El fenómeno del fast fashion ha transformado radicalmente la industria de la moda y la forma en que los consumidores acceden a las tendencias globales. Laura Liliana Villa Vázquez, doctora en Administración Pública y docente investigadora en la Unidad Académica de Economía de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), ofrece una perspectiva crítica sobre las implicaciones económicas y ambientales de esta industria.
Desde un punto de vista económico, ofrece ventajas evidentes tanto para los consumidores como para las empresas. Villa Vázquez destaca que esta modalidad permite a los consumidores acceder a prendas de moda de manera rápida y a precios accesibles. «El fast fashion representa una alternativa para que el consumidor acceda de una forma rápida y económica a prendas top que están marcando tendencia por las grandes firmas de ropa a nivel mundial», explica.
Esta democratización de la moda ha permitido que no solo los sectores de altos ingresos puedan vestir con estilo, sino que también las clases medias y bajas tengan la posibilidad de seguir las tendencias sin comprometer su economía. «La posibilidad de vestir a la moda, hoy no es exclusiva de los sectores con mayores ingresos», añade la doctora.
Para las empresas, éste se traduce en un modelo de negocio altamente rentable. La producción en masa y el uso de materiales de bajo costo, como las telas sintéticas derivadas del petróleo, permiten reducir los costos de producción de manera significativa. Además, la mano de obra barata, especialmente en países del sur de Asia, es otro factor que contribuye a los bajos precios finales de las prendas.
Sin embargo, estas ventajas económicas vienen acompañadas de costos a largo plazo que no pueden ser ignorados. Uno de los aspectos más preocupantes es la calidad de las prendas, que tienden a tener una vida útil muy corta debido a los materiales de baja calidad utilizados en su fabricación. «El término de obsolescencia programada en la industria textil está cada vez más presente», afirma Villa Vázquez, sugiriendo que el fastfashion no solo promueve el consumo masivo, sino también un ciclo constante de desecho de ropa.
El impacto ambiental que conlleva es igualmente alarmante. Villa Vázquez cita la contaminación generada en casi todas las etapas del proceso productivo, desde la producción de telas sintéticas hasta el manejo de los desechos y el lavado de las prendas. «Existe evidencia de la contaminación que genera esta industria. Por ejemplo, organizaciones como Greenpeace han mostrado su preocupación por la contaminación que se deriva en la industria», advierte.
El uso de materias primas como el poliéster, que se produce a partir de petróleo, y los procesos de fabricación que a menudo no cumplen con estándares internacionales, contribuyen significativamente a la degradación ambiental. Además, la gestión inadecuada de los residuos textiles y los microplásticos liberados en el lavado de las prendas son otras preocupaciones importantes.
Frente a estos desafíos, Villa Vázquez reconoce que reducir la presencia del fast fashion en el mercado global es una tarea compleja. «En el momento actual del capitalismo, parece complejo plantear una ruta que rompa o reduzca la presencia de tal industria», comenta, subrayando la fuerza del ciclo de consumo que perpetúa este modelo de negocio.
No obstante, existen iniciativas que buscan mitigar su impacto negativo mediante la promoción de prácticas más sostenibles. Estas incluyen la concientización de las empresas sobre la necesidad de adoptar métodos de producción más responsables y el fomento de un consumo más consciente entre los ciudadanos. «Derivado de los contrastes que asume esta industria, han emergido propuestas que llevan al centro la concientización de la estructura empresarial, lo cual invita a transitar hacia prácticas sostenibles en sus procesos», destaca.
Para que estas iniciativas tengan éxito, Villa Vázquez insiste en la importancia de la responsabilidad compartida entre productores y consumidores. «Se establece un ciudadano/consumidor que afronte con responsabilidad el momento de la compra», concluye, subrayando que el cambio hacia una moda más sostenible no solo depende de la industria, sino también de las decisiones de compra que cada persona toma diariamente.