseñó en círculos de estudios , con mucha paciencia, la época cardenista que vivió nuestro país y posteriormente entrar al glosario de lo que era nuestro ingreso a las juventudes comunistas del partido y de una férrea militancia en colonias y municipios, pero nosotros bajo el estandarte de un teatro de mucha calidad y de música de Gran arraigo, pero con un mensaje claro y potente de que la literatura debería estar para la denuncia y no para la lisonja de los poetas enamorados de la luna y de sus travesuras en la melancolía.
Instalados en el icónico barrio histórico de Santiago, acudía el entonces líder estudiantil, Julio Hernández López, ante nosotros como miembros del grupo teatral El zopilote y piezas activas de la organización nacional el Centro libre de experimentación teatral y artística y con el libre albedrío de militar dentro de las filas del Partido Comunista Mexicano y así como con muchos integrantes de la llamada teología de la liberación y qué es decir de sacerdotes y monjas con trabajo de base en Guadalajara y en Hidalgo y en el propio estado de San Luis Potosí ,nosotros atendíamos los llamados de julio de ir con nuestras obras teatrales y que eran catalogadas de gran calidad, pero de mucha diversión por la sorna y la ironía y el chaqueteo de las autoridades represoras y solemnes.
Dos veces tuve la oportunidad de estar frente a frente del entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, cuando acudió a la zona Universitaria y la primera, le exigimos la liberación de líderes estudiantiles de Querétaro así como de un integrante de nuestra organización nacional, al entonces compañero actor y director teatral Luis Cisneros Luján, y en las dos ocasiones el entonces presidente traía la pose de intimidario y de muy valiente y sin dejar de ser notable a sus allegados con sendas maletas negras repletas de dinero
El profesor Carlos López Torres fue siempre muy cercano a nosotros y hasta la fecha lo sigue siendo y pero nos contaba cómo cada noche tenía problemas por las torturas que fue infringidas a su cuerpo, a tal grado que tuvo que ir a atenderse con doctores de la entonces Unión de República Socialista Soviéticas y nos contaba que se orinaba en las noches en su propia cama, debido al descontrol derivado de la tortura y además, siempre tuvimos un marcaje tanto del Estado Mayor presidencial, como de policías judiciales, que a cada rato nos acosaban y a tal grado de que el mismo gobernador nos acusó de querer asaltar el Palacio de Gobierno, lo que ocasionó llanto en nuestras familias, pues la mayoría de nosotros éramos menores de edad, pero afiliados a organismos populares y en protesta por la clara represión contra el campamento Tierra y Libertad en los Otates y el posterior asesinato de su líder Eusebio García y con quien tuvimos mucha cercanía en lo cultural y artístico.
50 años se cumplen Y entonces se llenan de recuerdos las palabras que van siempre gestando las nuevas circunstancias de la reconciliación y no la habladuría o lo simple afectivo, como una sobria y moderada melancolía que de nada sirve mientras persista el desorden en la inseguridad y la altivez arrogante de quienes se sienten los guías supremos de las riendas del poder público en la provincia mexicana.
Pd. yo estaba ya muy curtido a esa edad, pues a los 10 años fui detenido por la policía Judicial de Ciudad Juárez, acusado de un robo que nunca cometí, además de que mi padre, ex miembro del ejército mexicano, nos llevaba seguido al campo de tiro en Zaragoza, a una hora y media de la entonces popular y fría ciudad juarense.