En esta ocasión, última que escribimos en este generoso espacio en lo que resta del año, me atrevo a tocar con prudencia el espíritu que rodea a nuestros seres en estas fechas. Y de igual forma, a todo el optimismo, que aunque temporal, me imagino que igual vale. Aunque sea sólo por hoy, dicen por ahí.
Corro el riesgo de aún estar permeado por los propósitos y buenos deseos y perder la supuesta objetividad con la que trato de escribir. Corro el riesgo, de igual forma, de no ser tan atinado en la crítica e incluso caer en patrañeria tramposa.
Lo advierto porque para estas fechas, los que tenemos la dicha de estar de vacaciones, sinónimo de que hay empleo, por lo menos hasta ahora y al contrario de los millones de mexicanos y miles de zacatecanos que no corren con la misma suerte, dan un poco de ganas de ir ligeros de equipaje en esta época, de enterarse lo menos posible de la realidad, en su mayoría atroz que nos rodea y mas bien, en familia, dan ganas de tratar de resolver lo que en el año no se hizo, y como lo escribí hace ocho días, pareciese que es espíritu navideño nos convertirá como a Jesús su bautismo en el río.
Así pues, con esta breve y arrebatada introducción, llegan los propósitos de nuevo año, llenos de buena fe pero alejados de nuestro ser, por tener poco que ver con nuestra realidad, por lo menos brindan esperanza para alumbrar el año entrante, que por cierto, no luce nada alentador.
A propósito de esto:
Nadie está contento con su realidad, pero el pueblo de México, aún menos. Corro el riesgo de que alguien, o algunos me contradigan, pero la realidad supera la ficción, y para mí en este punto la ficción son las estadísticas a partir de encuestas, que nos colocan como uno de los países más felices de mundo. Mentira. ¿Quién podría ser feliz bajo las condiciones y el régimen que nos conduce? Creo que absolutamente nadie, sería imposible y si fuese lo contrario, quien lo sostenga llevaría, o bien la condición de formar parte de alguna clase acomodada en la sociedad, o un grado de masoquismo producto de los efectos de la descomposición social y carestía que vivimos. Pero en esta teoría como en todas las otras, incluso en las que pasan el rigor del método científico se puede caer en el terreno de la polémica y en esta ocasión no es la idea.
Claro que es importante el párrafo anterior, he escrito y hablado de la triste realidad que tenemos los mexicanos como para días últimos de año, echarme para atrás, pero lo verdaderamente interesante es que dará (el párrafo anterior) el preámbulo para la sustancia de este artículo.
Si conjuntamos el binomio de unidad, solidaridad y nuevos propósitos, con la rancia situación por la que pasamos como país, es obligado hacer algunas reflexiones.
Las cosas no van a cambiar pronto, la condición que tenemos en estos momentos no va a ocurrir por magia, ni el estado de cosas se desvirtuara por voluntad de los políticos; es más, ni siquiera hay indicios ni buenas voluntades, ni mensajes navideños de esperanza por parte de la clase gobernante, sinónimo de que por lo menos conocen lo que viene, por lo menos saben que la economía no crecerá, los salarios no irán a la alza, el campo no será más productivo, la inseguridad no va disminuir y mucho menos se combatirá a la corrupción con un fiscal probado. En pocas o muchas palabras, no nos hagamos ilusiones, no por lo menos en el terreno de lo político.
Los milagros no existen, la solidaridad con la gente debe ser obra de todos los días y los buenos propósitos no se cumplen solos, no son un regalo de nuestro creador, sino una prueba de que tenemos lo necesario para cambiarlo y en algunas ocasiones solo falta lo más sencillo, pero también es a veces lo más complicado, VOLUNTAD.
Un pueblo exitoso es aquel que por medio del trabajo es capaz de derrocar a los malos gobiernos y cambiar cualquier situación decadente por la que pasen, un pueblo exitoso que trabaja, seguramente tendrá disciplina y constancia, y si se tiene disciplina y constancia, habrá un pueblo consciente, culto e informado. Si tenemos estas condiciones es muy posible que nuestra realidad pueda cambiar por meritos y no por obra de magia, y todos los males que nos ocurren, por lo menos se atenúen. Hay decenas de experiencias que a partir de ciertos factores transitan a lo que se pensaba imposibles, no fue fácil, pero desde mi muy particular punto de vista es más difícil ver a nuestro país y a sus futuras generaciones secuestradas.
México si puede cambiar, eso es un hecho, México tiene a una sociedad que ha demostrado una y otra vez que se puede levantar de temblores físicos y sociales, pero siempre lo ha hecho con el binomio que trato de explicar:
Voluntad y conciencia.
Feliz Año Nuevo. ■