Por los finados sin tumba.
Los que se encharcaron los pantalones en la escasa lluvia.
Los que pintaron un cuadro al óleo.
Los que compusieron una canción con el nombre de un amigo.
Los que marcharon por la Avenida Hidalgo.
Las que se amarraron el pañuelo verde al cuello, a la muñeca, al vientre.
Las que aventaron diamantina al cielo.
Las que con graffiti, narraron la ciudad.
Los que se sentaron en los portales sólo por la nostalgia adolescente.
Los que le lloraron a sus muertos en un nicho.
Los que recordaron con nombre y apellido a los desaparecidos.
Los que treparon la bestia ferroviaria.
Los que cruzaron el río.
Los que en un tráiler en el desierto dejaron su último suspiro.
Los que no alcanzaron a comprar la despensa de la semana.
Los que se cayeron del andamio.
Los que se quedaron sin voz cantándole a la rebeldía.
Los que toman lista en filas.
Los que dejaron las pestañas en un libro.
Las que dibujaron un corazón morado.
Los que titiritean en La de García.
Los que recordamos en la Bicentenario.
La decena de Plaza de Armas.
Los músicos de La Caja.
Los intelectuales de la Miguel Auza.
Los revolucionarios de café.
Los que gastaron sus pies caminando por alguien.
Los artistas no expuestos.
Los escritores nunca leídos.
Los cantantes no escuchados.
Los desplazados de su terruño.
Los que mantienen a más de cinco con la pisca.
Por los cielos zacatecanos de oropel
Y sus calles sacados de película de terror.
Por las personas valientes: luchadoras y expectadores.
Los que se quedan pudiendo irse.
Los que regresan a levantar escombros.
Y sobre sus hombros, cargan a la heroica cuidad.
Con la cantera agrietada y el rostro en ley.925
