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viernes, 4 julio, 2025
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¿Quiénes son los educadores?

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Los 608 millones de pesos que de acuerdo al Portal de Obligaciones de Transparencia el gobierno federal gastó en promover las bondades de la Reforma Educativa se fueron al caño. No sirvieron para nada.

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Por más que gastaron en spots, discursos y películas para convencernos que todos nuestros problemas educativos se deben a los villanos de este sexenio: los maestros, no lograron convencer a la ciudadanía de tal cosa, como la prueba la nutrida asistencia a la marcha que ayer domingo tuvo lugar en la Ciudad de México, y las numerosas manifestaciones que se vivieron la semana pasada a lo largo del país, y en otras ciudades del mundo en apoyo al magisterio.

No era para menos, la hipocresía de quienes se autoproclaman paladines de la educación está al descubierto.

Por un lado aseguran que la educación es su prioridad, y por el otro le recortan 6 mil millones de pesos pretextando los efectos del Brexit¸ pero sin dejar de gastar en lujosas suites en viajes internacionales, en el avión más caro del mundo, o en los vestidos de la familia de Peña Nieto y Angélica Rivera.

Aseguran querer tener a la gente mejor preparada en las aulas, enseñando a los niños, pero se permite que cualquier profesionista se convierta en docente sin mediar cursos de didáctica o pedagogía. Para colmo, a quienes ingresan al sistema educativo y cumplen con sus requisitos protocolarios no les aseguran las mínimas condiciones de trabajo.

Ya en varias ocasiones hemos atestiguados los reclamos de docentes de diversos niveles porque les atrasan hasta seis quincenas, además de no tener viáticos o seguridad social que les brinde la mínima protección para los riesgos de desempeñar su trabajo frecuentemente en lugares muy lejanos. No pagan siquiera a los autores de los libros de texto.

No obstante todo ello, se empeñan en aplicar una reforma educativa que no lo es, pues no propone ningún planteamiento pedagógico, sino más bien medidas administrativas que atentan contra los derechos laborales de los principales actores del proceso educativo, además de los niños: los maestros.

El rechazo a la mal llamada Reforma Educativa se debe básicamente a dos asuntos: por un lado, a que pone a los docentes en la incertidumbre permanente con respecto a su trabajo, pues cada cuatro años se estarán jugando su derecho a continuar trabajando, dependiendo de una evaluación basada en la letra muerta de los asuntos educativos, que deja fuera el dominio de los maestros respecto a los contenidos, sus estrategias de enseñanza, su capacidad para generar empatía con los estudiantes, su ética, etcétera.

Por el otro lado, la reforma se ha ganado el repudio de los padres de familia que han comprendido que se pretende llevar la educación a las vías de la privatización, gracias a que ahora se propone que sean los padres y los maestros los que gestionen lo que la escuela necesite. Esto abre la puerta a que sean ellos quienes paguen el jabón para limpiar los pisos, los pizarrones y las computadoras, mientras el gobierno paulatinamente se escude en ello para lavarse las manos de cumplir con ésta, su obligación más mínima.

La reforma centra toda la responsabilidad del éxito o del fracaso de la educación en el maestro, sin considerar que el 40 por ciento de los profesores de primaria trabajan en escuelas multigrado, que tienen alumnos cuya prioridad es llenarse el estómago antes que aprender matemáticas, que no conocen las vacaciones porque el tiempo fuera de la escuela es tiempo para el trabajo, o que miles de escuelas no tienen ni siquiera agua potable.

Presumen la reforma como una manera de brindar mejores trabajadores en un futuro a los empleadores, aunque ello signifique sacrificar el pensamiento crítico, la creatividad, e incluso las contribuciones para hacer de los alumnos ciudadanos responsables y libres que piensen por sí mismos.

Se habla de la obligación de que los maestros sean evaluados como si no lo fueran al menos desde hace 23 años gracias a la carrera magisterial, o como si no lo hubieran sido cuando obtuvieron su título o ganaron una plaza.

Nada se dice en cambio de cuándo podremos evaluar a los que instauran estas reformas, desde los gobernantes a través de la revocación de mandato, o a los miembros del gabinete que son impuestos sin consultar al poder legislativo y menos aún a la ciudadanía.

Se dice que los maestros no cumplen el perfil porque así lo dicen sus pruebas inconexas con la realidad, pero nadie evalúa al secretario de Educación formado en ciencias políticas y administración, cuyo currículum es tan ajeno a temas educativos.

Se dice que los maestros abandonan las clases y los niños por ir a “flojear” en plantones, cuando varios de ellos se encuentran en cárceles federales recibiendo un trato que no vemos ni por asomo para los pederastas denunciados por Lydia Cacho o los corruptos señalados por la prensa internacional. Otros tantos usan sus domingos, sus tardes, el tiempo que deberían disfrutar con su familia, en repartir volantes, en marchar, en hacer asambleas y en organizar medidas de resistencia.

Olvidan, que como dijo ayer en la marcha la reconocida escritora Laura Esquivel:

Educan los que defienden la educación pública, laica y gratuita, educan los que piden justicia para sus compañeros, educan los que buscan a sus muertos hasta el cansancio, los que marchan en silencio, los que curan, los que siembran, los que rescatan ríos y especies en extinción, los que honran a sus antepasados, los que cantan, los que danzan, los que hablan sus lenguas originarias. Los que tejen, Los que nos muestran cómo defender los principios más altos de la nación”. ■

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