La Gualdra 580 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku / Cine
Cuando un director de cine decide dejar correr una secuencia “mucho y largo tiempo” a los espectadores acostumbrados a secuencias y tomas de entre 4 y 8 segundos de duración siempre se nos viene a la cabeza, “¿para qué?”, y decimos “qué lenta película”.
La película Eureka del argentino Lisandro Alonso programada dentro de la sección Cannes Premier del Festival de Cine de Cannes, nos pone frente a estos desafíos de un espectador cada vez más acostumbrado al consumo voraz y veloz de imágenes.
Alonso creó una historia no lineal en tres partes mezclando: el western, el policial y el indigenismo, para hacer historia de sensaciones más que un narración cronológica y lógica. Cómo explica sus decisiones de duración, es lo primero que uno, por tanto, se pregunta: “Eso es verlo y verlo, hasta acá sí, hasta acá no. Esto me genera esto. Si filmas un vaso dos minutos empiezas a pensar qué hace un vaso ahí. Me hace pensar que la chica está pensando si tomarse el té y entonces ya ahí quiere ella desparecer, y si lo hago hasta acá me hace pensar en otra cosa. Y cuando me dicen esto es para dos segundos, pero no. Yo lo que hago es jugar con el espacio-tiempo a un nivel más cinematográfico”, comentó en entrevista Alonso.
La película de dos horas y veinte seis minutos que tardó más de tres años producción debido al COVID-19 tenía la primordial idea de filmar en locaciones naturales y reservas de indígenas en Estados Unidos. Una segunda parte se filmó en el Estado de Oaxaca gracias al apoyo de la coproducción mexicana; lo mismo que integrar a la actriz francesa Chiara Mastroianni y Vigo Mortensen.
Junto con el catalán Albert Serra, Alonso es uno de los directores que más juegan con el espacio y tiempo y las diversas herramientas cinematográficas que existen para manipularlos: “No es para todo el mundo lo tengo claro. Yo no sé hacer cosas para todo el mundo”.
Una compleja historia de transiciones entre historias que son, a confesión del propio director, su punto flaco y tedioso. Transiciones de historias que al no mantener lo ritmos de desenlace nos hacen entrar en el ejercicio de volver a empezar a comprender una historia nueva. Un cine que “simplemente no le va”, hablando comercialmente; que es de difícil acceso en exhibiciones y espectadores. Y un cine del que cada vez se hace menos porque hay menos lugares de exhibición: cinetecas, universidades y cineclubs.
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