La derecha mexicana es, en los últimos acontecimientos que han cimbrado al país, un fracaso por un discurso oficial ramplón y siempre asociado con el antiguo régimen en su gran conspiración contra toda una nación que quiso sacarse de la función pública a las burguesías regionales y a las aristocráticas élites herederas de los grupos facciosos que abandonaron tácitamente el concepto de la ayuda mutua y el cuidado público de las instituciones funcionales.
Los mexicanos hemos sido testigos presenciales de la debacle de una derecha que quiso confinarse en su misma verdad y poniendo su doctrina extremista religiosa y su actitud reaccionaria, incurrir en delitos preestablecidos en los códigos penales y con una conducta por demás cínica y tramposa, que se relacionó con el abuso y la tranza y la des- obligación social a modo, para poder tener la capacidad adquisitiva y crediticia de robarse los recursos públicos en una cruzada mundial de la ultraderecha más aberrante y carente de una identidad más que el amor al dinero y el fraude electoral.
Que no se vea a la ultraderecha como una presencia marginal, sino como una fundadora de proyectos en donde el odio, la mentira y el extremismo, son tolerados en un país auténticamente democrático ,que les da la oportunidad de externar toda clase de barbaridades y de activismos que afortunadamente no prosperan, pero que no tienen para cuándo terminen en el mapa político de los acontecimientos mexicanos y siempre como perfilándose en grupos muy peligrosos anti derechos y fomentando los crímenes y los grupos antiaborto y xenófobos con un estilo realmente absurdo e inmovilizador.
Las fuerzas políticas emergentes que han cimbrado al país en los últimos años, han acotado, a base de mucho activismo directo y verdadero, a una derecha que se entrampó en su mismo discurso y que no ve la salida, rayando en el ridículo y la dejadez, la exageración y la comicidad, la diatriba encarcelada como hito de su traición y dificultad, la complicación de su autocomplacencia, las mesas de debate donde abiertamente declaran estar tristes, derrotados, en resistencia e imaginando que el morenismo algún día se acabará por obra de alguna invasión extranjera o un karma maligno por “apoyar a los webones”.
Programa tras programa, le dan rienda suelta a sus más perversas alucinaciones y amenazas, escupen, hacen muecas, vociferan, maldicen, discursos profanos y coprofágicos, dueños del chantaje y de muchísimos recursos provenientes de organización criminales oficiales del vecino país del norte, empañan su misma retórica, se tropiezan en su propia dinámica y nos dan, a la gran mayoría de los mexicanos, el ímpetu de la victoria, escalón tras escalón y con el poder y la protección popular que se esgrime como fuerza electoral organizada.
Ensimismados, cínicos, muy ricos, la derecha siempre va a conspirar y a mentir.